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maneras de vivir

Publicado el 26 agosto 2022 por Tranquilitamente @tranqilitamente

he visto cosas este verano que no me gustan y con las que no contaba.

todos perdemos los nervios en muchos momentos, y más en vacaciones, porque el tiempo que pasamos con nuestros hijos aumenta hasta alcanzar cotas a las que no estamos acostumbrados y que, en ocasiones, hoy hay duda que exceden en mucho el nivel de tolerancia paterno.

así que, estoy descubriendo una cara oculta de la luna de muchos, que me está dejando pelín perpleja.

veo padres que educan a grito pelado a niños a los que dan de desayunar, comer y merendar galletas, dulces y helados, y a los que luego les vociferan porque, a pesar de eso, y de que van a cumplir dos años, resultan que tienen a bien no estarse quietos.

también he visto padres que, cuando su hija les ha derramado el café en la locura de un juego de gritos y saltos por el sofá, que hasta ese momento les parecía muy normal y civilizado, pese que a otros adultos intentaban ver una película, poco menos que les han llamado tontos y les han mandado a sentar a un rincón, bajo la amenaza de «¡se acaban las vacaciones como no me obedezcas a la de tres!».

padres que cuando su hija de cinco años les responde de forma rebelde, le dan una palmadita en la boca. eso sí, acto seguido dialogan con ella «para que se pueda expresar».

y lo peor que he visto, han sido padres que, después de un «como lo vuelvas a hacer, te doy», se han quitado literalmente la zapatilla, y les han dado. «y la próxima, te doy en la cara». a estas alturas del siglo. los mismos padres que luego se preguntaban, y me preguntaban, por qué el niño, al que no solo han pegado, sino que han humillado delante de su entorno, se ha enfadado con ellos y no lo ha entendido. «es que yo no me puedo meter en lo que ‘el padre le diga a su hijo’ si se está portando mal», me decía la madre.

también he visto hijos adolescentes que no piden, sino que exigen a sus padres que les provean de batidos de proteínas para conseguir un cuerpo definido. eso sí, lo piden desde el sofá, móvil en mano, y acto seguido lo rematan con un «y ponme ya el colacao, mamá, que yo meriendo siempre a las cinco y media».

y es que esos mismos padres son los que habitualmente me recuerdan, como el que no quiere la cosa, el sacrificio que hacen por sus hijos cada mes, al dejarse un dineral para que vayan a colegios muy bilingües y mucho mejores que el concertado básico mío.

todo esto en un entorno conocido, y yo pensaba que civilizado.

serán maneras de vivir que confirman que cada casa es un mundo, pero confieso que a mi me ha dado un poco de miedo, porque si esto es lo que veo, ¿qué es lo que no?. y si esto es lo que hacen aquellos de los que jamás lo hubiera pensado, ¿qué más hay a mi alrededor que se me escapa?

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