Fotos: Joel Pares / Juzgando a America
CADA día es más creíble eso de que “las apariencias engañan”. Aquí en mi rincón, estaba observando mi Facebook en busca de novedades. Viendo las páginas de noticias que tengo agregadas a mi Facebook me encontré con esta curiosa exhibición de fotografías en la página de RT. El titulo me atrajo: “Juzgando América” y la idea es mostrar el prejuicio devenido de las apariencias que se presenta en Estados Unidos; y que son parte de los demás países.Nosotros somos dados a juzgar por las apariencias. Pensamos que el político que viste más elegante o habla más bonito es el indicado para resolver nuestros problemas. Que la chica más linda es la más indicada para ser nuestra pareja o que el hombre más “in” es el mejor para hacernos sentir mujer. Pero si la imagen es contraria, igual la reacción: si el político dice que será difícil resolver todos los problemas, no adquiere votos. Si la chica tiene barriguita no es la indicada o si el chico es “pariguayo” o “muy espiritual”, no es del gusto de las mujeres. ¡Nos atrae la apariencia pues vivimos vidas huecas! Es tiempo de quitarse las máscaras y salir.
Cuando el profeta Samuel fue a la casa de Isaí, mandado por Dios para escoger al futuro rey de Israel, quedo impresionado por los hijos mayores de este, especialmente los 3 primeros. Imagino la sorpresa cuando Dios le dijo “que ninguno es el elegido”. Al cuestionarse el porqué, la respuesta no pudo ser mejor: “El hombre juzga lo que está delante; mas Jehová Dios juzga lo que está en el corazón”. Ese es nuestro problema. Nos hemos habituado al reinado de la imagen: si no es atractivo no lo compro o contrato. Para buscar un trabajo hay que ir lo mejor vestido (¿y si el que lo solicita no tiene esa ropa, aunque si la capacidad para el mismo?). En la iglesia se mira de arriba para abajo a la mujer que entra con un vestido que se le marca la ropa íntima (¿pero porque no se le acercan y conocen de su vida y oran por esa persona?). Mas se importantiza el “como se ve” por encima del “cuanto sabe”. Estos preconceptos es que forjan personas amargadas por el estrés de tener que guardar las apariencias.
No aparentes; atrévete ser tú mismo. Las personas pobres de estima propia son quienes se afanan por usar máscaras y que otros las usen. No soportan la originalidad de los demás; pues la misma les abofetea. Nuestra premisa debe ser: “Yo soy como soy y decido ser mejor de lo que soy; no para mostrar nada a nadie, sino porque creo en que debemos superarnos a nosotros mismos”.