18/04/2011 elpais.com
La Pachamama, la Madre Tierra, en la espiritualidad andina, va a ser reconocida como un ser viviente, al igual que los animales que la recorren y los seres humanos que malamente la explotan. En lo que constituye un acto legislativo sin precedentes, que no puede sino saludarse como positivo, las cámaras bolivianas están muy próximas, y con mayorías abrumadoras, a aprobar una detallada legislación sobre aquello a lo que tiene derecho el suelo que pisamos. A saber. A la existencia; a la reproducción del ciclo de la vida; a no sufrir modificaciones genéticas de las plantas que en ella crecen; a gozar de agua y aire completamente puros; y el derecho, concomitante con el anterior, a librarse de la aplicación de cualquier agente de contaminación. El vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, que aunque es criollo, es decir descendiente de españoles como sus apellidos apuntan, se ha entregado con fervor a la exaltación del panteísmo altiplánico, ha dicho que la ley establecerá un nuevo marco de relaciones armonioso y fecundo entre la Tierra y sus habitantes.
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Y el ministro de Asuntos Exteriores, este sí que básicamente indio, David Choquehuanca, afirmó que el sentido de comunión con la naturaleza propio de los habitantes de la alta meseta boliviana en la que se alza la capital, La Paz, puede contribuir a resolver el problema del cambio climático y facilitar un acercamiento a la Tierra que, mientras que extrae de ella sus necesarios frutos, garantice la conservación y medro del medio ambiente.
Esta iniciativa merece sin duda la aprobación universal, siempre y cuando no se quede en una mera declaración de intenciones (como suele suceder) o, en el caso opuesto, yugule con prescripciones de un rigor atenazante la explotación de las inmensas riquezas del subsuelo, para el beneficio de un pueblo que hasta ahora, en dos siglos de independencia, había visto, impotente, cómo se deterioraba el suelo que pisaba y apenas alcanzaba a vivir de lo que de él obtenía. Evo Morales, primer indígena elegido presidente del país, encarna hoy la mayor jerarquía de esa nueva sensibilidad.