Una de las canciones más acojonantes que jamás se han escrito sobre esa asidua y erosiva compañera, la puta resaca. El tema pertenece al primer y homónimo disco de Kris Kristofferson, un pedazo de elepé publicado en el 70 que incluye, además de este precioso temazo, clásicos como el célebre “Me & Bobby Mc Gee”. Acompaño el clip de la letra original y la traducción. Pues ea, ahí va.
SUNDAY MORNING COMIN’ DOWN
Well I woke up Sunday morning,
With no way to hold my head that didn’t hurt.
And the beer I had for breakfast wasn’t bad,
So I had one more for dessert.
Then I fumbled through my closet for my clothes,
And found my cleanest dirty shirt.
An’ I shaved my face and combed my hair,
An’ stumbled down the stairs to meet the day.
I’d smoked my brain the night before,
On cigarettes and songs I’d been pickin’.
But I lit my first and watched a small kid,
Cussin’ at a can that he was kicking.
Then I crossed the empty street,
‘n caught the Sunday smell of someone fryin’ chicken.
And it took me back to somethin’,
That I’d lost somehow, somewhere along the way.
On the Sunday morning sidewalk,
Wishing, Lord, that I was stoned.
‘Cos there’s something in a Sunday,
Makes a body feel alone.
And there’s nothin’ short of dyin’,
Half as lonesome as the sound,
On the sleepin’ city sidewalks:
Sunday mornin’ comin’ down.
In the park I saw a daddy,
With a laughin’ little girl who he was swingin’.
And I stopped beside a Sunday school,
And listened to the song they were singin’.
Then I headed back for home,
And somewhere far away a lonely bell was ringin’.
And it echoed through the canyons,
Like the disappearing dreams of yesterday.
On the Sunday morning sidewalk,
Wishing, Lord, that I was stoned.
‘Cos there’s something in a Sunday,
Makes a body feel alone.
And there’s nothin’ short of dyin’,
Half as lonesome as the sound,
On the sleepin’ city sidewalks:
Sunday mornin’ comin’ down.
LA MAÑANA DEL DOMINGO DESCENDIENDO
Me levanté un domingo por la mañana
sin saber qué coño hacer con mi dolor de cabeza;
la cerveza del desayuno no me supo del todo mal,
así que me bebí otra de postre.
Después rebusqué en el armario de la ropa
hasta que encontré la más limpia de mis camisas sucias;
me afeité, me peiné,
y rodé escaleras abajo al encuentro del día
La noche anterior había consumido mi cerebro
tocando canciones, fumando cigarrillos,
pero aún así encendí el primero del día
mientras observaba a un chaval insultando
a la lata que iba corriendo a patadas.
Después crucé la calle vacía,
y aspiré el aroma dominical del pollo frito
que alguien estaba cocinando;
y aquello me hizo volver atrás, pensar en algo,
en algo que perdí, no sé muy bien cómo,
en algún lugar a lo largo del camino.
Caminando por la acera, domingo por la mañana,
deseando –¡oh, dios!– estar borracho,
pues hay algo en los domingos
que hace que los cuerpos se sientan solos,
y no hay nada, aparte de morir,
que nos haga sentir tan solos como el sonido
de la mañana de un domingo descendiendo
sobre las aceras de la ciudad dormida.
En el parque vi a un padre
columpiando a una chiquilla sonriente,
también me detuve junto e una Escuela de Domingo
a escuchar la canción que allí entonaban,
y después puse rumbo de vuelta a casa.
En algún lugar, a lo lejos, repicaba una campana solitaria,
y el eco de su sonido avanzaba por los cañones
como los sueños desvanecidos del día de ayer.
Caminando por la acera, domingo por la mañana,
deseando –¡oh, dios!– estar borracho,
pues hay algo en los domingos
que hace que los cuerpos se sientan solos,
y no hay nada, aparte de morir,
que nos haga sentir tan solos como el sonido
de la mañana de un domingo descendiendo
sobre las aceras de la ciudad dormida.