"Ayer, á las cinco de la mañana, se sublevaron en esta corte sin sus jefes y oficiales el 5.º regimiento de artillería á pie y el de a caballo. Atacados sin pedida de momento por las tropas leales, se rindieran a discreción en el cuartel de San Gil, después de una fuerte resistencia. Numerosos grupos de paisanos armados fueron igualmente batidos y desalojados de las barricadas y casas en que se habian parapetado, siendo aprehendidos mas de 400 de ellos. Los cuerpos del ejército y la Guardia civil rivalizaron en entusiasmo y bizarría."
Así anunciaba el parte del Ministerio de la Guerra, publicado enLa Gaceta del 23 de junio de 1866. Escueta y resumida narración del trágico día 22 en que aquellas tropas se sublevaron en el cuartel de San Gil. Era de esperar que estallase la insurrección, pero nadie imaginó tan fatal desenlace.
El presente artículo se publica 149 años después del alzamiento, en día 23 de junio, porque fue en esa fecha cuando volvió la calma a Madrid a pesar de algunas pequeñas escaramuzas. A partir de ese día se sucedieron los juicios sumarísimos que acabaron con los sublevados en el patíbulo.
Sobre el cuartel de San Gil o de Leganitos
Edificio destinado a uso militar había sido concebido como convento de padres Gilitos en tiempos de Carlos III, más nunca llegó a ser ocupado por la orden religiosa.
Según Madoz y Mesonero Romanos, era obra del arquitecto Manuel Martín Rodríguez (sobrino y discípulo de Ventura Rodríguez); documentos posteriores indican que fue proyectado por el afamado Sabatini. y conservaba en su fachada el estilo del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Edifico rectangular, constaba de planta baja y dos pisos superiores, con 33 ventanas cada uno y tres portadas de granito. En su interior, tres patios y dependencias militares; también viviendas que en algún caso las ocupaban civiles.
Estaba ubicado en la Plaza de San Marcial (hoy Plaza de España), muy cerca de las antiguas Caballerizas de Sabatini.
Las obras habían comenzado en 1789, siendo interrumpidas durante la guerra de 1808. Posteriormente se reanudan y se hacen reformas y modificaciones, por lo que podemos decir que cuando por Ley de 27 de septiembre de 1896 el Ministerio de la Guerra autoriza el derribo y venta del solar, el edificio aún estaba sin acabar.
En 1903 se decretó la demolición del edificio; obras que comenzaron en 1906 y finalizaron en 1910
Cuando el 28 de marzo de 2014 publicábamos uno de nuestros Recuerdos de papel que hablaban de la Plaza de España en 1914, una fotografía de Cuevas mostraba la que hasta hacía muy poco había sido Plaza de San Marcial.
A las cuatro de la madrugada, los sargentos del quinto regimiento de artillería de a pie, de una parte del sexto regimiento del mismo arma y de los escuadrones montados alojados en el cuartel de San Gil se sublevaron, apresando a algunos oficiales e intentado apoderarse de otros, que lograron abrirse paso por entre los amotinados haciendo fuego sobre ellos. En esta reyerta fueron asesinados el coronel Puig y al comandante Carabas, quienes habían intentado persuadir a los amotinados a dejar las armas.
Unos cuarenta sargentos del cuartel de la Montaña del Príncipe Pío se sumaron a los sediciosos.
Los sargentos se hicieron con el mando de unos mil doscientos hombres, así como de unas treinta piezas de artillería. Bien fortificados en el cuartel de San Gil, avanzaron algunas destacamentos hacia los barrios del Norte, donde les esperaban civiles armados que empezaron a levantar barricadas; otro destacamento, con cuatro piezas de artillería, se situó en lo alto de la calle de Fuencarral, junto a la antigua puerta de Bilbao. También se apostaron en la plazuela
de Santo Domingo y calles inmediatas, mientras otro destacamento de unos cien soldados y dos piezas de artillería se dirigieron a la Puerta del Sol, con la intención de apoderarse del ministerio de la Gobernación y de las oficinas de telégrafos y correos. Allí, media compañía del regimiento del Príncipe que daba la guardia del principal, a las
órdenes del capitán D. Luciano de Castro y Carderera, se preparaban para el ataque.
