Día 1 (mañana): Vas a la veterinaria y vuelves a tu hogar con una bolsa de pienso light. Guardas el pienso neutered que hay en su platito (modo fino de llamar al pienso para gato castrado) y le sirves su nueva comida. Ernesto se acerca, la huele, te clava sus amarillos ojos y te dedica un maullidito con el que te comenta a qué otros felinos puedes ir a servirle tu pienso light, él lo que quiere es pienso de bife de chorizo, por ejemplo, y no la porquería que acabas de echar en su plato. «No hay otra cosa, es el pienso light o nada», le dices. «Nada», te responde él con otro maullido. Entonces tu peludo amigo decide comenzar una huelga de hambre.
Día 1 (tarde): Para acompañar una buena dieta nada mejor que hacer ejercicio, por ello decides poner a tu minino en movimiento. Sacas de un cajón aquellos juguetes que de joven tanto le gustaban: ratoncitos, gomitas para el pelo, peces de plástico, pelotitas de lana, y muchos más, si hay algo que tu minino posee es una amplia colección de porquerías que antaño él valoraba tanto o más que Liz Taylor a sus joyas. Tú le muestras un ratoncito y se lo tiras entusiasmada para que él lo vaya a buscar corriendo y te lo traiga. Ernesto, quien está panzarribaensofá como las otras veintiséis horas del día, levanta su cabeza y con su mirada amarilla te dice «ya puedes ir cazando el ratoncito tú sola, porque yo de aquí no me pienso mover». Arrojas al aire un pez de tela, nothing. Le muestras un ovillo de lana, rien. Echas a rodar por el suelo una pelota de goma, niente. Haces una bola con papel de aluminio y se la lanzas, ei mitään. Como último recurso le tiras una goma de pelo, y cuando te das cuenta de que casi le sacas un ojo y él ni siquiera se inmutó empiezas a pensar que quizá tu gato no está muy por la labor de hacer deporte.
Día 1 (noche): Ernesto sigue su huelga de hambre a rajatabla. Tú ya has intentado darle el pienso light de todas las maneras posibles, pero él se niega a ingerirlo. Estás a punto de meter el pienso light dentro de una loncha de pavo, seguro que así se lo come, pero claro, no harías negocio calórico.
Día 2 (madrugada): Ernesto grita a maullido pelado en tu oído. Parece ser que está sufriendo síndrome de abstinencia neutered. Te sientas en el lecho y le explicas que los adipocitos que habitan en su cuerpo son harto numerosos, que el adelgazar hará que además de ganar en salud aumente su autoestima y que se coma de una vez el pienso light que no es tan malo como parece. Él te dice que te metas el pienso light y la autoestima por donde te quepan, que tú sí que eres más mala que el pienso y que él está orgulloso de sus adiposidades. Acto seguido, procede a obsequiarte una serenata de maulliditos. Ríete tú de las cantantes sopranos, los agudos de tu Ernesto no difieren mucho de los del aria de la Reina de la Noche de Mozart. Cuando lo echas del cuarto tu minino procede a maullarte desde el otro lado de la puerta. Nunca lo quisiste tanto.
Día 2 (mañana): Si hay algo que no estás es hermosa y lozana como de costumbre, no has dormido en toda la noche. A estas alturas Ernesto es la versión felina de Mahatma Gandhi. Si por lo menos tu gato no comiera en pos de la paz, todavía. Pero él no come solo para reivindicar su derecho a ser adiposo. Sacas del cajón un cablecito que en otras épocas le encantaba perseguir e intentas que haga deporte. Ernesto desde su postura panzarribaensofá te fulmina con su desprecio hacia el ejercicio físico que le estás proponiendo.
Día 2 (tarde): Mahatma Ernesto se digna a hacerte caso y come una pocas bolas de pienso light. «La huelga de hambre ha llegado a su fin», te dices y te alegras. Por suerte tu morrongo ha entendido que debe cuidar su línea. Contenta sacas sus juguetes, pero con un maullido te hace saber que no te pases, que comer la porquería que le pones vaya y pase, pero que de hacer deporte nanay. Sí querido lector, usted entendió bien, Ernesto dijo «nanay», textuales maullidos.
Día 6 (noche): Mahatma Ernesto ya no le hace ascos al pienso light. A decir verdad le gusta mucho su nueva comida. Y cuando aquí dices que le gusta mucho lo que en realidad quieres decir es que se ha convertido en un verdadero vicioso. Es tal el grado de su perdición por el pienso light que estás pensando en volver a darle pienso neutered para ver si le curas la adicción. Eso sí, tendrás que comprarte un guante grueso, de esos de jardinería o similar, pues temes por lo que pueda pasarle a tu mano en el momento en el que le quieras quitar el plato de pienso light...
Mahatma Ernesto panzarribaensofá