Revista Arte
Después de Baeza y Úbeda, con los buenos amigos de Andalucía, especialmente los que más conozco, de Jaén, viaje a Madrid, donde también hay tema. En estos sitios siempre se queda muy corto el tiempo, pues mucho hay que ver. Y dibujar. El motivo original del viaje era ver a Les Luthiers, que por sí mismos ya merecía la pena venir a Madrid. Pero de paso, estaba el Prado, el Thyssen, (dejando aparte muchos otros museos que también merecerían una visita), la Plaza mayor, la Almudena, la Cibeles y mil y un rincones, plazas, calles, cafés y monumentos. Mucho se queda por ver, como es natural, empezando por los museos. En el Prado hay que quedarse a vivir varios días para ver bien una mínima parte de lo que allí se expone. En el Thyssen, tres cuartos de lo missmo. Pero no hay que enfocarlo así. Hay que valorar lo que pudimos disfrutar, que fue mucho, no lo que faltó, qu fue más. Plaza Mayor, dibujo después de tomar una cerveza y un bocadillo de calamares. Últimamente veo que en mis dibujos aparecen más personas, que procuro recoger algunas posturas y situaciones, lo que ñade vida a los dibujos y los hace más creíbles, porque esta plaza vacía es inimaginable. Muestro ampliado un trozo del dibujo, parcialmente coloreado, lo que evita ocultar detalles del dibujo. Esto lo he hecho así en muchos otros.
El primer día, un café en el Ritz antes de entrar al Prado. Estábamos alojados justo enfrente del museo, en un apartamento que habíamos alquilado mucho tiempo antes, lo que permite hacerlo con buenos precios. Ha merecido la pena, ver el Prado desde el balcón, tener el Thyssen en la esquina siguiente y tener que andar poco para bastantes visitas desde esa base. Podría escribir una guía de Madrid para cojos, pus he dosificado mis pasos mucho. Aún así, algunos días acababa para darme la puntilla. Por eso se agradecen estos ratitos de descanso aprovechados para hacer un dibujo. En esta foto se ve la situación, en la siguiente el dibujo, cuñado en el hotel, cosa que suelo pedir.
Fuimos al Palacio Real, a la Almudena, y me senté al lado de la fila de reyes godos, aunque me entero que godos sólo hay cinco, el resto son los primeros reyes de los reinos cristianos al principio de la Reconquista. Bueno pues acompañado de Alarico, Ataúlfo, Recaredo y demás monarcas, hice este dibujo con estilográfica que luego coloreé parcialmente con acuarela.
Coincidió que era el momento del relevo de la guardia, ocasión que aproveché para hacer otro dibujo, este más sencillo y rápido, intentando recoger el desfile de los soldados y a los caballos, que se estaban mucho más quietos. El Palacio Real como fondo. Al colorear aprovecho para estrenar unas pastillas de acuarela de oro de Kremer. Asombrosas, aunque en la foto no se vean sus brillos.
Les Luthiers. Geniales, aunque es una pena la ausencia de Daniel Ravinovich, recientemente fallecido. Su sustituto da la talla, lo que no impide echar de menos al original componente de este grupo al que conozco y sigo con devoción desde sus primeros discos, que conservo en vinilo. El dibujo se hace antes de que empiece el espectáculo, como es natural, que luego todo se pone oscuro. Los personajes del escenario se añaden después. Como se ve, para llenar de gente las gradas y pista no entra uno en detalles, que el tema es conseguir dar una impresión, no hacer estudios de anatomía. En el mercado de San Miguel, tomando un café para entrar en calor y esperar que desaparezca esa furgoneta. Como nadie se sentaba en esas sillas, se inventa uno a unas personas que den ambiente. El color de las frutas y las verduras, el cielo con nubarrones, los reflejos de los cristalesd, la gente que entra y sale... Tema muy atractivo. Este se colorea con acuarela en el lugar del crimen, lo que tiene mucho mérito, dado el frío y el viento que hacía.
Esperando poder entrar al espectáculo de Les Luthiers, tomamos algo en un bar en esta plaza francamente horrible. Plaza de Felipe II. El arquitecto debe de ser inglés, sin duda una venganza por lo del intento de la Armada Invencible, pues no encuentro otra explicación. No es que la afee el dolmen, lo único que casi se salva, ni por los veladores o edificios que la rodean, sino por la abundancia de hormigón, por las rampas que parecen destinadas a que jueguen los niños, incluso que las salten con sus monopatins. Nada de eso, tienen en sus suelos inclinados incrustados libros de bronce de aristas cortantes, bloques cuadrados que producen muchas sombras, aunque seguro que también heridas y desolladuras. Culmina el despropósito un olivo de bronce. Para premio. Inhóspita, agresiva, falta de vida, sin un árbol o una flor... La única plaza de madrid que no me ha gustado. En otra entrada mostraré más dibujos y contaré los materiales utilizados. Y para deleitar a quienes, como a mí, les gustan estas cosas, un repsaso a los artículos de papelería que no pude evitar comprar en el Prado y en el Thyssen. Como era de esperarse, pura delicatessen, cosa que en su precio se refleja.