De un tiempo a esta parte, el mantra repetido es el de que los trabajadores han de aceptar, a ser posible, de buena gana y en actitud complaciente y sumisa, los grandes esfuerzos que son requeridos para salir de la crisis.
En este mantra repetido se oyen insistentes cantos de sirena a una reforma de las pensiones (para abaratarlas), una reforma del mercado de trabajo (para abaratar el despido) y un recorte importante en el Estado.
Lo que lleva la conclusión de que esta crisis, que comenzó siendo financiera por la avaricia e irresponsabilidad de los bancos junto a la negligencia de los políticos que debían velar por su control y regulación, la vamos a pagar en forma de crisis laboral y de desmantelamiento del estado del bienestar, los trabajadores.
Hace un año, probablemente acongojados y acojonados por la perspectiva de desempolvar alguna que otra guillotina, políticos muy de derechas se daban golpes de pecho proponiendo refundaciones del capitalismo e incluso moratorias y/o suspensiones. En la práctica, aquel estado de miedo funcionó cojonudamente: nadie se opuso a que el dinero público de estos Estados que se denostan constantemente, sirviera para blanquear las cuentas de resultados de las entidades financieras que originaron tal desaguisado, toda vez que el shock se ensayó de forma eficiente en Argentina no hace mucho tiempo. Lo que se denominó corralito y que no fue otra cosa que lo mismo que a gran escala se ha hecho unos años después.
Pero una vez a salvo los bonus de los banqueros y los asiento de los políticos (y también su cuello), habida cuenta de que el miedo se ha mostrado eficaz contra todo intento de protesta, se pone encima de la mesa el verdadero programa neoloberal de toda la vida, comprado sin rechistar por el establishment socialdemócrata, que lo ve como i-ne-vi-ta-ble, habida cuenta de que no está dispuesto a cambiar ni una coma de esa hoja de ruta marcada por los Botín de turno y cía.
De ahí que el esfuerzo que se pida es siempre en una dirección: vamos a desmantelar las políticas públicas aprovechando este pisuerga, privatizaremos todo lo privatizable, incluida la educación y la sanidad, recortaremos los derechos laborales a su mínima expresión, abaratando el despido y desmantelando el sistema de pensiones. Conste: todo por el bien vuestro. Ojo: “lo hacemos por vuestro bien y pensando en vuestro futuro”
Eso si, En esto, uno tiene ocasión de escandalizarse sobre la vuelta de los bonus a los banqueros, pero no espere ningún esfuerzo ni siquiera legislativo para limitarlos. Ni siquiera para gravarlos, porque en estos “esfuerzos” tampoco toca hablar de impuestos, ni sobre los patrimonios, ni sobre las famosas SICAV, no vaya a ser que se vayan. Ni hablar sobre los dividendos de los empresarios, ni sobre el fraude y la corrupción generalizada, ni de paraísos fiscales, ni de las famosas agencias de calificación, ni de responsabilidad de la banca sobre la burbuja inmobiliaria ni sobre los bonos basura, y mucho menos de pedir responsabilidades a los que ocupaban y ocupan los puestos directivos de esas fábricas de genocidio llamados FMI y BM, o a algún comisario de la UE, ni a nadie de los que hoy predican el mantra del recorte pero ni la vieron venir.
Ellos salvaron su culo y su cartera hace rato a costa de nuestro futuro. Y si a usted se le ocurre pronunciar, por ejemplo, las palabras “capitalismo”, “lucha de clases”, “trabajador”, “medios de producción”, “nacionalización”, o incluso la palabra “derechos”, ya sabe: usted se quedó en el XIX, madure!!.
Y, para que engañarnos, la maquinaria propagandística les funciona de maravilla: Sólo hay una política económica posible y una salida posible.
Y trileros no les faltan. Sólo es cuestión de precio, como decía Darín.