Mientras las abejas se afanan en los romeros, bañadas en sol, más abajo se extiende el mundo subterráneo, hecho de roca pulverizada, humedad y detritus, un oscuro laberinto sin caminos por donde yerran toda su vida millares de microbios, gusanos diminutos, lombrices, y el lagarto sin patas al que llaman la Madre de las Hormigas. La leyenda de una serpiente atendida por sus hijas hormigas en el corazón del hormiguero se repite extrañamente en distintas culturas, pero en nuestro caso la supuesta matriarca es en realidad un depredador del subsuelo que persigue a las hormigas dentro de sus propias galerías, las rastrea sacando su lengua bífida, las atrae, quizás, con uno de los débiles crujidos que emite, y las engulle una tras otra. Es la culebrilla ciega (Blanus cinereus), un lagarto en el que la evolución ha dado de nuevo con la forma de una lombriz de tierra, con una misma solución para un mismo estilo de vida, en lo que constituye un ejemplo espectacular de convergencia evolutiva. ¿Qué queda de lagarto en la culebrilla ciega? Ya no tiene patas, y sus ojos son sólo como puntos minúsculos cubiertos de escamas, pero si pierde la cola le volverá a crecer como a un verdadero lagarto.
La culebrilla ciega sólo vive en la Península Ibérica, y en toda Europa es la única especie de su familia, los Anfisbénidos. Tal nombre les viene de un monstruo legendario de la antigua Grecia, la anfisbena, la Madre de las Hormigas, la serpiente con una cabeza en cada extremo del cuerpo, con lo cual podía moverse hacia delante y hacia atrás sin que se supiera si iba o venía. Puede que esta criatura esté inspirada de algún modo en la culebrilla ciega, cuya cabeza cuesta a veces distinguir de la cola y cuya presencia, en las raras ocasiones en que se deja ver, suele advertirse entre los túneles de un hormiguero al levantar una piedra. Se dice que la anfisbena nació de una gota de sangre de la monstruosa Gorgona Medusa, cuya mirada petrificaba y cuyos cabellos eran serpientes. Después de que Perseo, el Destructor, la decapitase mirando su reflejo en un escudo pulido, la sangre de Medusa cayó al desierto de Libia y fecundó las arenas, produciendo serpientes insólitas que, según se cuenta, fueron el asombro de Catón y de sus soldados cuando recorrieron aquella desolación. Siglos después, en los escudos y bestiarios medievales, la anfisbena reapareció en forma de dragón de dos cabezas, y más tarde aún inspiró el misterioso relato escrito por un Jorge Luis Borges con toques de Lovecraft: There are more things. Ajena a toda esta vida imaginaria, la anfisbena de nuestro monte mediterráneo no tendrá dos cabezas, ni será hija de Medusa, pero, evocando otra leyenda griega, este reptil es para las hormigas el verdadero monstruo de sus laberintos subterráneos.
La producción de sonidos en la culebrilla ciega fue descrita por vez primera en Gómez Durán (1985) Producción de sonidos en Blanus cinereus. Doñana Acta Vertebrata 12: 326-327. Más sobre la anfisbena en "El libro de los seres imaginarios", de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero (edición de 2007).