De alguna manera este confinamiento pone a prueba nuestra capacidad de resistencia frente a la adversidad. También nos proporciona más tiempo para observar cómo el odio nubla el juicio y la razón de algunos, mientras que engrandece la solidaridad y el trabajo imprescindible de muchos otros. Bastaría con escuchar a algunos políticos, mirar determinadas portadas de periódicos o dedicar unos minutos a las redes sociales para percibir un panorama desolador. Y frente a ellos, la necesidad de no renunciar a pensar sobre lo que está sucediendo, sobre sus consecuencias y aprendizajes.
El sueño de la razón produce monstruos es una obra de Goya a la que se le atribuyen distintas interpretaciones. En estos momentos, parece oportuna aquella que otorga a la razón la capacidad de alejar a los fantasmas y monstruos; la que advierte de los riesgos que comporta distanciarnos de ella. El grabado representa el contraste entre la luz y la sombra, entre la razón y la ignorancia, entre lo real y lo onírico.
En estos días de incertidumbres, queda evidenciada la necesidad de alejarnos de la discordia y de no caer en la simpleza de aceptar el argumentario de parte. Son días para proveernos de mascarillas contra el desaliento, la mentira y la estupidez. Por ello, ahora más que nunca, es necesario leer, escuchar y pensar para formarnos una opinión. Escuchar a cualquier persona que opine con modestia y de manera razonada, leer a periodistas y opinadores juiciosos, pensar fríamente con cierta dosis de sentido común y otra de sano escepticismo.
Si teníamos alguna duda, ahora sabemos que somos más frágiles de lo que pensábamos y, tal vez, más conscientes de que nuestros gobiernos han dejado abandonada a la ciencia y a la investigación. Lo visible e inmediato les parecía más necesario y, de alguna manera, lo aceptamos. También constatamos que esta pandemia revela nuestra dependencia tanto de otros seres humanos como respecto del mundo no humano . Ojalá tomáramos conciencia de que nuestro poder es limitado y nuestra debilidad inmensa. Sin embargo, ¿seremos capaces, como sociedad, de aprender algo de esta experiencia? ¿Demandaremos de los gobernantes prioridad y presupuestos suficientes para, por ejemplo, la sanidad y la ciencia?
Escribía de la importancia de leer, escuchar y razonar. Pero si este ejercicio de lectura y atención, a quienes lo merecen, es recomendable para cualquiera de nosotros, mucho más lo es para quienes gobiernan. A los gobernantes del presente y a quienes lo harán en el futuro, tendríamos que exigirles que, antes de tomar una medida o hacer cualquier declaración, se tomen unos minutos para proceder después de escuchar y razonar. También que, cuando adopten cualquier decisión o se pronuncien sobre cualquier asunto, evalúen para confirmar, modificar o rectificar.
Saldremos adelante. Los libros de historia nos recuerdan plagas y epidemias de enormes proporciones, que el ser humano ha soportado guerras mundiales e infinidad de contiendas nacionales y locales, que en diferentes épocas siempre los más vulnerables han sufrido los estragos más penosos de las crisis económicas y que no son pocos los cambios sociales y tecnológicos a los que el ser humano se ha ido adaptando. Que saldremos adelante es una certeza. Queda por saber si, al salir, continuaremos construyendo el futuro con industrias insostenibles y demenciales hábitos consumistas, si nuestros miedos serán el pretexto para un mayor control social, si valoraremos realmente nuestra libertad, el conocimiento y la investigación. Queda por saber si exigiremos que la sanidad, la educación y el cuidado de los mayores dejen de ser un negocio.