Uno de los lugares que más sentimientos enfrentados me originó fue mi visita a un Maid Cafe. La última vez que estuve en Tokio no entré por falta de tiempo, pero esta vez al pasar por delante de uno de ellos lo pregunté al grupo y decidimos entrar. El Maid Cafe en cuestión estaba en una tercera planta de un edificio en Akihabara.
Al entrar en el ascensor y salir en la tercera planta un grupo de chicas nos saludó en japonés y nos dieron la bienvenida. La decoración del lugar no era como me la esperaba ya que se notaba que necesitaba una mano de pintura y el ambiente, para mí era extraño pero tengo que reconocer que no estaba seguro de qué debía esperar.
No sé por qué pero pensé que no encontraría allí mujeres y me sorprendió ver a varias, sin contar con las tres que me acompañaban. La impresión de ver a las japonesas vestidas como sirvientas me hizo sonreír y es que una cosa es verlas en la calle haciendo publicidad y otra muy diferente allí trabajando.
Una vez sentados, me di cuenta que el grupo en sí estaba un poco incomodo al no saber qué teníamos que hacer. Por ello, una de las maid se nos acercó y nos dijo en inglés “Reglas del lugar”
- 1. Hay que pagar 10 yenes por persona.
- 2 Hay que pedir una consumición mínimo.
- 3 No se pueden hacer fotografías.
Dijimos que aceptábamos las reglas, nos trajo una vela electrónica (siendo Akihabara no me extrañó), la encendió, sopló y nos dio la bienvenida al Maid Cafe mientras aplaudía.Después nos preguntó nuestro nombre y nos lo escribió en japonés junto a la palabra princesa si era una mujer o Master si era hombre. Así que a partir de ese momento yo era Master Miguel.
Una vez presentados, nos dejó unos minutos para que pensáramos qué íbamos a tomar, miré a las demás del grupo y las tres estaban mirándome sin entender dónde las había metido. Al final decidimos pedir un zumo cada uno. Cuando la japonesa se acercó y tomó nota nos pidió que cantásemos con ella mientras la teníamos que imitar.
Así que allí estábamos cuatro españoles con las manos en forma de corazón y cantando una canción simple en la que la palabra “moe” era la principal. La escena era tan cómica que nos dio la risa y ella a la vez se reía pero siempre con gestos muy infantiles.
A veces entraba algunos extranjeros, aunque la mayoría se iba a los pocos minutos, otros se quedaron como nosotros y también tuvieron que cantar.
En el local había un grupo de japoneses que se lo estaban pasando genial, pidieron hacerse una fotografía con ellas, cantaron una canción y luego se fueron con una firma dedicada en un poster de su maid favorita.
Una vez que nos sirvieron las bebidas, una de ellas se nos acercó y nos dijo que teníamos que pedir una bebida más ya que esas eran las reglas. Le expliqué que nos habían dicho que era una sola y que no pensábamos pagar más. La joven nos dijo que no, que esas eran las reglas y que había que cumplirlas. A lo cual le respondimos que no pensábamos hacerlo ya que no nos habían dicho eso y que si tenía algún problema que se lo comentara a su compañera.
Al final, después de cantar otra canción con una de ellas sobre gatos, decidimos marcharnos. En la despedida todas ellas se giraron y nos desearon que volviésemos.
La experiencia en total duraría unos 20 o 30 minutos, fue muy curiosa y es uno de los recuerdos que más gracia nos hace cuando hablamos de Tokio y es que pocas veces en mi vida me he visto tan fuera de lugar.
La situación fue tan extraña que me dejé todo lo que habíamos comprado en Akihabara. Lo curioso es que al salir del ascensor en la planta baja, ya estaba una de ellas con todas nuestras compras esperándonos. Un detalle que fue de agradecer ya que la mujer tuvo que bajar con gran rapidez.
Sin duda, un Maid Café es un lugar muy especial que merece una visita. El vestuario, las pestañas postizas, las lentillas que les hace los ojos enormes y su forma de hablar como una niña pequeña hace que la experiencia sea inolvidable. Yo no iría solo si viviese en la zona, pero sí que iría de nuevo si voy acompañando a alguien que quiera conocer Japón, y es que es una aventura que jamás se olvidará.
Así que si vais por allí y tenéis tiempo: no dudéis en visitar un Maid Café.