Atendiendo á las circunstancias en que se encuentra la capital de la monarquía, ha llegado el caso de adoptar las medidas estraordinarias que caben dentro de las leyes, á fin de evitar que aprovechándose los enemigos del orden público, puedan causar mayores perturbaciones. En su consecuencia, y cumpliendo lo dispuesto por el gobierno de S. M. en real orden de esta fecha, he resignado el mando en la autoridad superior militar del distrito, la cual desde este momento queda encargada de la conservación del orden público.
Lo que se anuncia al público para su debido conocimiento.
Madrid 22 de junio de 1.866.-El gobernador, duque de Sesto."
Cuando los artilleros insurrectos se presentaron en el último tramo de la calle de Preciados, entre la de Tetuán y la Puerta del Sol, donde situaron sus dos piezas, fueron recibidos con el vivo fuego de fusilería de la guardia del Principal desde las ventanas del ministerio de la Gobernación. El fuego se mantuvo por espacio de media hora y fue tan intenso que los amotinados ni siquiera pudieron utilizar su artillería.
El general Serrano, que había salido de su casa en la calle Barquillo, galopó por la de Alcalá hasta el cuartel de artillería de El Retiro, donde mandó enganchar las piezas de artillería disponibles y dirigirse inmediatamente a la Puerta del Sol.
Siguiendo las órdenes dictadas por el general O'Donnell, comenzaron a reunirse en la Puerta del Sol algunas fuerzas de infantería y caballería, que quedaron al mando del general Hoyos, capitán general de Madrid.
A la Plaza de Oriente también llegaron fuerzas, y O'Donnell mandó situar algunos cañones en la bajada de las Caballerizas apuntando al cuartel de San Gil; entonces comenzó el encarnecido combate entre sitiados y sitiadores que duró más de dos horas.
El pueblo había colocado sendas barricadas por la parte Norte y Oeste; en la plazuela de Santo Domingo, calle Ancha de San Bernardo, de Jacometrezo, de Tudescos, de la Luna, de Silva, de la Puebla, Corredera Baja de San Pablo, plazuela de San Ildefonso, calle del Barco, de Fuencarral, de Hortaleza, de San Marcos, de Gravina, Arco de Santa María y afluentes a ella, y hasta la calle del Barquillo.
También en la parte Sur se colocaron barricadas; en las calles de Toledo, Segovia, afluentes a ellas y a las plazuelas de la Cebada, así como en la de Antón Martín, calle de Atocha y demás inmediatas, avanzando los insurrectos hasta las calles de San Agustín, del Baño, del Lobo y del Príncipe. Desde algunas de esas calles se abrió fuego contra los soldados situados en la Carrera de San Jerónimo.
Las paredes del café de la Iberia estaban llenas de balazos de los disparos que se hacían desde la calle del Lobo, lo que hacía intransitable la Carrera.
Los insurrectos habían avanzado hasta más allá de la Red de San Luis, haciendo fuego de fusilería al ministerio de la Gobernación desde la calle de la Montera. La respuesta fue contundente, con el fuego constante de dos cañones apostados en la desembocadura de esta calle con la Puerta del Sol.
Por fin, el marqués del Duero, junto al de la Habana, ocuparon las casas del frente y lado del cuartel de San Gil, desalojando a los insurrectos y haciéndose con el control del cuartel, logrando así la rendición de los sublevados.
La noche había pasado con completa tranquilidad. Sin embargo, habían salido algunos disparos desde las casas números 50 y 35 de la calle de Jacometrezo. Una sección de ingenieros irrumpió en ellas y aprehendieron a trece insurrectos, paisanos unos, artilleros otros, bajo el mando del brigadier carlista Ordoñez de Lara, que decía ser teniente general.
Los sargentos sublevados fueron fusilados y los conspiradores condenados a muerte.
Prescindimos de más detalles y nombres, para dar paso al recuerdo que don Benito Pérez Galdós hace de tan trágicos sucesos que dieron por resultado unos quinientos muertos y heridos. En cuanto a los apresados, la cifra fue superior: mil setecientos cincuenta, entre soldados y paisanos.
Memorias de un desmemoriado
En estas memorias a destiempo publicadas porLa Esfera, el ya anciano escritor recuerda los sucesos del 22 y 23 de junio de 1866. Dice Galdós que " Madrid era un infierno", y a tenor del resumen que hemos hecho sí que lo fue.
