Revista Cine

Marasmo

Publicado el 14 abril 2011 por Alfonso

Visto lo visto, ya sabemos que la economía es un estado de ánimo, que para hacer que las acciones, y los humores, suban o bajen, tanto sirve copar el mercado con un producto y a continuación encarecer su precio, como crear un mantra que recuerde la espléndida, o nefasta, situación del momento. (“Aún cuando todos los expertos coincidan, pueden muy bien estar equivocados.”) Que las estadísticas y los diagramas están hechos para que caminemos sin cavilar. (“El hombre puede ser científicamente manipulado.”) Que si compras un inmueble con una hipoteca de bajo interés, el precio del promotor será elevado, y que cuando la constructora se queje de sus pocas ganancias, los banqueros se abanicarán con tus nóminas. (“Carecer de alguna de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad.”) Incluso, que si la lías en un destino turístico, pongamos el Mediterráneo del norte de África, lo más probable es que los de billetera rebosante decidan ir de vacaciones a otro destino más seguro, pongamos la otra orilla del mismo mar. (“La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable.”)
Sabemos que en España, hasta las elecciones generales -¿en febrero de próximo año?-, queda mucha porquería por esparcir. (“La calumnia siempre es sencilla y verosímil.”) Muchísima más que hasta las votaciones del próximo 22 de mayo. (“Tengo recelo del Gobierno y desconfío de los políticos; pero como es preciso tener un gobierno prefiero que sea democrático.”) Que la piel de toro aguantará estoica y santa el peso de las cientos de procesiones de la cercana Semana Santa, de los miles de nazarenos y mirones fieles que sólo invocan el nombre de su Dios cuando los pecados no los dejan dormir o les ronda la parca. (“La religión se basa, a mi juicio, primordial y principalmente, en el miedo.”)
Que organizamos viajes, fiestas, reuniones, asistencias a eventos musicales o deportivos, que hacemos todo lo posible por mantenernos entretenidos y acompañados. (“Ser capaz de ocupar inteligentemente el tiempo de ocio es el último producto de la civilización.”) Que nos resulta imposible e insoportable el estar sentados en silencio con una caña de pescar, tumbados sobre la yerba con la sombra de una novela decimonónica sobre nuestra mirada. (“Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor.”) Que la enseñanza sirve de poco. (“Los educadores, más que cualquier otra clase de profesionales, son los guardianes de la civilización.”) Que estamos hartos de esperar hasta mañana para cruzar las puertas del futuro. (“Lo que los hombres realmente quieren no es el conocimiento, sino la certidumbre.”) Que todo es relativo, cuestión de posicionarnos, de movernos con libertad individual o bajo la disciplina de las masas; que achacamos nuestro momento a la causa y el estado de nuestros días. (“La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica.”)
Todo eso y más sabemos: aunque parezca que no aprendemos nada, lo hacemos cada día, y aun flotando en la miseria. También, que gracias a la www no hace falta esperar a que los números de los calendarios coincidan con las fechas que marcan la vida de un ser humano para celebrar su talento: véase el caso del galés Bertrand Russell, que nació el 18 de mayo de 1872 y falleció el 2 de febrero de 1970, y cuya memoria se encuentra arriba entrecomillada en doce ocasiones. Un hombre que llenó sus escritos de aciertos, y que cuando la mancha en sus pensamientos, aunque menor, era evidente, caso del abordamiento de las razas y el condicionamiento ambiental, no tuvo reparos en autocriticarse y rectificar. Cosa de sabios. De otra época.
MARASMO
Bertrand Russell

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