Tanto como los árabes, los judíos también influyeron sobre el pensamiento occidental. Los judíos intentaron mantenerse fieles a sus tradiciones y jamás perdieron el monoteísmo. Ahora bien, estuvieron influenciados también por la cultura árabe. Maimónides, influenciado por el pensamiento aristotélico, nació en Córdoba en 1135. Abandonó España y se refugió en Fez (Marruecos), viajo a Palestina, para acabar en El Cairo. Traficó con piedras preciosas, pero también se dedicó a la enseñanza, y fundamentalmente a la medicina. El visir del sultán Saladino lo nombró médico de la corte.
Escribió sobre medicina y sobre teología, pero su obra más conocida fue la Guía de perplejos. El libro iba dirigido a aquellos que se hallan abrumados por la perplejidad que provocan los aparentes conflictos entre fe y razón. Intentó demostrar como la filosofía y la Biblia pueden ser compatibles Cree que se puede demostrar que Dios existe y que se puede comprender que es uno e incorpóreo. A diferencia de Avicena, Maimonides no acepta la doctrina de la eternidad del mundo, ya que las pruebas aristotélicas no resultaban concluyentes. Por tanto, el creyente puede aceptar con total tranquilidad el dogma de la creación. El mundo no es eterno y es contingente. Es resultado de la libre voluntad de Dios. Ahora bien, Maimonides se aproxima a las concepciones de Averroes cuando nos dice que el intelecto agente es único y separado para todos los hombres. Cada uno de ellos posee el intelecto pasivo que conoce a través de la actividad del intelecto activo. De ello se deduce, para Maimonides, que la inmortalidad no corresponde al hombre individual. El hombre no es inmortal en cuanto individuo, sino como parte del intelecto activo.