Revista Religión

Manda el fuego

Por Frabreum @FRABREUM

Manda el fuego
No deja de asombrarme cada vez que lo leo, el impresionanterelato de I Reyes cap. 18, donde el profeta Elías invoca el fuego divino parasu altar. Dice la Escritura que el fuego consumió la leña, el polvo, la ofrenday aún evaporó el abundante agua vertida para mojar el sacrificio.
El pueblo escogido con frecuencia tendía a apartarse de suDios, el único y verdadero Dios; y necesitaba de señales y profetas como Elíaspara recordar quién era su Dios.
Esto en la actualidad le sucede también a los creyentes,pero es un proceso mucho más sutil. Tanto lo es que la fina línea que divide loque está bien, es lícito y edificante; de lo que no está bien o no es loapropiado para nuestra edificación; se diluye en una zona gris donde sin darnoscuenta llega un punto en nuestro camino en que no sabemos exactamente dónde nosencontramos parados.
Muchos pastores y líderes de ministerios de pronto se dancuenta de que su ministerio ha dejado de ser fructífero, o por lo menos esto hasufrido una merma con respecto a otras épocas anteriores. Pareciera que NuestroAmado Señor a pesar de su gran amor y cuidado de nosotros, ya no los estábendiciendo como lo hacía en determinado momento. Sin ir más lejos, quién estoescribe lo ha experimentado así muchas veces.
La rutina, los plazos, los compromisos dentro de lacomunidad eclesiástica en la que nos movemos, cosas que sin ser malas en símismas; a veces –no siempre– se convierten sin que podamos advertirlo, en elmismo objeto de la adoración.
Dios nos enseña en Romanos 12:21 que en la actualidadnosotros mismos somos sacrificio vivo, santo, agradable a Dios a través denuestros cuerpos.
Para Dios no hay sacrificio sin fuego. Ese Dios de Elías, esnada más ni nada menos que nuestro mismo Dios en la actualidad. Y Nuestro amadoSeñor ha puesto a nuestra disposición ese fuego abrasador que “queme” nuestraofrenda. Su Espíritu Santo.Es por ello, que hoy clamamos a Ti Amado Señor… ¡MANDA ELFUEGO!
   “Y de repente vinodel cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó todala casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, comode fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos delEspíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu lesdaba que hablasen”.   (Hechos 2:2-4RV60)
Autor: Luis Caccia GuerraFuentes: Deocional Diario

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