Revista América Latina

Macondo, una prisión para mujeres en Cuba.

Publicado el 29 enero 2018 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

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Testimonios de corrupción y abusos en un centro de Trabajo Correccional con Internamiento.

Macondo, una prisión para mujeres en Cuba.

LA HABANA, Cuba.- La realidad cubana está mucho más allá de esa propaganda comunista que exhibe el régimen totalitario del clan Castro, esa que constantemente muestra en sus medios de comunicación, que son todos, suponiendo que podrá manipular la verdad toda la vida; solo que a veces resultan demasiado brutos, y esas torpezas descubren sus verdaderas intenciones.

“Macondo” es una muestra de esas torpezas, de esas desfachateces que comete a diario este gobierno. Y que nadie supongo que voy a escribir sobre aquel sitio en el que se desenvuelve la historia del colombiano, y amigo de los Castro, Gabriel García Márquez. Escribiré, describiré, denunciaré, una realidad de apariencias macondianas que sucede en el occidente de esta isla, y que nada tiene que ver con el realismo mágico, y que más bien se trata de un “realismo diabólico”.

Bastaría con manejar, e incluso recorrer a pie, un tramo de la carretera de Borgita en el municipio de Alquízar, provincia de Artemisa, para mirar un lugar de apariencias normales, que a primera vista parece una de esas posadas que existieron alguna vez en Cuba; pintadas de verde y rosa y protegidas por un enrejado de cabillas, que, y también en apariencias, solo pretender delimitar el espacio de esa propiedad del gobierno.

Solo que el viajero descubrirá que no se trata de un hotel si no de una prisión para mujeres.

Eso dice aquel cuadro de cemento en el que se lee de arriba a abajo: “Centro mixto, para mujeres, Macondo”. Yo puse las comas, pero no sé quién le puso el nombre.

En Cuba se hacen esas cosas para congraciarse con los jefes, y es posible que a algún sesudo que conocía de la amistad de Fidel Castro con el Gabo, le pareciera justo usar el nombre de aquel sitio donde transcurre la novela Cien años de soledad para definir a un reclusorio para mujeres, donde lo que sucede da para mucho más que una novela.

En Macondo no se respetan los derechos humanos, y prueba que la sociedad cubana es una de las más corruptas sobre la faz de la tierra, comenzando el inventario desde arriba, desde los más altos funcionarios del Gobierno, esos que hasta tienen, para ellos solos, una prisión en el Cotorro, con esmeradas atenciones, si es que se compara con las comunes.

En “Macondo” guardan prisión mujeres sancionadas por delitos de malversación, cohecho, falsificaciones, prostitución, o aquellas que representan un peligro para la sociedad. Estas reclusas, según el régimen penal cubano, son categoría TCI: Trabajo Correccional con Internamiento. En este “Macondo”, suceden hechos increíbles, con la diferencia de que ese espacio es real y no salió de la invención.

Las más corruptas en esa prisión no son las presas, sino las de más alta jerarquía: la directora, María Elena Riveri Moya, y Kenia Castañeda López, jefa de Tratamiento Educativo, y quien antes de comenzar en la prisión vivía en una casa de madera y con piso de tierra, y ahora en una de mampostería y de dos plantas, gracias a las ventas de pases de 24 y 48 horas, por las que cobran 25 y 50 CUC, respectivamente. Se dice que esta mujer ha podido prestar a otra oficial la cantidad de cinco mil pesos, cuando su salario mensual no llega a los mil pesos.

Kenia y la directora deciden ayudar a las mejores postoras, aquellas de familias con buena solvencia económica que pueden pagar la suma que se les exige para que se atienda a los “ruegos de madres”, o a las libertades por rebajas de condenas.

Macondo, una prisión para mujeres en Cuba.

Tengo conmigo los nombres de las reclusas que han sido beneficiadas, pero por una cuestión de ética no los daré a conocer. Prefiero exponer las evidencias de aquellas que no tienen con qué pagar, que necesitan de verdad esos privilegios y no se les conceden porque nada ofrecen.

En Macondo, las reclusas que tienen familias de “buena economía” son ubicadas en el pantry de la directora, a quien proporcionan los alimentos que apetezca, los obsequios que no puede comprar con su salario, y todo a cambio de menos años entre rejas. El pasado 6 de abril entró una reclusa con una sanción de dos años, y de inmediato se le colocó en el pantry, y luego de regalar teléfonos celulares, planchas para alisar el pelo, cortinas para la oficina de la directora, salió en libertad el 31 de agosto, sin que cumpliera al menos cinco meses de privación de libertad.

