Ayer escuché solamente el final de un programa de radio, en el que parece que estaban hablando de los niños y la disciplina. Me hubiera encantado escuchar todo el programa, pero sólo alcancé a oír a alguien decir algo parecido a: “…y es por padres como éstos, que no han logrado disciplinar a sus hijos, que se está pensando crear vuelos únicamente para adultos”.
Me ofendí.
No es que esté en contra de la idea de que hagan vuelos en donde los niños no estén permitidos. Es más, se me hace una excelente idea. Lo primero que pensé fue “yo me voy con mi marido en ese vuelo y luego veo cómo hago llegar a mis hijos hasta mi destino” (no es cierto, ¿eh?). Entiendo perfecto lo molesto que puede ser tener que pasar varias horas sentado a lado de un niño ―que además no es nada tuyo― y que se la pasa todo el tiempo jugando, moviéndose como gusano o peor aún, llorando. ¡Qué pesadilla!
Créanme, lo entiendo. Beto y yo somos bastante conscientes en ese sentido. Si tenemos que ir con toda la pandilla, procuramos ir a lugares (como se diría pochamente) “child-friendly”. Sabemos que son niños. Sabemos que les es imposible actuar como adultos porque finalmente, no lo son. Y también sabemos que es tan sólo una etapa que pronto superaremos para poder incorporarnos nuevamente a la vida “normal” que teníamos antes de toda la chamaquiza.
Pero en lugares como los vuelos, ahora sí que no hay de otra. Te subes al avión, tratas de mantener a tus hijos entretenidos y calladitos; y rezas para que todo salga bien.
Entonces, lo que me ofendió no fue la idea de crear vuelos para adultos. Lo que me molestó fue el comentario de que era “por culpa de padres como éstos, que no han logrado disciplinar a sus hijos…”. Porque ya me pasó una vez con Pablo. Fue en un vuelo de Zacatecas al D.F. Habrá tenido unos 8 meses. Lloró a todo pulmón desde que despegamos hasta que aterrizamos. No exagero. La gente de la fila de adelante me pidió cargarlo para ver si ellos lo podían tranquilizar. Como no pudieron, se lo pasaron a los de adelante y así, se lo fueron pasando de fila en fila. No dejó de llorar. Por supuesto que se me caía la cara de vergüenza y lo único que pasaba por mi cabeza era “trágame tierra”. Pero en serio, no fue porque me valiera gorro ni por falta de disciplina.
Y es que hay veces en que queda completamente fuera de tus manos, tal como me sucedió esa vez.
Sé que si no tienes hijos, te podrá sonar como una excusa, pero si los tienes, sabrás de qué estoy hablando, ¿verdad? Es horrible, pero sucede. Finalmente, son personas ajenas a ti y no puedes controlar todo lo que hacen y cómo reaccionan.
Ahora, también hay niños indisciplinados con papás que realmente no les importa que estén molestando a los demás, es cierto. Pero prometo que ese no era mi caso.
Entonces, que hagan estos vuelos. Sí. Pero que los hagan porque los niños son niños. Y porque son escandalosos, inquietos, se ríen demasiado fuerte, tiran el refresco y lloran. No por malcriados ni por indisciplinados, sino porque son niños.
Mamás y papás, ¿están de acuerdo conmigo o creen que son puras excusas?
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