Mientras esperábamos a mi hermano, nos sentamos en Dray Martina a tomar un vino, intentando localizar un buen restaurante para comer. Poco a poco el local se fue llenando, gente que tomaba un té, otros un brunch y nosotros sacándole humo al aifon, cuando me dice mi madre: "Aquí ponen muy bien el Dray Martina, y creo que está cerca de aquí..." Coñe, tan cerca ¡como que estamos en él!
En la parte de abajo tienen un pequeño comedor, precioso, parece una antigua bodega de vino, donde habían decorado el techo con ramas de romero, quedaron con ese detalle que más adelante volverá a aparecer.
Dray Martina
Como ya viene siendo habitual, aquí la familia llegó a un consenso en cuanto a los tres entrantes a compartir: primero llegaron los mejillones con una salsa de especias que me recordaron a mi viaje a Tailandia. Arrasamos con la salsa, las patatas las untamos en la salsa como si no hubiese un mañana, y ni decirte el pan... ¡otra ración de pan! Pedidlos SI o SI, éxito rotundo. Con los mejillones, una ensalada de espinacas, al menos algo distinto a la tradicional ensalada de lechugas (mix) o de la ya saturada ensalada de ventresca. Y como no podía faltar ya en las tradicionales comidas en familia: ¡pulpo! Me encantó el de Dray Martina, a la parrilla, sin tonterías, y con un acompañamiento de aguacate y cebolleta, todo un acierto.
Mejillones, patatas y la salsa adictiva
Ensalada de espinacas
Pulpo a la brasa
Una comida tranquila, en un espacio único, muy distinto a la primera planta donde estuvimos tomando ese vino a medio día. Seguimos con los platos principales, donde mis padres compartieron un arroz con calamares y alioli del que mi hermano y yo también comimos, metiendo el tenedor así, "de estrangis". Mi hermano que le sale la vena mediterránea (será por mi tía, riojana ella, tarraconense de adopción) pidiendo la coca con cebolla, pimiento rojo y atún. Menudo acierto, la masa, perfecta, crujiente y con los ingredientes perfectos. Y yo, pues yo, es que veo "atún rojo" en una carta y ya se emborrona el resto: cuatro tacos de atún, sellados por fuera, y sonrosados por dentro, con unas verduritas a la plancha y un ligero toque a soja. Muy bueno, pero me quedo con la coca de A, quizás ¡por la novedad!
Arroz para dos (o tres o cuatro, según los hijos que tengas)
Coca de cebolla, atún y pimiento rojo
Atún rojo con verduras
Llegamos mas que satisfechos al postre, el camarero que nos atendió, muy amable durante toda la comida, atento y agradable, nos sugirió el postre especial de la casa, que perfectamente podíamos compartir los cuatro: la maceta de Dray Martina. Con la mesa limpia, nos pone cuatro platos pequeños a cada uno, y cuatro cucharillas. Al de un rato, vuelve el camarero, estira el brazo, y corta una rama de romero. Nosotros alucinando, claro, hasta que apareció con cuatro cuenquitos con lacasitos machacados, nutella, piñones y galleta rota y una maceta, ¡una maceta! con la rama de romero plantada en el medio. Resulta que la maceta está hecha de helado de vainilla, migas de galleta (tipo oreo), de la cual te sirves, para rematar con los cuatro vicios en forma de vasito. En la segunda foto podéis ver es la mezcla, poco fotogénica, pero increíblemente delicioso. Doy fe. Y mi culo y mi dieta también.
Maceta Dray Martina
¡MI postre!
DRAY MARTINAC/Argensola, 7. Madrid
Me encantó la decoración, muy estilo nórdico, con mezclas de otros estilos, con un punto especial y acogedor. EL comedor de abajo, es precioso, unas mesitas cada cual distinta, al igual que las sillas, los platos o los vasos. Yo que soy fan de la asimetría, de las mezclas, del desorden con orden, os imaginais lo mucho que me gustaron estas cosas. Una carta con los platos justos, no muy extensa, de esas que aburren, sino con los platos sencillos pero especiales, y a precios muy razonables. Sin duda, un lugar al que ir si pasáis por Madrid, o si por suerte/desgracia vivís allí (sorry, Bilbao es mejor!) ;)