Todas las violaciones ocurren con la anuencia de la Directora, María Elena, y también de Kenia, que amenazan a las internas. Cometen las mayores injusticias para satisfacer sus antojos. Ellas lo disponen todo para que sus bolsillos se llenen. La amenaza ha sido su mejor arma, y quien intente quejarse ante las instancias superiores, sabe muy bien que recibirá los peores castigos, decididos lo mismo por ellas que por las jefas que las sustituyan.

Hace poco algunas presas fueron testigos “mudos” de que las jefas consideraran cuidar particularmente a una reclusa por una falsa enfermedad. La cuidaron tanto porque esa mujer reunió pruebas que comprometían a esas militares. La mujer se las mostró, y advirtió a las jefas que las tenía “cogidas por el cuello”, que eran tan contundentes que podían quedar “guardadas”, como el resto de las presidiarias. Eso bastó para que la “chantajista” saliera en libertad casi de inmediato.

Silvia María López Céspedes presentó en dos ocasiones la “súplica de madre”: su hermana, mayor de la Unidad de Policía de Acosta, se reunió en varias ocasiones con la Directora, que se sintió presionada por su compañera militar, y ayudada por su esposo, juez lego de la provincia de Artemisa, se ocupó de negar la petición de libertad anticipada. Es decir, que los regalos valen más que el uniforme de una compañera.

Estas dos mujeres infames logran sus marañas jugando con los horarios. Dejan salir de pase a quien pagó, antes de las siete de la mañana, y regresar pasadas las seis de la tarde. Atienden muy bien a los horarios para que el resto de las reclusas no descubran las negociaciones, por eso las beneficiadas salen y entrar cuando todas están en los albergues, y así no pueden ver los bolsos llenos de regalos que reciben las dos jefas.

Dos internas que llegaron, pasado el tiempo que les otorgaron de pase, no fueron consideradas de indisciplinadas, y todo porque una de las beneficiadas ofreció a la directora, a quien le gusta mucho “presumir”, teñir su pelo y laceárselo después. En el penal también existen sanciones para el que decida poner un negocito de venta de ropas, lo que ocurre con muchísima frecuencia, pero las militares viran la cara para no enterarse, a cambió de que a ellas les toque algo gratis.

Yaquelín Villavicencio no corrió con la misma suerte. Ella tiene también el derecho a su pase mensual, pero lo perdió después de que la descubrieran introduciendo mercancías que, suponían las militares, eran para la venta, pero no ofreció “salvar” a las jefas.

La reclusa Yaneisi Morato Gómez pidió permiso para llevar a su madre a un turno médico, y se lo negaron porque el Jefe del Órgano así lo decidió, y lo peor es que comprobó con sus ojos cómo otras salieron custodiadas por la oficial de guardia Elianne, alias “La Toty”, y también unos días después, durante la guardia de Aliuska, y todo coordinado por la Directora; y para que no “salten” en el sistema esas salidas, tan cercanas una de la otra y de la misma presa, se le cambia el nombre por el de otra reclusa. También están las que pasean el día de su cumpleaños o en su aniversario de bodas.

Macondo, una prisión para mujeres en Cuba.

En Macondo hay una presa que recibe la visita de su marido en la oficina de la Directora. El hombre entra en su moderno auto, particular, hasta el interior del Campamento. Cuando otras reclusas le preguntan a la compañera como es que consigue su marido entrar así, ella responde que está autorizado por la directora, y según el resto de las mujeres, él hombre tiene esa prebenda porque regaló a la directora un “televisor plasma”.

Son comunes los regalos, aunque se dice que por estos días cesarán, porque se espera una visita del ministro de Justicia. Así son las cosas en este Macondo, tan propio de un “diabólico realismo cubano”, donde solo describí una parte, esa que ofrece ventajas a quien tiene algo que dar; para las otras la historia es bien diferente y llena de abusos, para ellas no hay condescendencia. Por ellas, las más desprotegidas, hago esta denuncia.

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ACERCA DEL AUTOR

Macondo, una prisión para mujeres en Cuba.
Ángel Santiesteban

(La Habana, 1966). Graduado de Dirección de Cine, reside en La Habana, Cuba. Mención en el concurso Juan Rulfo (1989), Premio nacional del gremio de escritores UNEAC (1995). El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. En 2013 ganó el Premio Internacional Franz Kafka de Novelas de Gaveta, convocado en la República Checa con la novela El verano en que Dios dormía. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países.

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