En una democracia formal, constituida por ciudadanos demócratas, no debiéramos caer en el pesimismo por determinados resultados electorales. Eso tiene solución para cuando se convoquen nuevas elecciones. El pesimismo electoral tiene fundamento cuando votamos con las vísceras, cuando no aceptamos la probabilidad democrática de ganar o perder. Como ya se habrán publicado todos los análisis, me detengo en tres elementos de cualquier convocatoria electoral: prensa, partidos políticos y electorado.
Prensa. Se suele afirmar que tiene un papel determinante, que la gente -de manera especial aquella que no está muy interesada en la contienda partidista- vota influenciada por lo que difunden los grandes medios y que la mayoría de estos están escorados a la derecha y al tremendismo partidario. El sesgo derechista de la inmensa mayoría de los medios parece evidente con periódicos como ABC, El Mundo, La Razón, emisoras como COPE y Televisiones como Antena3 o Telecinco. En el centro se podría situar a El País y La Vanguardia, Cadena SER y, si me apuran, algún programa de Onda Cero. En el espectro de la izquierda no hay un gran medio aunque existan digitales como Público o Diario.es. ¿Son determinantes estos medios en la decisión de los electores? La respuesta parece obvia. En todo caso, cuando Podemos irrumpió en el Congreso con 42 diputados a los que se sumaron otros representantes de las confluencias hasta alcanzar los 69, el panorama mediático no era distinto al actual. Tampoco ha variado desde que el PSOE fuera la opción preferida por los madrileños en las anteriores autonómicas.
Partidos políticos. En la democracia parlamentaria clásica, el diputado era el eje fundamental de todo el proceso de participación política. En esta democracia de partidos, son las formaciones políticas las que protagonizan los dos momentos cumbres de dicho proceso: las elecciones y la actividad parlamentaria. Que, en su actividad parlamentaria, los diputados están amarrados a la disciplina de partido resulta evidente. También parece claro que el candidato es más determinante que la opción política que representa. En las elecciones municipales se materializa de manera bastante clara. En Los pocos y los mejores. Localización y crítica del fetichismo político (Akal, 2021), José Luis Moreno Pestaña recuerda que los partidos son una invención democrática, que la democracia empezó sin ellos y que podría seguir existiendo en su ausencia o reduciendo su papel. Cuando Podemos irrumpió en el Congreso, ¿aportó más Pablo Iglesias o la marca Podemos? ¿Por qué algunos candidatos del Partido Popular minimizan las siglas del partido - Ayuso o Feijóo, por ejemplo- de manera tan llamativa y eficaz?
Electores. Particularmente me resisto a despotricar de los electores que han votado. No repetiré los insultos que recibíamos los andaluces por votar como lo hacíamos hace algún tiempo. Sería fácil recapitular y enumerar la ristra interminable de epítetos que fraguaron la imagen distorsionada de un pueblo que situaban a medio camino entre la romería de El Rocío y los tablaos, entre la indolencia y el subsidio. Cuando Andalucía votaba lo que no gustaba a esa prensa cañí, -¡tan orgásmica en estos días de mayo!-, los andaluces éramos unos paniaguados y nuestro voto clientelar o ignorante. No como quienes han votado a la madrileña. De todos es sabido que su respuesta es producto de un electorado cosmopolita, comprometido y con indudable capacidad crítica; rebosante de sensatez, cultura e inteligencia.