Revista Libros

Madres

Por Anarod
Os anuncié una entrada sobre el asunto de la SUBROGACIÓN GESTACIONAL.
Aparte el hecho de que en mis escasos vagabundeos urbanos siento una y otra vez la tentación de hacer entradas sobre el lenguaje...
(de lo que quizás me aparta mi escasa predisposición normativa)
cuando me veo obligada a perder el tiempo en las consultas médicas y hojear el Lecturas o el Hola o lo que cuadre, los comentarios o posibles entradas para el Blog se precipitan. Sólo el inamovible propósito de no sucumbir a la actualidad (tampoco la política) consigue frenarlo.
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Pero es lo cierto que llevo meses pensando.
Y os diréis ¡qué frivolidad!
Pero es lo cierto que llevo meses pensando en esta entrada de hoy, porque las incitaciones...
Me pareció que no debería demorarla más tras leer lo de SUBROGACIÓN GESTACIONAL.
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Leía (más bien veía las fotos) sobre el gran recibiemto que le hacían a Kirk Douglas tras su cáncer, evento en el que todo Hollywood, a propósito de los Globos de Oro, participaba.
Estaban la Angelina Jolie y su Brad, aunque sin los críos, y la australiana cerúlea, ¡ay!, ésta... la Nicole Kidman (me lo acaba de chivar Blanca, que está con Adrián en el salón viendo no sé qué), de la cual elogiaban su espléndida figura, dado que acababa de...
Y aquí venía la explicación. Se ve que lo de "madres de alquiler" (o peor: úteros o vientres) resulta demasiado vulgar y... ¡el periodismo!
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Hace mucho tiempo que, a propósito de esta moda de la adopción por las celebrities, quería hacer una entrada. Mayormente por restaurar cierta memoria y poner las cosas en su sitio.
En primer lugar, a Woody Allen y Mia Farrow con su recua (que resultó en lo que resultó y todos sabemos, sin necesidad de entrar en detalles).
Pero vayamos al cuento.
Hubo una vez (finales de los sesenta del pasado siglo quizás) una niña a quien, cada semana, su madre le mandaba ir a la Peluquería a guardar la vez. De entre las varias tareas que su mandre le encomendaba, ésta no era, en absoluto, la que más disgustaba a la niña. Porque entonces ella leía las revistas y, aparte de fijarse en modelitpos y demás, leía la Historia.
Salían los de siempre (Balduino y Fabiola, y Farah Diba y el Sha...) pero tembién la estampa de una vieja madre atrincherada con sus doce hijos (adoptivos) a las puertas de una envidiable mansión (por más que decadente), intentando resisteir e impedir que se ejecutara una orden de desahucio.
Era la imagen final de una Josephine Baker que....
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Cuando, hace ya muchíiiiiiiiiiiiiiiiiiisimos años (antes de según qué modas), me propusieron dirigir una colección de biografías de mujeres excepcionales (que titulé "Mujeres de novela"), no dudé ni un segundo en incluir en la selección el libro de Phyllis Rose, Jazz Cleoplata, publicado en Tusquets, sobre la "diosa de ébano".
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Yo no sé por qué.
Sé que en la vida de JB hubo despilfarro y derroche, pero también hubo generosidad y desprendimiento.
Y riesgo: fue una especie de Mata Hari, aunque sin doble cara, cuando en 1939 el Departamento francés de inteligencia militar la reclutó para realizar tareas de información, y colaboró en la Resistencia, y desempeñó misiones en Casablanca y en otro puntos del norte de África, y recitó y actuó para los soldados del frente, al servicio de una Francia libre... servicios gratuitos realizados a veces en un estado de salud muy precario.
En la década de los sesenta (y en consonancia con lo que ella fue: un diáfano espejo de nuestro turbio siglo XX) encontramos en sus actuaciones curiosas concomitancias con el movimiento hippy: el antibelicismo, la incitación a la vida o los discursos sobre el amor. Por supuesto, también estuvo en las barricadas de mayo del 68, entre infarto e infarto.
La biografía de Phyllis Rose es impecable a la hora de trazar el esplendor de esta diosa de ébano entre los artistas de vanguardia de entreguerras, pero... como suele ocurrir, parece que los españoles no se hubiesen enterado del tema.
(Y voy a hacer una entrada sangrienta sobre el asunto, porque ya apesta).
Por eso, en el prólogo con que encabecé la reedición de la biografía cité a los nuestros.
Ramón Gómez de la Serna, nadamenos que n sus Ismos, nos dejó una imborrable imagen de la Baker en movimiento:
"La Baker interpreta como nadie la movimentación desaforada de la nueva movilidad, al kinkaju de presente. La Baker, pintada de negro, ya que no es bastante negra, y con el pelo mantecoso, como si fuese a asar su cabeza, interpreta el patinado de la vida moderna, y resulta un estupendo muñeco que sabe lo que se hace".

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