Los intereses de clase quedan diluidos por la profesionalización del empleado y por su grado de adaptación al sistema de dominación que lo cooapta como un miembro más para producir beneficios económicos al patrón (para después consumir las mercancías de la empresa) y los réditos que servirán para aumentar el poder de la institución (Estado) para la que trabaje.
El asalariado se convierte en una pieza más de la maquinaria del sistema de dominación al integrarse como un sujeto que sólo quiere ganar más dinero y escalar posiciones de poder en la empresa o la institución para la que trabaja. Definiendo de esta manera el autoritarismo y la jerarquización como la estructura de la organización social capitalista, el interés del trabajador asalariado sólo es individual.
Renunciando al interés colectivo se transforma en un burgués más que sólo busca la realización personal a costa de los demás y el interés económico para afianzarse socialmente. De esta manera el movimiento obrero queda a merced del Capital y el Estado en beneficio de una élite de poder cada vez más reducida que administra la corrupción de la sociedad en gerenal.
En este contexto, la guerra o lucha de clases queda diluida por la guerra por la supervivencia de los asalariados en busca de los puestos de trabajo cada vez más escasos y de la competitividad que deriva de la falta de los mismos, generando por lo tanto más agresividad y violencia en la obtención, consolidación y ascensión del puesto de trabajo que demanda el asalariado. La clases y su lucha han desaparecido no tan sólo porque el asalariado explotado (obrero medio de base en su mayoría) no se identifica como tal, sino también porque la inmensa mayoría de la sociedad es asalariada con un mayor o menor grado de explotación en contra de una pequeña minoría cada vez más reducida que ostenta cada vez más poder político y ecónomico La lucha de clases debe transformarse en una oposición contra el Poder y todas sus manifestaciones para que el individuo y la sociedad puedan emanciparse.