Revista Cultura y Ocio

Mantras

Por Eduardogavin

Mantras
Y no es que el deseo de sabiduría, de armonía, de paz y de reflexión primó y prima siempre entre todos los pueblos del planeta? Que el sabio busca en las tinieblas, el silencio, la sibilancia y la repetición la luz que el claro día niega con su ceguera? En Oriente Medio, hace muchos siglos, hablaba Zaratustra. Y hablaba Sócrates. Y Parmeneides. Hablaron todos y todos escuchaban. Y era recogiendo de su reflexión que se elevaban, repitiendo, incubando, cantando. Siglos después, el Islam no acabó con las costumbres. A todos los movimientos, corrientes, sectas y vendavales religiosos, de corte y cariz más prosaico que otra cosa, sobrevivieron los misteriosos derviches. Qué es un derviche, qué es esa palabra, de dónde viene, a qué se refiere? Un derviche es un danzante, es un mendicante, un religioso. Pero a la vez es un ecumenista, un maestro, un curador. Posee conocimientos de filosofía, política y medicina. Se le da dinero, pero no lo pide, pues no lo necesita. Nada necesita de este mundo. Conoce todos los nombres de Dios, lo que le permitirá entrar al paraíso. Sabe el nombre que los une a todos, OM. Sabe que saberlos todos, entenderlos todos, te impide enemistarte con cualquier creyente. Y repetirlos y pensarlos, al son de la música y los poemas, nos eleva y nos lleva a Dios. Girando sobre sí mismo y sobre el espacio, recoge de Dios con la mano derecha y entrega al mundo con la izquierda. La palabra sirve para sabios sufís y mendigos. La palabra es de origen persa y esta del ario (llamadlo, los politicamente correctos indoiranio), darvish (¿vendrá todo de la India?), que se refiere a un sacerdote efectivamente sabio y mendicante, pero que tanto en farsi como en urdu adquiere connotaciones de ascetismo e inmutabilidad ante el mundo. Un ser humano (pues algunos sufís derviches admiten mujeres) que, de alguna manera, permanece hierático ante la realidad. Y lo hace girando en la oscuridad. ¿Sorprendidos? La fascinación me obligó a verlos, humillados, en Estambul. Pero no puedo olvidar aquél espectáculo que, siendo turístico, fue místico. Porque hubo silencio. Un silencio sepulcral.


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