Amanecer desde mi ventana, Tánger, 2014, expatriadaxcojones.blogspot.com
—¿ A qué no sabes que me ha pasado?—Pues no.—Casi la palmo espachurrado.—Mira que eres exagerado… ya será menos.
Esta no era la primera conversación al respecto que manteníamos. Llevábamos así un buen rato. El Kalvo me llamaba y me contaba en qué punto exacto de su aventura se encontraba. Yo me desconcentraba de mi trabajo y cuando volvía a pillar el hilo el teléfono volvía a sonar. Seguí su aventura como si se tratara de un culebrón por entregas. Pero retrocedamos y empecemos por el principio.
Los españoles que vivimos en Tánger solemos ir a Ceuta bastante a menudo. Desde nuestra ciudad hasta la ceutí sólo hay una hora en coche. Allí aprovechamos para ir al supermercado, pasar por la farmacia, darnos una vuelta por las tiendas o ir al cine. Yo muchas veces solo iría para comerme un bocata de jamón. Hoy el Kalvo iba porque necesitaba renovarse el D.N.I
Por eso esta mañana ha madrugado, más de lo habitual, y a Ceuta que se ha ido. En sesenta minutos exactos estaba en la frontera. Eran poco más de las siete de la mañana y se ha encontrado una cola que echaba para atrás. Coches y más coches. Una fila larguísima que llegaba hasta el pueblo de al lado, Castillejos. Es imposible calcularlo exactamente pero quizás para cruzar al otro lado podría tardar entre tres o cuatro horas.
En este momento detiene el coche y me llama. Por primera vez. Luego será un no parar. Ahora mismo su voz suena desesperada.
—¿Qué hago? —me pregunta.—¡Y yo qué sé! Aunque solo tienes dos opciones. Dar media vuelta o resignarte. Tú verás.
Lo estamos discutiendo, barajando los pros y los contras, con el Kalvo cualquier decisión es así.Muy racional. Estructurada. Medida. Consensuada. Es ingeniero… En plena digresión, un hombre se acerca al vehículo y le comenta que puede colarlo.
—¿Cuánto? —le pregunta el Kalvo. —Cincuenta dírhams —responde él.
Cincuenta dírhams no son ni cinco euros. No es que me guste este rollo, fomenta el mercadeo, pero le aconsejo que acepte. El Kalvo tiene cita a las diez en la comisaría y es la única manera de llegar. Así funcionan las cosas en Marruecos, pagando lo consigues casi todo.
—Hablamos luego. —Ok. El hombre le dice que de media vuelta y entre directamente por la puerta principal. El Kalvo no entiende nada. Hay dos guardias en la entrada. Imposible que no lo vean. Aún y así, hace lo que le dice y para su sorpresa, justo cuando pasa, los policías han desaparecido. Se han metido en las garitas. Los dos, al mismo tiempo. En menos de un minuto ya está dentro. Y ellos vuelven a salir.
Como soy un poco ingenua, cuando me lo cuenta, pienso que ha sido casualidad. Y un cuerno, me dice el Kalvo. El hombre lo estaba esperando en el otro lado para cobrar.
—Pero si no había guardias…—le dice el Kalvo, que en un principio, pensabaque el tío sólo se quería aprovechar. —Oye hermano, que los polis trabajan conmigo. Estamos juntos en esto ¿Entiendes?
El Kalvo asiente. Busca su cartera. Saca un billete de cincuenta dírhams y se lo da. Después, en la tranquilidad de mi casa, con mi chándal y las pantuflas, pienso, para mis adentros: ¿cuánto le toca a cada uno? porque si se lo han de repartir entre tres no se van a hacer ricos. Aunque, si esto lo hacen con otros, y hoy había bastante gente, quizás al final del día no son ricos pero se han sacado una buena pasta.
—Me he colado pero está todo petado de coches. Llevo media hora y no he avanzado ni un metro —¿Qué vas a hacer? —Creo que daré media vuelta, dejaré el coche e iré andando. —Buena idea.
