- Esposo y Señor mío, desde hace días le noto melancólico y acongojado. ¿Qué es lo que entristece su alma?.
- Querida y Noble Dama Bourboneta, de todos es sabido que me apena la suerte que correrá nuestro hijo amado, Heredero de estas hermosas y vastas tierras.
- Pues debería ser motivo de gozo, querido esposo y Príncipe, pues el destino de nuestro hijo está ligado a su futuro matrimonio con la hija del hombre más poderoso del Reino de Aragca.
- Ciertamente, el saber que mi hijo se unirá con esa mujer de origen poco claro es lo que más daño hace a mi corazón.
- Exagera mi esposo, pues Los Minotauro son dueños de su propio Principado desde hace más de dos siglos y si bien sus dominios son por extensión de territorio de entre los más humildes, no lo es así la Renta que han acumulado durante varias generaciones, siendo ellos los más ricos de entre todos los Principados y Nobles en el Reino.
- Que tengan dinero y títulos nobiliarios, no quita el hecho de que sean unos condenados caníbales. Vergüenza de vergüenzas ver casado a uno de mi linaje con dicha familia de rufianes degenerados.
- Sigue en el error mi Noble Esposo, pues hoy en día todo hombre, mujer o niño en este reino, sea noble o sea plebeyo, sea blanco o negro, sea pobre o rico, ha probado carne humana.
- En esto no estoy de acuerdo, pues una cosa es comprar de vez en cuando una que otra lata importada con dicha delicia, como hacemos aquí cuando se quiere hacer alguna receta compleja para festejar una ocasión especial y otra ya es tomar dicha dieta antropófaga como un estilo de vida a la usanza de los odiados Minotauro, que de por sí es un nombre muy grotesco para llevar como denominador de una casa de Nobles.
- Nunca he entendido como es que usted ve el mundo, Esposo mío. Es una realidad que hoy en día cualquiera puede comprar en el mercado dicho ingrediente, pues viene en grandes cantidades del Tercer Mundo. Gracias a dicho consumo se hace bien al planeta, pues ha controlado la sobrepoblación que casi extingue a la humanidad entera.
- Que la ONU haya legalizado el consumo de carne humana, no quita lo horrendo que es dicha acción, hasta donde sé, hay fábricas enteras en los países plataneros, en donde es toda una industria. Vivimos en tiempos bárbaros.
-¿En qué mundo vive el Príncipe? No hay tales fábricas en ningún país, desde hace décadas los acuerdos internacionales dicen que las plantas de procesamiento deben estar en Alta mar, los países pobres solo proveen la materia prima.
- Pues no se le haga raro a mi bella esposa que Los Minotauro deban ser los dueños de varios de esos barcos siniestros en donde se enlata a la gente, solo así se explica su extraordinaria y fabulosa riqueza.
- Querido, sea como sea que hagan el dinero, de momento no nos incumbe, pues en nuestro lado lo que nosotros producimos es deudas, estamos quebrados y desde hace ya varias generaciones. El padre de mi esposo, su abuelo y toda la línea de ancestros, fueron hombres dados al despilfarro, la ebriedad, el juego y el gusto por mujeres que venden el cuerpo tanto al Noble como al campesino. Esta unión de nuestro hijo con la Baronesita de los Minotauros, literalmente nos viene como anillo al dedo.
- Un momento. Que si en mi linaje hay una que otra mancha negra, en el de mi Noble Esposa, también hay algunas acotaciones a remarcar, pues de todos es sabido que las damas de ese linaje son brujas, envenenadoras, mujeres sin sentimientos, ambiciosas y manipuladoras. Nadie las quería en matrimonio.
- Exacto amado mío, somos lo que somos, y henos aquí, en Santo Matrimonio, la unión de dos de las Casas de Nobles más indeseables del Reino. Y que de no ser por este matrimonio que viene para nuestro hijo, el futuro solo se vería como un tiempo muy infame. La Baronesita es la única heredera de Los Minotauro, quizás una vez que tenga descendencia ella misma podría caer presa de una enfermedad fatal y no sobrevivir al postparto. ¿Y quién será el heredero de toda esa fabulosa y mítica fortuna? Nuestro Nieto. Que llevara nuestra sangre. Y siendo la creatura muy inmadura para gobernar, será necesario que nosotros los abuelos nos encarguemos como Regentes mientras nuestro descendiente adquiere sabiduría y edad suficiente para ser autónomo.
-¿Y qué le hace pensar a mi esposa, que esos carniceros con los que se va a unir nuestro hijo no hayan anticipado estos planes?
- Es posible y hasta sano que así sea. ¿Quizás prefiere mi bello príncipe ver casado a su tierno hijo con una mujer plebeya, pobre y fea?
- No blasfeme, dama mía.