Uno que no es fumador, ni tampoco nunca ha tenido problema de adicción a ello, se alegra por la consecución de un derecho tan simple como el de poder eliminar de tu vida sustancias nocivas para tu salud. Al igual que las tuberías de plomo o los revestimientos de amianto han sido poco a poco erradicados de nuestras vidas por sus efectos perniciosos para la salud, debe serlo por tanto los humos. No son los únicos humos perniciosos, pero sí los más fáciles y rápidos de erradicar, vayamos poco a poco.
Lo curioso de todo este asunto es la aparición de los libertadores, que nos tachan a los no fumadores de inquisidores, nazis, estalinistas, de todo, casualmente sin pararse a reparar en cuál es el motivo obvio de esta ley: reducir el impacto en la salud derivado del consumo de tabaco y los costes sanitarios acarreados. Dicen que defienden la libertad y que su protesta en realidad es contra una ley fascista que pretende legislar en el ámbito privado. No se a vosotros, pero a mi me recuerda a los que dicen que no tienen nada contra los homosexuales pero eso no se llama matrimonio o a los que dicen que no son racistas pero cada uno en su país. “Yo no soy esto, pero…”, una bandera muy bien manejada por la derecha sociológica de nuestro país.
Los fumadores son, generalmente, egoístas. Dicen que nadie tiene derecho a meterse en sus vidas ni a regularlas, que si es nocivo y quieren tomarlo es asunto de ellos. Estoy de acuerdo, si los fumadores quieren chamuscarse los pulmones no seré yo quien se lo niegue, pero yo no quiero alquitranarlos por dentro y hasta que no se invente un sistema por el cual la nicotina del tabaco vaya directamente a su organismo sin que afecte a los que viven a su alrededor pues creo que van a tener que salir al aire libre si quieren mantener su adicción.
Supongamos una situación hipotética por la cual un servidor decidiese subirse a la barra de un bar e ir tirándoles un pedo en la cara a cada uno de los fumadores que leen tranquilamente el periódico. Pues esa es prácticamente la sensación que muchos teníamos hasta ahora cuando entrabamos a un bar, a diferencia de que los pedos no matan y el tabaco sí.
De todas formas, uno que ha viajado un poco y conocido algunos lugares de esta nuestra vieja Europa puede desmentir algunos de esos tópicos que algunos fumadores nos intentan hacer creer y, ni España tiene la legislación más severa, ni tampoco con estas leyes se prohibe fumar a nadie. Les recomiendo que dejen ya de buscar argumentos para justificar un berrinche infantil fruto de su adicción y que si quieren fumar lo hagan en sitios acondicionados para ello, es decir, en los espacios abiertos o en sus puñeteras casas donde no nos ahumen a los demás.
Y a pesar de la ley, creo que mi blog seguirá encabezado por estos muchachos echando el cigarro. No deberían, pero cualquiera se mete con ellos.