Revista Arte

Mamar suficiente… o convertirse en un mamón. Por Paco Jaume

Por Eltallerdelaeam @elTallerdelaeaM

Mamar suficiente… o convertirse en un mamón. Por Paco Jaume.Me llega esta imagen en clave de humor, pero que toca una tecla que me activa el deseo de ponerme a escribir… Y es que hace apenas cuatro meses ha nacido nuestra querida Candela, que nos eligió para que la cuidemos hasta que ella pueda hacerse cargo de sí misma, y en ese compromiso andamos su mamá y yo, totalmente sumergidos en la pater / maternidad.

La cuestión de la paternidad más que un tema es un temazo. Lo que mueve, lo que desencadena, lo que abre… Si uno se deja, se re-significa la propia vida. Aparecen nuevas significaciones y sentidos que antes, aunque podía imaginarlos, no eran más que sutiles destellos de la fantasía. Y, si uno se deja, cambia la visión, el sentir, el pensar y la acción en el mundo. Es una experiencia verdaderamente transformadora.

Pero el tema en particular tiene que ver con lo que suscita alrededor nuestro la elección de “dar el pecho a demanda”. Me llama la atención como nuestro entorno se altera y afecta con nuestra decisión de cómo atender a nuestra pequeña en sus necesidades físicas y emocionales. El temor general es que la niña se acostumbre a recibir determinadas atenciones, y luego se convierta en una “mimada caprichosa”.

Hasta el primer año y medio de vida, más o menos, el bebé va a realizar un proceso que le permitirá irse separando de su mamá progresivamente, pero a la vez va a ir estableciendo un vínculo emocional con ella. Coexisten dos movimientos: uno centrípeto que vincula al bebé con la mamá, y otro centrífugo que viene en forma de interés por las cosas del mundo y que empuja al bebé hacia la separación. Cuando recién ha nacido, en su momento más frágil y vulnerable, la necesidad de sostén y de seguridad es lo primero. El alimento, el calor, y sentir un ambiente seguro y protegido son los elementos que le permitirán tener un buen contacto con la vida. Pero el bebé no tiene un vínculo emocional con la madre, aún. Es a partir del tercer mes cuando se empieza a desarrollar este vínculo, y progresivamente el llanto del bebé dejará de ser un “grito” que expresa malestar, para irse convirtiendo en un “llamado” que reclama a la mamá. Este proceso en el que el bebé solicita los cuidados de la mami se da gracias a dos cuestiones:

  1. El propio proceso madurativo del bebé.
  2. La relación que la mamá va estableciendo con su cría durante la lactancia.

Cuando la madre da de comer al recién nacido, no sólo lo alimenta. En esa relación hay un “plus”. Ya sea a través de la lactancia natural, o a través del biberón, el contacto estará lleno de palabras, gestos, caricias, sonidos, miradas que van erotizando al bebé. A ese placer el niño se va acostumbrando y llega a reclamarlo cuando lo “necesita”. De hecho, cuando aparece determinado malestar requerirá ese trato amoroso. Es el período en que se van configurando las necesidades afectivas. No solicita a la madre porque tenga hambre, o frío. La solicita porque la necesita emocionalmente. Esta relación que la madre establece con el niño va a meter al bebé de pleno en el mundo emocional y en el mundo de los vínculos. Se desarrolla la capacidad amorosa y de vinculación, justo a través de este contacto.

En nuestra sociedad actual la incorporación de la mujer al mercado de trabajo ha dejado un hueco en esa atención. La madre tiene tantas cosas por hacer que sólo con dificultad podrá ofrecer un contacto de calidad. Ese empobrecimiento del contacto amoroso de la madre con el niño se da en un momento en que el niño todavía no distingue claramente la diferencia entre el mundo exterior y el mundo interno. De este modo el bebé cristaliza una sensación de “falta”, que no viene necesariamente del exterior (“en el mundo no hay satisfacción posible”), sino que vendrá de su interior (“yo no puedo proveerme de aquello que necesito”).

De manera que, muy al contrario de lo que piensan en nuestro entorno inmediato, que el bebé se acostumbra a algo de lo que no podrá separarse… nosotros pensamos que es aquel bebé que queda atrapado en “la falta” el que va a reclamarlo constantemente durante los años venideros y hasta en la vida adulta. Si “yo no puedo proveerme de aquello que necesito”, voy a establecer vínculos dependientes, esperando que sea el “otro” quien me lo suministre (un “otro”, que puede ser la pareja, la cocaína, la máquina tragaperras…). El niño se queda atrapado en una “falta” que nunca va a poder ser satisfecha, sino realiza un profundo trabajo emocional para soltar esta dinámica que le tiene atrapado.

Bajo este paradigma… pues mejor mamar suficiente… que convertirse en un mamón.

Paco Jaume


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