El conflicto de clase crece. La crisis, con el paro como estandarte de esta singular batalla. Hoy se han conocido los datos de octubre, deprimentes y desalentadores, que meten el dedo en la llaga del enfermo y muestran el camino a no seguir a aquellos que pretenden curar la herida a base de austeridad, privatización de lo público y recorte de derechos esenciales. Parecería que no quisieran curarla y apostaran por la amputación del miembro, aunque eso sería objeto de otra entrada.
De acuerdo, muchos vivieron por encima de sus posibilidades, pero el resto (léase poder financiero y político) alentaron ese espejismo de riqueza y pusieron las leyes y las consignas de objetivos a conseguir al servicio de esa burbuja que nos estalla a cada paso mientras intentamos cruzar una calle vigilada por francotiradores a sueldo. Puestos a ver brotes verdes, resulta interesante que (¡por fin!) la ciudadanía esté empezando a ser consciente d que la lucha no es entre iguales a los que se intenta separar y dividir con cortinajes de humo basados en la identidad nacional, sino entre clases. Para que esto haya sido posible, el precio a pagar está siendo demasiado alto, demasiado triste.

