Revista En Femenino

Mamá, hoy me han hecho daño en el corazón

Por Conmdemamá @CONMDEMAMI

Tengo una niña que tiene defectos, como todo ser humano, pero sus virtudes los superan en número con diferencia, ya que, por suerte, aún tiene la inocencia propia de la infancia y la bondad innata de la que hablaba Rousseau.
Pichu es un alma bonita. No es capaz de hacer daño a una mosca, y eso conlleva que, a su vez, sea muy sentida (a veces hemos llegado a pensar que demasiado) y que sufra todo más de lo que nosotros veríamos como normal. Pero claro, yo hablo de la "normalidad" de un adulto, que es algo que tenemos muy deformado e influenciado por el paso de los años, las batallas que nos van poniendo corazas y las circunstancias que van endureciendo nuestro corazoncito.
Durante este curso han sido muchas las veces que, al salir del cole, Pichu me ha respondido entre lágrimas a la pregunta "¿Cómo ha ido el día, amor?" con un "Mal, porque hoy X me ha hecho daño en el corazón"... Teniendo en cuenta que X siempre era la misma compañera, me tenía que contener cada vez más para no ponerla de vuelta y media delante suyo y decir claramente lo que pienso de la tal X; no podía hacerlo ni como madre, porque estaría transmitiéndole un mensaje horrible a mi hija, ni, evidentemente, como maestra. Lo que hemos tenido que hacer ha sido ayudarle de una manera, digamos, más lenta pero eficaz. Es decir, le estamos enseñando estrategias que le impidan sufrir tanto o que, al menos, le ayuden a saber alzar su voz sin necesidad de ser grosera, simplemente haciendo saber a quien la trata mal que ni ella se merece esa actitud ni es de su agrado.
Para ella no ha sido tarea fácil, ya que, a pesar de explicarle una y otra vez que ella estaba haciéndolo muy bien y que la actitud de su compañera acabaría dejándola a un lado aunque ahora no fuera así, le resultaba inexplicable por qué esta niña seguía machacándola con comentarios que a cualquier adulto nos parecerían tontería, pero que para una niña de cuatro años no son fáciles de digerir. Comentarios que han ido desde "tu camiseta es muy fea", pasando por "hoy nadie juega con Daniela" y llegando a "no pienso escucharte" (mientras se tapaba los oídos) cuando mi hija le dijo que iba a contarle algo importante. Porque sí, mi hija seguía intentando tener el mismo trato con ella que con el resto.
Nosotros mientras, tarde tras tarde, una y otra vez, le repetíamos que contestase a X diciéndole "por favor, no me hables mal porque yo no lo hago", (respecto a su ropa) "pues a mí sí que me gusta", "yo te escucho cuando tú quieres contar algo"... Y un largo etcétera de frases parecidas que, por suerte, no han caído en saco roto. ¡Porque llegó el día! ¡Sí! La tarde en que Pichu salió del cole radiante; la tarde en que al preguntarle el porqué de su felicidad, respondió: "¿Sabes mamá? Hoy X me ha dicho que mi camiseta era súper fea, y yo le he dicho que a mí me parecía muy bonita... Y ya no me ha dicho nada en todo el día"... La tarde en que, orgullosa de sí misma, de su hazaña, de haberse hecho valer, no dejó de sonreír.
Desde ese día, claro está, alguna ocasión más ha habido en la que nuestra hija ha vuelto a tener encontronazo con su compañera, pero la frecuencia ha disminuído muchísimo y ha pasado a ser algo más dentro de la normalidad de un aula en la que confluyen caracteres muy diferentes. Y lo mejor es que su actitud, la de Pichu, también ha cambiado desde entonces. Ya no se toma tan a la tremenda los desaires de su compañera y, con mayor o menor fortuna, sabe qué contestar a cada improperio, demostrando y demostrándose que sabe hacerse valer.
No hace falta que diga que, cuando ves a tu hija sufrir por algo así, tu corazón sufre con ella, y te reconcome la impotencia porque sabes que, a pesar de todo, es ella quien debe ponerle fin. Ni su maestra, que ha estado siempre zanjando situaciones y al quite de todos y cada uno de estos episodios, ni nosotros. Sólo ella. ¿Que por qué? Pues porque nosotros lo que queremos es que nuestra hija madure su capacidad resolutiva. Jamás la dejaremos sola ante un conflicto o una situación que la haga sufrir, porque para llegar a saber solucionar conflictos sola necesita ser guiada y sentirse apoyada, pero no la acompañaremos interviniendo directamente (a no ser que se trate de algo que lo requiera con urgencia, evidentemente), sino que la guiaremos para ayudarla a resolver el problema de la mejor manera posible.
Mi primer pensamiento, no puedo negarlo, cuando detectamos que esto no era una cosa puntual sino un "acoso" en toda regla, fue el de dirigirme a la niña que estaba fustigando así a Daniela. Pero sabía que eso sólo conseguiría, o no, amedrentar a la compañerita un tiempo, nada más. Mi gesto no estaría propiciando que asumiese un respeto hacia mi hija. El temor, al fin y al cabo, no lleva a nada. Así que, después de detectar lo repetitivo de la situación, hablamos con su maestra y supimos que, igual que con nuestra hija, esta niña trataba así a otras compañeras y compañeros; por tanto, no nos quedaba otra que ayudar a Pichu a crearse su escudito, su muro, su estrategia.
En casa creemos firmemente en la frase que Mahatma Gandhi dijo en su día:
"Ojo por ojo y el mundo acabará ciego".
Creemos que las malas palabras pueden combatirse con palabras amables, aunque firmes, y con la mejor de las sonrisas acompañada de una mirada segura. No diremos a nuestros hijos jamás el famoso "si te pegan, la devuelves", que es bastante más común de lo que debería, o así lo vemos entre el alumnado. No queremos que nuestros hijos resuelvan las adversidades y situaciones de su vida con violencia, ni verbal ni física. No es lo que necesitan ellos, y mucho menos el mundo.
Daniela está aprendiendo a resolver, a reconocerse igual al resto y para nada inferior, a pesar de sus gafas o su parche de dibujitos. Y nosotros ESTAMOS TREMENDAMENTE ORGULLOSOS DE ELLA, de que siga teniendo el corazón bonito y la sonrisa noble, de que no disfrute hiriendo a sus iguales y quiera proteger a quien se sienta en desigualdad de condiciones.
La verdad, nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco es imposible.

CON M DE MAMÁ y V de VALIENTE


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