Revista Opinión

Malthus tenía razón

Publicado el 17 octubre 2015 por Hugo
a su manera
Solo que, al parecer, aún no es lo suficientemente evidente, sobre todo en Occidente, y eso que el elefante hace tiempo que entró en la habitación: en cifras tanto absolutas como relativas el número de personas que sufren de desnutrición ha ido aumentando con respecto a siglos y milenios anteriores. Lo dice John Gray en Perros de paja, libro hacia el que siento un cierto rechazo político a lo Eagleton mezclado con una fuerte simpatía filosófica: "La proporción de la población mundial que padece desnutrición crónica en la actualidad es mayor que la de la primera Edad de Piedra", y no es el primero en decirlo. Antes que él lo dijo Marshall Sahlins, pero «¿hablo yo o pasa un carro?», debió de pensar. Ni el corazón ni la razón son rivales para una bonita historia de progreso. Como dice Eagleton en El portero, con el que me pasa algo similar que con Gray (si con este me siento incómodo por su relativismo liberal, con el otro me siento incómodo por su marxismo no lo bastante libertario), "una de las razones por la que [los realistas] escasean tanto se debe a que el realismo es un credo extraordinariamente difícil de llevar a la práctica (…). La base de toda acción moral y política radica en ver la situación como realmente es, algo verdaderamente difícil y agotador. Puesto que normalmente la verdad no es, en términos políticos, excesivamente agradable, ser realista significa llevar una existencia fría, desangelada, siempre ojo avizor y con la escopeta cargada, atenta al menor destello de fantasía o sentimentalismo".
En otras palabras, Thomas Malthus pudo equivocarse tanto en las premisas como en los espacios y los plazos, pero difícilmente en el pronóstico general, de manera que no es exacto decir que la "ley de Malthus (...) no se llegó a producir nunca". A escala global, es decir, desde un punto de vista sistémico, gradualista, largoplacista y no eurocéntrico, las tesis malthusianas más o menos ya se han cumplido (tanto en la Edad Media como en la Edad Moderna), siguen cumpliéndose (en el Sur: Haití, África Central, Franja de Gaza, Yemen, etc.) y seguirán cumpliéndose (tanto en el Sur como tarde o temprano en el Norte), aunque tampoco es que hiciera falta ser Nostradamus para llegar a la conclusión de que, bajo determinadas condiciones políticas y ecológicas, las poblaciones tienden a sobrepasar su capacidad social de producción y distribución de suministros, también conocida como capacidad de carga. Supongo que al clérigo inglés le bastó con conocer la historia. En concreto, los dos precedentes relativamente recientes, la crisis europea del siglo XIV y, trescientos años después y por motivos no muy diferentes, la crisis mundial del siglo XVII. E insisto, no se trata solamente ni principalmente de límites técnicos o ecológicos, pues el hecho de que millones de personas mueran todos los años por desnutrición crónica no se debe a que nuestro sistema capitalista global y nuestros entornos no sean capaces de producir comida suficiente (¿acaso la República Centroafricana o Mozambique no tienen suelos fértiles para alimentar no solo a su población sino, si quisieran, a otras poblaciones?), sino porque no es capaz (no somos capaces colectivamente) de reorganizarse y redistribuirla. Por lo tanto, nos enfrentamos también y sobre todo a límites sociales o estructurales, casi tan deterministas y tan difíciles de evitar como los límites naturales propiamente dichos. Y lo que es peor, en un futuro no muy lejano tendremos que seguir haciendo frente no solo a esos límites sino también, esta vez sí, a auténticos e inapelables límites físicos. Estoy pensando por ejemplo en Egipto y Arabia Saudí
