Revista Espiritualidad
La enseñanza no se cobra, esto es lo que me enseñaron y a lo que me acojo. El dinero que se recibe es para mantener los lugares donde se practica lo sagrado y para que puedan vivir, y justo eso: vivir, quienes se dedican por entero a la custodia y transmisión de los conocimientos antiguos de la Tradición.
Acerca de lo que es necesario para “vivir”, habría mucho que hablar. Acerca de lo que es enseñanza, también. Acerca de quién es un maestro, más todavía. Y qué es espiritualidad... amplísimo debate.
Casi sería más fácil decir lo que “no es” cualquiera de estas cosas que lo que es.
Sí afirmo que se está traficando y comerciando con el sufrimiento. Que la mayoría de los que “enseñan” lo que hacen en realidad es alimentarse de la admiración de quienes a ellos se acercan. Y alimenta mucho y crea mucha adicción. No dudo de que se encuentren mejor tanto unos como otros. De lo que dudo es de que eso les libere a ninguno de los dos, que era de lo que se trataba.
Iluminación no es equivalente a sentirse bien, es otra cosa, me han dicho. Tampoco equivale a sentirse mal. Pero ya advierto, como otros advirtieron antes, que el camino iniciático es más bien lento y complejo -por mucho que se diga que sentarse en zazen ya es la iluminación famosa que tanto traemos y llevamos. Que no estoy segura de que sea un decir o tan solo sea que no me llego a eso todavía- y tan solo para quien esté decidido a "morir" si hiciera falta (y suele hacer falta en un nivel concreto) para volver a anudar definitivamente el espíritu con el Espíritu. Nos pongamos como nos pongamos.
Para sentirse bien uno puede hacer gimnasia, psicoterapia y encaje de bolillos si le gusta. Y como mejor se sentirá es con un buen hombre o mujer a su lado, una colección aunque sea pequeña de amigos, un trabajo que cubra sus “necesidades” y el tiempo libre repleto de actividades interesantes. Ya está, eso es lo que se necesita para vivir bien. Se sabe porque el practicante más entusiasta desaparece del dojo en el mismo momento en que se enamora y es correspondido, claro. Lo vemos en practicantes entusiasmadas... por el monje que dirige el dojo o el grupo del que se trate, que de todo hay. Que no está en mi ánimo criticarlo, cada cual sabe y elige con pleno derecho que para eso lo tiene. Digo que no hay que confundir las cosas
No nos engañemos. Muchos de los que llamamos maestros no lo son, son discípulos, aprendices igual que nosotros aunque sepan algo más o tengan más datos, lo cual no quita ni pone ni un poco de respeto por el esfuerzo que hacen por ser eslabón firme en la cadena de Tradición.
Un monje cabal, un iniciado, admira en las personas el reflejo de lo sagrado que son. Un monje cabal se esfuerza en transmitir la ciencia sagrada, organiza sesshines, publica textos honestos, consuela y anima, denuncia y tantas otras cosas.
Un maestro está ha fundido con el Tao, se ha vuelto invisible. Nunca sabes quién es.
Muchas veces pienso que no hay un estado de maestría, sino una función de maestría y ésa va y viene, no es permanente y se mueve de cuerpo en cuerpo, de momento en momento. No es personal. No asienta para siempre en una persona.
Esto es un lío pero aún siéndolo hay cosas que están claras. En los dojos se muestra la postura del Despertar. Que no nos pertenece personalmente, que tan solo la transmitimos al tiempo que nos esforzamos por encarnarla
Casi lo tienen más claro las organizaciones de voluntariado que ofrecen lo que tienen gratuitamente, o al menos ésa es la teoría. "Esto tengo, ven y coge lo que necesites. Y vuelve a tu casa para repartirlo."