Esta mañana mientras desayunaba leía la prensa y me ha llamado la atención en concepto “mamá multitask”, o lo que es lo mismo mamá multitarea, pero por ninguna parte leo yo eso de “papá multitask” u hombre multitarea.
Nuestra generación ha sido experimental, si amigas experimental, y es que las que tenemos de cuarenta años hacia arriba, recibimos una educación en el colegio en la que en gimnasia se nos enseñaba a andar correctamente y con elegancia, y a tener una buena postura corporal, que pretecnología era algo en lo que te enseñaban a coser, hacer distintos tipos de puntos de bordado y a coger las dos agujas de lana para tejer, y lo más avanzado eran manualidades para decorar el hogar.
Pero también fuimos esa generación de mujeres a las que nuestras madres nos repetían sin cesar, hija estudia, hija trabaja, se independiente, no dependas de ningún hombre, depende solo de ti, eso no significa que no te cases y que no formes una familia, pero ten tu independencia. Y así crecimos las nacidas en los años setenta con una mezcla de costumbres hogareñas y con las ansias de independencia de nuestras madres que querían sentir esa libertad que muchas de ellas sacrificaron por sus familias por las que lo dieron todo.
Y ahí llegó el primer error, desde pequeñas siempre, siempre se nos animó a ser las mejores, a darlo todo, a apreciar las cosas bien hechas, el esfuerzo con una sonrisa, la dedicación a través de la constancia, y un día, nos llegó el momento, llegó el momento de zarpar del Astillero del hogar, y llegó el momento de empezar a cumplir sueños, empezar a alcanzar metas, pero nadie, nadie nos dijo que era imposible, completamente imposible ser buena en todo, sobre todo si todo recae en la misma persona.
Y esta entrada ni mucho menos quiere ser una queja, ni un lamento, todo lo contrario, para mi atrás han quedado esos malos momentos en los que he podido sentir que no podía con mi vida, en los que me sentía una mujer desastrosa, incapaz, cuando después al compararme con otras personas podía darme cuenta que siempre hay alguien por ahí peor que una, y por supuesto también mejor.
A nosotras, a las mujeres del siglo XXI, como decía la madre Feliciana en sus discursos en BUP y COU nos ha tocado dirigir una orquesta sinfónica sin estudios de música, basándonos tan solo en nuestra intuición a veces, otras en nuestra ilusión, y otras como en mi caso en la fuerza bruta, si se afinaba el violín, se desafinaba el piano, si el piano destacaba, el tenor no entraba en el momento adecuado, cuando piano y tenor se cogían, era el arpa quien llamaba la atención.
Así de se modo, y con el paso del tiempo, tras agobios gordos, noches sin dormir, que se mezclan con preciosos momentos puedo asegurar hoy que soy una mamá multitask, y que al igual que los procesos multitask tengo cuelgues, rebotes, saturaciones, falta de respuestas, y alguna que otra vez necesito una puesta a punto.
Ser mujer multitask es muy complicado, pero hay que aprender a vivir con ello, y hacerlo lo más dignamente posible, y la primera lección que saco de todo esto, es que hay que aprender a delegar, hay que entusiasmar al resto del equipo para que se involucren en el proyecto más importante de cualquier persona, la familia y la vida familiar.
Así que tras este “Reset” maravilloso que he tenido esta semana, vuelvo a la carga, con las baterías completas dispuesta a ir ganando batallas a la organización del hogar, y mi especialización profesional, para así poder tener más tiempo para lo que más quiero en este mundo, mi marido, mis hijas y mi familia.