Revista Cultura y Ocio

Máquinas como yo. Ian McEwan

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Máquinas como yo. Ian McEwan
     "Era el anhelo religioso con el don de la esperanza; era el santo grial de la ciencia. Nuestras ambiciones fluctuaban -más alto, más bajo- gracias a un mito de la creación hecho real, a un acto monstruoso de autoamor. En cuanto fuera factible, no tendríamos otra opción que seguir nuestros deseos y atenernos a las consecuencias".
     Cada libro suyo, cada entrevista, cada página, cada palabra, cada letra... Hoy traigo a mi estantería virtual, Máquinas como yo.
     Estamos en Londres en los años 80, en un mundo un poco diferente al nuestro, son detalles aparentes que han cambiado cosas importantes. Alan Turing jamás comió la manzana, y el mundo tecnológico sufrió una revolución temprana. Allí conocemos a Charlie y a su vecina Miranda, de la que está enamorado. En la calle han aparecido unos robots que parecen personas, casi perfectos, y el ser humano ha decidido en su modestia ponerles los nombres de Adán y Eva. Eva se agota antes así que Charlie se compra un Adán que termina siendo manipulado por Miranda. Adan es la perfección, pero ¿qué pasa cuando es la perfección la que mira a los humanos?
     Hace ya unos cuantos años que Irving escribiera Personas como yo, un libro en el que se desnudaba quedando a merced de la escrutadora mirada del lector que se cuenta entre mis favoritos. Ahora le toca el turno a McEwan de jugar con esa sentencia y escribe Máquinas como yo, un libro en el que se desnuda Charlie para el lector, el ser humano para las máquinas y el lector, como no podía ser de otro modo en una novela de McEwan, se revuelve incómodo en la silla. Y es que siempre que veo a alguien decir que las novelas de McEwan son bonitas, no puedo evitar sonreír. McEwan disfruta incomodando al lector mientras no pierde un ápice de su aplomo inglés, representado perfectamente en la prosa cuidada y el placer que provoca leerlo. Aunque nos incomode como feto no nato o como menor que quiere tomar decisiones propias.
     En esta ocasión entra en la ciencia ficción como excusa para relatar su historia. Y lo hace, creo yo, en los años ochenta simplemente por satisfacer su capricho de que Turing aparezca en el libro, ya que poco más puede afectar a esta novela la época en la que acontezca salvo el dar a Turing el lugar que hubiera merecido en la historia (y posiblemente unos cuantos méritos de más). El caso es que hasta aquí y poco más llega la ciencia ficción, porque a McEwan lo que siempre le han interesado son los dilemas morales. Y conocemos a Charlie, enamorado de Miranda, egoísta, tranquilo y un tanto obsesionado en el tema de la robótica. Por eso llega Adan a su casa. Bueno, por eso y por la falta de Evas, como ya he comentado. Y es la llegada de Adam la que agita al lector. Adam es perfecto, incluso por fuera, y Charlie no puede evitar sentirse un poco amenazado. Aunque quizás si lo "cría" junto a Miranda, quién sabe lo que puede pasar. Pero, como cada vez que alguien dice quién sabe lo que puede pasar, algo inesperado sucede. Adam mira a Miranda y la escruta desde su fría e inalterable perfección dando una opinión nada positiva de la joven a su legítimo propietario a la vez que miranda no puede evitar fijar su parte más carnal en el robot. La cosa, como os podéis imaginar, se complica por momentos, se siente la traición y el juicio del robot incapaz de tener sentimientos pero en un aprendizaje constante que hará que nos preguntemos hasta qué punto está bien verse escrutado, que no es lo mismo que pedirle a Adam que lo haga con otros. Aparecen más personajes mientras Adam avanza y el autor aprovecha ocasiones en las que nos recuerda que allí no todo son personas, pero la moral se le parece aplicar por igual a todos los integrantes de la novela. Y aquí llega la gran pregunta, ¿es eso adecuado?, ¿podemos dar conciencia? Y da un paso más, ¿y si nos pasamos al crear algo como Adam capaz incluso de juzgarnos?
     Ahí está. Estamos leyendo a McEwan. Nos revolvemos. Miramos al gran descubrimiento de la novela, Mark. Mark es puro McEwan, os dejaré descubrirlo, yo solo lo nombro, ni siquiera os doy una pista de su papel. Y también dejaré que descubráis la conciencia.
     Máquinas como yo es una gran novela. No es la mejor del autor, entiendo a quien dirá que es una de sus novelas menores. De hecho, si pienso en sus tres últimas novelas, todas lo fueron. Uno termina de leer a McEwan y cree que la historia ha terminado, sin embargo, parte de su grandeza es que sus novelas crecen con el tiempo.
     Hoy he expuesto mi pasión por las letras de un escritor, ¿podéis nombrarme vosotros a alguno que os provoque lo mismo?
     gracias.

Volver a la Portada de Logo Paperblog