Revista Ciencia

Manticidio

Por Naturalista
ManticidioA pleno sol, en un claro de pasto agostado entre las encinas, una joven mantis permanece quieta, camuflada sobre el fondo de briznas de hierba seca. Podemos elegir que sea una mantis religiosa, una Ameles o una Empusa; con cualquiera de estas mantis mediterráneas el relato seguirá siendo cierto. Nuestra mantis tal vez acecha algún insecto, quizás una mosca pequeña. De pronto sus ojos de depredador ven acercarse algo volando, como una mosca mucho menor que ella misma, que se mueve rapidísimamente en el aire zumbando de un lado a otro. Cuando tiene enfrente a este visitante, la mantis baja las garras dispuesta a atacar, pero entonces, de un vuelo, el insecto desconocido se le coloca detrás, desciende y la agarra por la espalda justo encima del letal par de patas delanteras. En un abrir y cerrar de ojos, el intruso le clava un aguijón paralizándole las poderosas patas repletas de espinas, la principal arma ofensiva de la mantis; acto seguido baja hasta el segundo par de patas, como quien sabe perfectamente lo que está haciendo, y con precisión de cirujano aguijonea sobre ellas, paralizándolas, rematando luego con un tercer picotazo paralizante sobre el tercer par de patas. La pequeña mantis, incapaz de mover sus miembros, queda indefensa. Su visitante la toma del cuello con las mandíbulas y alza el vuelo. Descenderá en la entrada de un agujero excavado en el suelo, su nido, y pasará dentro a la mantis, almacenándola en una cámara subterránea, todavía viva pero paralizada. Servirá de alimento a su larva, junto con otras mantis juveniles hasta un total de 3 a 16 presas. Así procede cada año la cazadora de la mantis, la pequeña avispa solitaria Tachysphex julliani, la Tachytes manticida de los relatos de Fabre.
Curiosamente, se ha comprobado que sus larvas se desarrollan bien comiendo saltamontes paralizados, así que, ¿por qué su madre les caza mantis? ¿No había otra presa más peligrosa para elegir? Seguramente la explicación sea que la madre realmente no elige su presa, que no puede elegirla, porque está programada por sus instintos para cazar mantis y solamente mantis. Esta preferencia temeraria debió de gestarse en un pasado para ella remoto, cuando una o varias mutaciones cambiaron el instinto que permite a estas avispas reconocer a los saltamontes, las presas predominantes entre las Tachysphex. Así, por casualidades de la genética, un linaje de avispas comenzó a percibir a las mantis como presas. Y esta extravagancia ha perdurado como uno de tantos caprichos de la naturaleza, una de esas historias improbables de la evolución que nos ha dado también a la cazadora de la tarántula, a la mantispa y a tantos otros seres asombrosos del matorral mediterráneo.
Imagen tomada de los Souvenirs Entomologiques de J.H. Fabre (1923, Delgrave, Paris), de cuyo relato sobre la que él llamaba Tachytes manticida procede la información de este post acerca de la biología de esta especie, actualmente clasificada como Tachysphex julliani (ver la base de datos de Fauna Europaea en la web, y la monografía sobre avispas solitarias de Francia escrita por Berland, 1925). Esta especie se diferencia de otras muy similares por detalles sólo visibles con una buena lupa. No parece ser abundante, tal vez por la relativa escasez de sus presas.

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