Revista Cultura y Ocio
Del libro "Las grandes estupideces de Madrid"
En el mencionado libro, que se redacta y corrige a sí mismo cada día, han aparecido recientemente lalgunas de las carencias que tiene ese espacio público construido sobre la M-30, lleno de jardines, juegos para niños, fuentes, piscinas engañosas y demás aditamentos para el asueto del madrileño.No vamos a negar que ahora está mejor que antes, cuando el asfalto dominaba las riberas del río (no entrare mos en la deuda multimillonaria), pero en tan magna obra se echan de menos algunas cosas, tan básicas como las que se reseñan en el citado volumen y a las que el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, debería atender cuanto antes.
-Una de ellas es la falta de urinarios públicos, lo que induce a los adolescentes apurados a miccionar sobre los pilares del Puente de Toledo. Imagino que los ancianos que padecen de la próstata saldrán de paseo con pañales para evitar un trago que a los infantes hasta les divierte: da gusto mearse en un monumento.
-Otra es la ausencia de un carril bici para evitar que los esforzados de la ruta arrollen a niños, ancianos , patinadores, madres con carrito y demás transeúntes. Los paseos de la ribera del río se han convertido en un atractivo turístico al que acuden gentes de todo Madrid (merece la pena ver los cientos de personas que desembarcan de los autobuses en las mañanas de domingo) y por sus caminos pasean a diario miles de personas en abigarrado racimo. Pero los ciclistas -que por algo se han comprado el kit completo "Contador, el rey del asfalto"- circulan a toda pastilla sin importarles el peligro que generan.
-Pero lo que realmente indigna es la ausencia de bancos (mal endémico en Madrid dada la obsesión del alcalde porque todos permanezcamos de pie en actitud marcial) y en determinados sitios uno piensa que o hay exceso de pitorreo por parte de las autoridades municipales o su estulticia raya lo delictivo. Es el caso del espacio destinado al ejercicio de los mayores. No entraré en el espanto estético del lugar, parecido a un cementerio indio (solo le faltan las calaveras ensartadas en lo alto de los postes). Pero la ofensa que suponen esas barras para evitar que los ancianos se sienten es de juzgado de guardia.
Este tipo de barandillas son muy frecuentes en la zona frente al estadio Vicente Calderón, donde algunos poyetes disponen de respaldo mientras que otros (sin razones aparentes que lo justifiquen) no los tienen. Vean:
Y en otros lugares no hay problema para que haya un respaldo como es debido:
Pero basta darse una vuelta por el entorno del río para descubrir a qué es debida la ausencia de bancos en todo Madrid. ¡Están todos puestos junto al puente de Perrault!, que para eso es la joya de la corona y ha costado 13 millones de euros. Vean, esto sí que es una bancada para un macrobotellón:
Decididamente, Madrid no es una ciudad para viejos, y el entorno del río tampoco; ni para personas que desean pasear con tranquilidad, ni para niños que quieren ir sueltos de la mano de sus padres sin ser arrollados por la serpiente multicolor o los Autos Locos:
Lo que no podrán robarnos jamás son los atardeceres.