Según dijo Guillermo Solana en un libro de Josué de Castro, en los años sesenta del siglo XX había casi 2000 millones de personas desnutridas en el mundo, “un 70 por ciento de la población mundial”, aunque en los noventa esa cifra descendió rápidamente a los 1000 millones, situación que ha seguido mejorando en los últimos veinte años hasta situarse por debajo de los 800 millones. No obstante y pese a que el optimismo está justificado respecto al último medio siglo, si alejamos el zoom podemos percibir que de todos los siglos que ha conocido nuestra especie, y la lista es muy larga, son precisamente el nuestro y el anterior al nuestro los que han visto el mayor número absoluto de desnutridos sobre la tierra, tal vez solo superados por el siglo que viene. Blanco y en botella.
Malthus tenía razón
Por cierto, a los que gustan de llamar extremistas a los revolucionarios y demás críticos del Sistema tal vez habría que decirles, con Eagleton, que lo contrario parece más cierto: "Solo un extremista puede suscribir un sistema capitalista global". De hecho, "lo que está fuera de control", lo que es verdaderamente subversivo en términos históricos de largo alcance, "es justamente el capitalismo", mientras que el socialismo solo intenta "pararle los pies" y recordarnos "nuestra humilde condición elemental de seres laboriosos, sociales y limitados materialmente". Al parecer las cosas andan "tan rematadamente mal" que "incluso una proposición tan modesta como que todo el mundo en el planeta tenga agua y comida suficientes, parece una provocación. Es imaginable plantear un movimiento revolucionario a partir de ideales utópicos descabellados, pero alterar la vida de la gente de forma tan espectacular, pretendiendo únicamente que el suministro de verdura fresca esté garantizado, resulta extrañamente ridículo. Solo un extremista se opondría a algo así".
La obra de Malthus se ha venido malinterpretando. A él se atribuye la idea de que la humanidad se condenará una vez alcanzado un determinado punto más o menos arbitrario; el adjetivo peyorativo malthusiano se aplica a cualquier cosa que sugiera que el ingenio humano se ve impotente a la hora de encontrar acomodo para más congéneres en esa nave intergaláctica denominada Tierra. (...) A mi juicio, Malthus tenía razón, indudablemente, sólo que el petróleo a bajo coste ha distorsionado los datos de la ecuación durante el último siglo; de alguna manera se ha estado ignorando que la raza humana se ha beneficiado hasta la fecha de una orgía de energía no renovable acumulada a lo largo de eones de prehistoria. La revolución verde debe menos a las innovaciones científicas en biotecnología que al uso masivo de fertilizantes y pesticidas obtenidos a partir de combustibles fósiles o al empleo a escala mastodóntica de sistemas de riego tan sólo viables gracias a la abundancia de petróleo y gasolina. La era de las fuentes energéticas a bajo coste creó una burbuja artificial de opulencia durante un período no muy superior a una vida humana, unos cien años. Dentro de ese confortable oasis tomó forma la idea de que sólo los cascarrabias, aguafiestas y maníacos impíos consideraban el crecimiento desmedido de la población como un problema, y que el mero hecho de plantear la cuestión ya era, de por sí, una indecencia. Yo, por el contrario, me atrevo a afirmar que cuando el petróleo deje de ser barato y las reservas mundiales tiendan a reducirse notablemente nos encontraremos repentinamente con un superávit de población (...) que el sistema ecológico mundial se verá incapaz de mantener. Ningún programa político de control de la natalidad servirá para mucho, dado que los individuos ya habrán nacido. El trayecto de retorno hacia la homeostasis de una población post-petróleo no será un viaje de recreo. Descubriremos por las malas que el crecimiento masivo fue un efecto secundario de la edad del oro negro. 

James Howard Kunstler, 2004La gran emergencia: el colapso de la sociedad occidentalpuede estar a la vuelta de la esquinaBarrabés Editorial, Benasque 2007, págs. 24-26.
Suena convincente, ¿no? Algo burgués y etnocéntrico tal vez (¿"la raza humana", toda por igual, "se ha beneficiado hasta la fecha de una orgía de energía"?), pero convincente al fin y al cabo. ¿Y qué decir de su novela distópica? Interesante, cuando menos. Tal vez algo siniestra la presentación, pero interesante a pesar de todo ;)

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