Y así lo hace. Aparca el coche en el párquing y accede al paso del Tarajal a pie. Lo hacemos a menudo pero nunca nos ha pasado lo que le sucederá a él hoy.
Llega a la caseta y, en un momento, se encuentra rodeado. Solo en medio de una multitud de porteadoras. No sé de cuánta gente se trata, me dice, pero hay mucha. ¿Trescientas personas? ¿Cuatrocientas? Quizás más. Da bastante miedo.
El Kalvo empieza a sudar. La turba empieza a avanzar. Cada vez hay menos espacio. Él piensa que le van a espachurrar contra la pared. Pero no. Justo en ese momento un hombre se enfrenta a un policía. Le grita. La discusión se vuelve cada vez más tensa. El poli no se corta un pelo y lo empieza a pegar. Entonces el Kalvo se acojona de verdad. Mira a su alrededor. La mayoría de personas son porteadoras. También hay algún hombre. Ningún español.
Aparecen más policías. Esta vez cargados con cinturones. El Kalvo mira detrás. La marabunta grita. Mira delante. Los agentes empiezan a estrellar los cinturones contra el suelo. Él está en en medio y NO le hace puta gracia.
Los golpes surten efecto y la gente retrocede. El Kalvo entra en la caseta y consigue sellar el pasaporte. Ahora tendría que acceder por el pasillo de los hombres. Los accesos están separados por sexos. No lo hace. Mira a un lado, al otro, y se cuela en el de las mujeres. Por suerte, ningún agente le llama la atención.Y él empieza a andar.
Entra en el pasillo. Es estrecho y de alambre. Con tanta gente apretujada es imposible mirar más allá del cogote del que va delante. Camina unos cuantos metros. Tiene la sensación de estar en una cárcel. Encerrado. Vigilado. Amenazado. Finalmente, consigue llegar a la parte española. Parece que aquí la cosa está un poco más controlada. Aún y así la visión de los policías mostrando sus porras amenazantes no ayuda a que se tranquilice.
Los agentes comprueban su pasaporte y le dejan pasar. Como va a pie y el centro queda un poco lejos, coge un taxi. Al subir, el Kalvo le pregunta al conductor qué está pasando.
—¿Es que ha habido algún problema? —No, que yo sepa. Últimamente esto es lo normal. —¿Normal? —Sí. No sé si es que lo hacen expresamente o qué pero se lían unos pitotes de la hostia. —Ya. Me he dado cuenta.
El taxi arranca y el Kalvo, ya más relajado pero aún con el corazón latiéndole con fuerza, me llama para contármelo.
—¿ A qué no sabes qué me ha pasado? —Pues no.—Casi la palmo espachurrado.—Mira que eres exagerado…ya será menos.—De verdad, tienes que venir un día para verlo. Esto es acojonante.—…—Creo que aquí tienes una buena historia para tu blog, aunque necesitarías que alguien te cuente qué coño está pasando.
No lo entiendo. Precisamente la frontera del lado marroquí la acaban de hacer nueva. Más ordenada. Con carriles separados y garitas bien distribuidas. ¿Qué interés podrían tener en armar este jaleo?
Hay quien piensa que es una manera de controlar el contrabando. Lo dudo. Ni a Ceuta le interesa que se acabe, pues hace mucho negocio, ni los marroquíes sacan nada en detenerlo. Entonces ¿realmente es intencionado? O simplemente son así de incompetentes.
No entiendo de política ni soy experta en temas de inmigración. Simplemente estoy desconcertada. Vivimos en un mundo globalizado pero donde sólo circula libremente el dinero. No tengo la solución al problema. Ya me gustaría. Solo creo que sería interesante ver a todas las personas que rechazan a los inmigrantes pasar por este trago. Ya no hablo de saltar la valla. Simplemente pasar la frontera a pie en un día como el que le ha tocado al Kalvo.