Una extendida leyenda negra, más chanza de antaño que otra cosa, asegura que las mujeres rubias, al menos las guapas, tienen altas posibilidades de ser tan insustanciales como tontas del culo, uno de los peores males que pueden aquejarle a uno. Imagino que si esto fuera cierto en los países nórdicos tendrían un gravísimo problema de estupidez generalizada, pobres vikingos. Bromas aparte, imaginen a una de esas rubias (de las cándidas tirando a simplonas, se entiende) metida en un fregado de padre y señor mío, con drogas sintéticas y mafia asiática de por medio. El caso es que un señor muy malo con ojos rasgados y sus esbirros (primero los todo a cien, luego a euro y pico, después el mundo…) toman la decorativa cabeza (y el resto de su anatomía) de Scarlett Johansson como la de turco para el traslado de un cargamento de una sustancia más que sospechosa. Infortunios diversos, o no, según se mire, harán que esta especie de kriptonita azul se mezcle con el torrente sanguíneo de la protagonista absoluta del evento, con el sorprendente efecto de lograr que ésta sea capaz de utilizar la totalidad de su cerebro (¡!). ¿Se imaginan? Cuando los mortales sólo llegamos a usar el 10 por ciento, esta rubia explosiva con ínfulas superheroicas es capaz de las cosas más inimaginables que la mente perjudicada de Luc Besson ha podido inventar, pasándose por cierto, bastante de la raya en su versión absurdamente sesuda (más por dentro que en apariencia, imaginen) de la mujer diez. Por el camino desfilarán además de los citados antagonistas un policía de belleza distraída (Amr Waked) y un intrascendente Morgan "Presencia" Freeman aportando poco más que la susodicha en el papel de profesor listísimo y algo abrumado que no pinta demasiado más que pasar por la trama de puntillas.
El inconfundible sello del padre del cine de acción francés a lo estudio pirotécnico, pero de autor, oye, con escaramuzas callejeras parisinas, persecuciones de vehículos tendentes al desastre y chistes fáciles que aligeren la adrenalina, se muestra como siempre efectista y efectivo en su intento por captar atenciones poco exigentes. Es la parte de poca ciencia y mucha ficción que pretende mostrarse reflexiva la que no llega a cuajar, dejando el proyecto a medias de varias cosas sin llegar a nada al completo. Scarlett Johansson está en forma profesional y da la talla como chica guerrera y peligrosa, aunque pareciéndose sospechosamente el rictus al de su Viuda Negra en Los Vengadores. ¿Quién dudaba de que el personaje diera para, al menos, una película en solitario?
El caso es que hace mucho que el cine de Luc Besson no puede calificarse demasiado por encima de "interesante", y eso con gran dosis de generosidad; que me perdone el creador de la magistral Leon el profesional, y traslado ya puestos las disculpas preventivas a rubias tontas y asiáticos que se puedan haber sentido ofendidas u ofendidos. Nada personal, cosa del tono que te contagia una cinta cuya clave consiste en no ser tomada bajo concepto alguno en serio…
Dirección: Luc Besson. País: Francia. Duración: 89 min. Género: Acción, thriller, ciencia-ficción. Intérpretes: Scarlett Johansson (Lucy), Morgan Freeman (profesor Norman), Choi Min-sik (Sr. Janq), Amr Waked (Pierre Del Rio), Analeigh Tipton (Caroline). Guión: Luc Besson. Producción: Virginie Besson-Silla. Música: Eric Serra. Fotografía: Thierry Arbogast. Montaje: Julien Rey. Diseño de producción: Hugues Tissandier. Vestuario: Olivier Bériot.