A dos meses de la celebración de las elecciones presidenciales francesas, y viendo que el tema es de interés de los lectores de este blog, vuelvo a escribir un artículo sobre la figura de Emmanuel Macron, cuyo estilo comunicativo y su concepción monárquica de la institución suele despertar airados debates.
Cuatro años después de que algunos escándalos (el caso Fillon, por ejemplo) y otros 'políticamente desafortunados' eventos ayudaran en 2017 a Macron, un ministro de economía del Partido Socialista que no tenía mucha popularidad y tampoco experiencia electoral, a vencer un raudal de candidatos de mayor perfil en las presidenciales francesas, sus formas políticas siguen siendo una especie de misterio.
Ni de izquierdas ni derechas, y todo lo contrario
Macron se hizo campaña a sí mismo como un político de izquierdas y derechas, y por ende como alguien que cambiaría el sistema que tenía el gobierno francés hasta entonces. Obtuvo el apoyo de todo el espectro político cuando lanzó su movimiento "En Marche".
Y ahora, durante cinco años, ha estado defendiéndose de los desafíos que la política francesa convencional ha ido arrojando. Comenzó en la segunda vuelta de las elecciones de 2017 contra la nacionalista de extrema derecha Marine Le Pen, continuó con un enfrentamiento con el movimiento de protesta de los chalecos amarillos y está culminando en un choque de guerra cultural con el polemista Éric Zemmour, que entró en la carrera por la presidencia en noviembre.
Si Emmanuel Macron está tan convencido de su reelección en abril de este año (pues es la imagen que a menudo proyecta), se debe a que ha usado con éxito la pandemia para mostrarse como un líder que guía a la nación a lo largo de una crisis. No obstante, el Macron que surgió en respuesta a la COVID-19 no es tan parecido al hombre que fue en 2017.
De dónde viene y adónde va Macron
Antiguo banquero de los Rothschild y favorable a las empresas como ministro de economía, parece que sus perspectivas han cambiado al olvidar sus anteriores compromisos de rehacer el mercado laboral, el sistema de pensiones y el aparato administrativo de Francia. Suspendió en buena medida las reformas neoliberales que han sido sello de su identidad política, así como de las preocupaciones presupuestarias.
Ahora es mucho más probable que haga hincapié en la necesidad de una nueva política industrial para que los suministros médicos esenciales de Francia no dependan de cadenas de suministro que se extienden por todo el mundo.
Cabe acotar que la pandemia no ha sido la única amenaza que ha hecho que Macron redefina su presidencia. Desde que ocurrió el asesinato del profesor de escuela Samuel Paty en octubre de 2020, el presidente adoptó una línea más severa de discurso y de cierta manera, también en sus prácticas en cuanto a las redes islamistas radicales.
Géral Darmanin, ministro interior de Francia, estremeció a la opinión pública tras un debate con la política Marine Le Pen en febrero del 2021, cuando acusó a la jefa del partido Agrupación Nacional de no estar suficientemente alerta ante la amenaza que supone el extremismo islamista.
Es pertinente preguntarse (como ya muchos han hecho) qué tiene en común el Macron de 2017, aclamado en aquel momento por la prensa anglohablante como un salvador del liberalismo, con el Macron de 2022, un defensor de la nación de discurso duro que se inclina hacia la derecha y desprecia la sabiduría económica neoliberal. ¿Existe un macronismo en el cual se estructuren estos cambios estratégicos?
Desde el comienzo de su primera campaña presidencial, Macron ha demostrado ser un político que puede realizar cambios desorientadores en su estrategia discursiva. No obstante, estos respectivos cambios siempre han estado a la asistencia de una visión política caracterizada por el discurso.
Informado por las conexiones con su mentor intelectual, el filósofo Paul Ricoeur y su predecesor político, Michel Rocard, ha elaborado una comprensión de la política que lo sitúa a él y al Estado en un rol de exégesis que ofrece a los ciudadanos franceses interpretaciones y explicaciones para amoldarlos a las realidades de la globalización económica.
Este macronismo, herencia de Ricœur y Rocard, se enfrenta no solo al reto de la próxima campaña sino a una crisis que no se puede gestionar por medios discursivos.
En el medio o allí donde te atropellan los coches que vienen de un lado u otro
El presidente francés ha intentado mantenerse políticamente neutral, algo que, según él, ha creado desilusión entre los franceses. Tomemos en cuenta que lo neutral es una táctica en la que se toma un poco de todo (derecha, izquierda, del centro, gente popular) y con todo eso se construye algo "neutral". Por esto, se ha llegado a pensar que Macron no se apoya en la ideología política, sino en "marca política" para venderse como político, lo que ha coadyuvado a que su inclinación política sea indefinible para algunos.
El macronismo no es una ideología de pensamiento que esté claramente definida, sino una forma de presentar proyectos políticos. Los símbolos, colores y lenguaje apaciguador que utiliza Macron crean más una narrativa que una ideología política.
Después de que Macron fuera elegido en 2017 de las cenizas del Partido Socialista como un liberal económico innovador que apelaba a un amplio centro, permite ahora que sus ministros se posicionen a la derecha de Le Pen. Tanto como causa como consecuencia de esta reorientación, su electorado se ha desplazado hacia los votantes conservadores.
A pesar de algunos desaciertos en el camino, mientras busca la reelección este próximo abril, el presidente que se nutrió de las altas esferas de la tecnocracia francesa tiene un potencial golpe de gracia que lanzar: la robusta economía.
Después de una caída precipitada al principio de la pandemia de la pandemia, Francia ha registrado un repunte destacado, con la producción alcanzando los niveles anteriores a la crisis en otoño, antes que sus pares y mucho antes de lo que incluso el equipo de Macron esperaba.
Sin embargo, aunque es difícil confirmar la causa y el efecto, muchos indicadores han mejorado en los últimos cinco años, dando a Macron muchas cifras para reforzar su credibilidad.
Tenemos un caso de un político que ha creado sus propias formas, y que se ha ido amoldando a las situaciones de formas menos convencionales.