Revista Cultura y Ocio

Mamíferos que escriben

Publicado el 22 septiembre 2018 por Rubencastillo
Mamíferos que escriben
Quizá la gran búsqueda que todos acometemos durante la vida, aparte de perseguir indesmayables la felicidad, consista en descubrir a nuestros dioses verdaderos, entronizarlos en nuestro Olimpo, tributarles adoración y rendirnos al disfrute de sus excelencias. Es lo que hace literariamente Manuel Moyano en las páginas de Mamíferos que escriben, el exquisito libro que acaba de publicarle Newcastle Ediciones: un catálogo minucioso de escritores, músicos y cineastas que lo han conmovido durante décadas y a quienes ofrenda aquí el acanto de su admiración, tras haberlo reproducido capítulo a capítulo en la extinta revista El Kraken.Comienza su recorrido con el norteamericano Paul Auster, uno de los autores que en su opinión “llegan a modificar nuestra percepción de la realidad” gracias a una forma de escribir que consiste en “echar una piedra a rodar y sentarse a ver qué pasa”. Después se ocupa del misántropo, racista, solitario y huraño Lovecraft, arquitecto de mitologías tenebrosas y fraguador de dioses nauseabundos, que lo fascinó desde su juventud gracias a la lectura de la novela El caso de Charles Dexter Ward(obra que el propio Lovecraft desdeñó). A continuación se aplica a componer una semblanza sobre Cioran, al que dedica seis páginas de difícil mejora, con las que retrata íntimamente al genio lánguido de Rasinari. No menos fervoroso es su retrato de Bukowski, al que comenzó a leer a los veinte años y del que se despide con un párrafo memorable: “Estaré siempre entre el grupo de sus admiradores. Es más, me encontraré siempre entre sus amigos. Salud, viejo Hank. Esto va por ti. Nos veremos en el jodido infierno”.Se desplaza después al mundo del cine para hablarnos de Stanley Kubrick, autor de “incuestionables cimas del arte realizado por el hombre sobre este planeta”, y al de la música, declarándose “dylanita” irredento, pese a la “incomprensión hacia mi trastorno por parte de padres, hermanos, esposa y, ahora, hijos”. Y, tras ese paréntesis, retorna al mundo de la literatura con Bioy Casares; el dipsómano Dylan Thomas; el malogrado Federico García Lorca, del que se decanta por la lírica (“Personalmente, no creo que sobreviva su teatro”); el cronopio Julio Cortázar o el escasamente comprendido Álvaro Cunqueiro.Al final, los lectores comprendemos que nos encontramos ante una auténtica delicatessen, a la que nadie con buen paladar literario debería renunciar.

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