La relación de la fotógrafa sanabresa Concha Prada (Zamora, 1966) con la Galería Oliva Arauna, aparte de superar la década, ha brindado al público trabajos excelentes que han recorrido desde la complejidades urbanas hasta la relación de la cotidianeidad con el objeto. Con la investigación fotográfica como eje, es el turno de El cuento de la lechera, una serie que explora el movimiento desde su quietud y el color desde su ausencia. Cuerpos femeninos congelados en el instante en que son golpeados por un cubo de leche, representante como en el cuento popular de los sueños que se esfuman por culpa de la violencia y el azar. Posturas sorprendidas, espontáneas, flotando en un vacío que niega las segundas lecturas y que, pese a desentenderse de las retratadas –que acertadamente no muestran su rostro–, parece reclamarlas como si sus respectivas flaquezas fueran el mayor de sus sustentos.
El cuento de la lechera triunfa como muestra individual y como nuevo capítulo en la carrera de Concha Prada, tan necesario como los anteriores para desentrañar una de las producciones más interesantes de la fotografía contemporánea española, una exposición que podrá contemplarse hasta el próximo 9 de junio.