Revista Coaching

Mala conciencia

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Ha presenciado la mejor venta a puerta fría de la historia. Y no la vio venir. Normalmente huye de los captadores de ONG como del veneno.  Siempre le pillan fatal. Es lo que tiene el Tercer Mundo, que siempre pilla a contra pelo. Porque sentirse culpable no mola. Nada. Hasta ha hecho cintura de tanto dibrarlos en sus incursiones al centro. Suele apretar el paso y bajar la cabeza. Con tener a un niño apadrinado en Madagascar, ya cumple, se dice para autoconvencerse. Siempre utiliza el móvil como escudo. Y funciona. Pero esta vez no lo vio venir y se le echó encima con una pregunta y una sonrisa.

Mala conciencia

Hola, ¿cómo estás? Muy bien y tú, dijo mientras no levantaba la vista del whatsapp y se disponía a entrar en los grandes almacenes de turno. La segunda pregunta no se la esperaba: ¿Oye, y tú de pequeña que querías ser? ¿Princesa? No, princesa no. ¿Por qué querría ser princesa? Y al levantar la mirada se queda clavada en unos ojos azules inmensos. Era, con mucho, el chico más guapo que veía en meses. Mmmmm. Sonríe. Y decide que al fin y al cabo no tiene tanta prisa. Que bien puede invertir unos minutos en escrutar el lenguaje no verbal de aquel marketer social. Por curiosidad periodística, ya la conocen.

Tercera pregunta. A la línea de flotación: ¿Te gusta tu trabajo? Sí, mucho. Se queda desconcertada. Pero, ¿esto es una cita o una venta? Le gusta mucho la técnica de aquel chico. Sorprender, preguntar, escuchar. La gente está muy sola. Acto seguido, se presenta. Le da la mano. Aquel chulazo le dice que es holandés y comienza a hablarle de los planes de desarrollo de aquella ONG de la que nunca había oído hablar y de la loable misión de escolarizar niñas en la India y en el Cuerno de África.

Ella le habla de Donah, su niño de Madagascar, que no le aprueba ni una. Que vaya usted a saber a quién le ha salido… Después de unos cinco minutos francamente entretenidos, le agradece el interés. Y no puede evitar hablarle de los graves problemas de visibilidad de aquella ONG y felicitarle por su modo de comunicar. Aquel tipo era muy bueno

Se despiden dándose la mano, de nuevo. Y en aquel instante, al denegar educadamente la ayuda, aquel chico le inocula algo imperceptible. Y francamente molesto. Fue incapaz de comprarse nada para sí misma en aquel día frustrado de compras. Maldita mala conciencia.


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