Revista Opinión

Luces, cámara,… ¿y ahora qué?

Publicado el 04 noviembre 2011 por Carmentxu

Luces, cámara,… ¿y ahora qué?Ya ha empezado la tan temida campaña electoral donde cientos de caravanas rugirán y contaminarán campos y pedanías, colapsarán el tráfico de las ciudades, arriba y abajo, de derecha a izquierda por todo el país como si de un cantante de moda se tratara, con la comparsa y los periodistas que cubren y dosifican cuidadosamente la información porque saben que, si lo dicen todo hoy, mañana, con el mismo discurso, no habrá titular. Y así 15 días frenéticos con declaraciones, réplicas, recriminaciones, trapos sucios… Una tortura, en la que el objetivo es intentar no contaminarse con este aire enrarecido que sale de los tubos de escape de cada caravana. Apagar la tele, la radio, Internet… y respirar. La campaña electoral es un tiempo perfecto para quedar con amigos, leer un buen libro, ir en bicicleta, retomar un hobby o pintar los marcos de las puertas. España no es Grecia, donde la incertidumbre gana por goleada y es imposible avanzar un pronóstico a 15 minutos vista. Aquí el pescado está vendido. Eso, que debería eliminar la presión entre los políticos en esta desigual batalla, provoca también un aburrimiento colectivo, un más de lo mismo, peligroso en cuanto implica acabar siendo unos descreídos, unos escépticos democráticos y a ellos, en unos presumidos: presumen de saber lo que interesa a los españoles, de ser la única tabla salvavidas, los mejores defensores de los intereses de donde sea en Madrid… En fin, una lata. Una lata muy cara: hasta 41,6 millones de euros podrán gastarse los partidos en la campaña, el debate de 90 minutos entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba (que ya se avanza por el formato y el discurso conocido de ambos), costará otros 500.000 euros. Y así, suma y sigue. A mí el debate que me gustaría ver, de verdaderas alternativas, es entre, por ejemplo, los responsables de las agencias de calificación y los líderes del 15M, entre el presidente del Santander y un desahuciado, entre un alemán y un griego, entre Merkozy y un islandés. Unos debaes así, no tendrían precio.


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