"En aquella época fecunda de graves sucesos políticos precursores de la Revolución, presencié confundido en la turba estudiantil el escandaloso motín de la noche de San Daniel-10 de Abril del 60-, y en la Puerta del Sol me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana, y en el año siguiente el 22 de Junio, memorable por la sublevación de los sargentos en el cuartel de San Gil, desde la casa de huéspedes, calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, pude apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada. Los cañonazos atronaban el aire; venían de las calles próximas gemidos de víctimas, imprecaciones rabiosas, vapores de sangre, acentos de odio... Madrid era un infierno. A la caída de la tarde, cuando pudimos salir de casa, vimos los despojos de la hecatombe y el rastro sangriento de la revolución vencida. Como espectáculo tristísimo, el más trágico y siniestro que he visto en mi vida, mencionaré el paso de los sargentos de Artillería llevados al patíbulo en coche de dos en dos por la calle de Alcalá arriba para fusilarlos en las tapias de la antigua Plaza de Toros.
Transido de dolor les vi pasaren compañía de otros amigos. No tuve valor para seguir la fúnebre traílla hasta el lugar del suplicio y corrí á mi casa tratando de buscar alivio á mi pena en mis amados libros y en los dramas imaginarios que nos embelesan más que los reales."
El siguiente fragmento de un plano de Madrid, de 1844, nos muestra la configuración de la ciudad en aquel tiempo y la ubicación de la antigua plaza de toros y su entorno, donde fueron llevados los sargentos para ser fusilados.
La de los tristes destinos
Última novela de la cuarta serie de los Episodios nacionales, publicada en 1907, en la que Galdós nombra así a la reina Isabel II. Comienza la historia con la sublevación del cuartel de San Gil.
"Madrid, 1866.- Mañana de Julio seca y luminosa. Amanecer displicente, malhumorado, como el de los que madrugan sin haber dormido...
Entonces, como ahora, el sol hacía su presentación por el campo desolado de Abroñigal, y sus primeros rayos pasaban con movimiento de guadaña, rapando los árboles del Retiro, después los tejados de la Villa Coronada... de abrojos. Cinco de aquellos rayos primeros, enfilando oblicuamente los cinco huecos de la Puerta de Alcalá como espadas llameantes, iluminaron a trechos la vulgar fachada del cuartel de Ingenieros y las cabezas de un pelotón desgarrado de plebe que se movía en la calle alta de Alcalá, llamada también del Pósito. Tan pronto el vago gentío se abalanzaba con impulso de curiosidad hacia el cuartel; tan pronto reculaba hasta dar con la verja del Retiro, empujado por la policía y algunos civiles de a caballo... El buen pueblo de Madrid quería ver, poniendo en ello todo su gusto y su compasión, a los sargentos de San Gil (22 de Junio) sentenciados a muerte por el Consejo de Guerra. La primera tanda de aquellos tristes mártires sin gloria se componía de diez y seis nombres, que fueron brevemente despachados de Consejo, Sentencia y Capilla en el cuartel de Ingenieros, y en la mañana de referencia salían ya para el lugar donde habían de morir a tiros; heroica medicina contra las enfermedades del Principio de Autoridad, que por aquellos días y en otros muchos días de la historia patria padecía crónicos achaques y terribles accesos agudos... Pues los pobres salieron de dos en dos, y conforme traspasaban la puerta eran metidos en simones. Tranquilamente desfilaban estos uno tras otro, como si llevaran convidados a una fiesta. Y verdaderamente convidados eran a morir... y en lugar próximo a la Plaza de Toros, centro de todo bullicio y alegría."
Tanto laNoche de San Daniel como la sublevación del cuartel de San Gil pertenecen a los momentos vividos por el joven Benito y que quedaron grabados en su memoria cuando ya conocía la ciudad de punta a punta y estudiaba sus estratos y miserias. Para entonces Galdós era un madrileño convencido; crítico en muchos casos y experto en algunas cuestiones, hecho demostrado en sus artículos de La Nación y posteriores obras.
Desde junio de 1866 y hasta enero de 1868, el periódico deja de imprimirse por motivos políticos. El motín de San Gil era uno más de los episodios que acabaron con Isabel II.
En el primer artículo publicado después del largo paréntesis, el joven periodista criticará la suspensión mostrando su particular ironía:
"Hace quinientos cincuenta días que cortamos el hilo de una familiar e inofensiva conversación [...] trece mil horas de letargo"