Revista Opinión

Lucha de clases, la guerra no ha terminado

Publicado el 05 noviembre 2012 por Carmentxu

El conflicto de clase crece. La crisis, con el paro como estandarte de esta singular batalla. Hoy se han conocido los datos de octubre, deprimentes y desalentadores, que meten el dedo en la llaga del enfermo y muestran el camino a no seguir a aquellos que pretenden curar la herida a base de austeridad, privatización de lo público y recorte de derechos esenciales. Parecería que no quisieran curarla y apostaran por la amputación del miembro, aunque eso sería objeto de otra entrada.

De acuerdo, muchos vivieron por encima de sus posibilidades, pero el resto (léase poder financiero y político) alentaron ese espejismo de riqueza y pusieron las leyes y las consignas de objetivos a conseguir al servicio de esa burbuja que nos estalla a cada paso mientras intentamos cruzar una calle vigilada por francotiradores a sueldo. Puestos a ver brotes verdes, resulta interesante que (¡por fin!) la ciudadanía esté empezando a ser consciente d que la lucha no es entre iguales a los que se intenta separar y dividir con cortinajes de humo basados en la identidad nacional, sino entre clases. Para que esto haya sido posible, el precio a pagar está siendo demasiado alto, demasiado triste.

Lucha de clases, la guerra no ha terminado
Pero nada más sano que una buena lucha de clases, aunque no ésta, que se juega en desigualdad de condiciones y con uno de los ejércitos hambriento, desordenado y con medios obsoletos. Mientras los ciudadanos perciban la desigualdad de clases como un escollo a salvar, mientras no se abotarguen y se resignen a su destino, habrá contienda y juego, también democrático. Aún queda espacio para la rebeldía, la denuncia, la reivindicación, el ansia de mejora. Y no se trata de convertirnos todos en ricos porque ahí residiría la semilla de nuevas pobrezas, sino de alcanzar un mínimo común digno, de libertad y, sobre todo, de justicia, en el que cada uno sea dueño de su destino pero en cuyo avance hacia una sociedad mejor (porque de eso se trata, no de que sea más rica) no se deje en el camino ningún hombre, mujer, niño o anciano. Y eso no es cuestión de dinero (que no suele ser solidario), sino de cultura, de respeto por uno mismo y por los demás, de dignidad como personas, como sociedad.


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