Panorámica desde el Arrecife Gran Hotel. Foto: Mónica Ramírez
Ésta es la entrada número 200 en ‘la recacha’, y difícilmente podría encontrar una manera mejor de celebrarlo que con el post que tenéis a continuación, una nueva crónica viajera de El viaje de Pau. Tras su inolvidable estancia en Fuerteventura, el libro y su anfitriona, Mónica Ramírez, saltaron a otra de las islas afortunadas: Lanzarote, que nos depara maravillosos tesoros naturales y arquitectónicos. No os podéis perder el relato de Mónica. Quienes ya conozcáis la isla rememoraréis grandes momentos, seguro, y los que no la hayáis visitado aún (como es mi caso) os moriréis de ganas de hacerlo. Os adelanto que este post tiene una segunda parte, que publicaré en un par de días, mediante la cual tendremos el privilegio de adentrarnos en el que fue el hogar de una de las mentes más brillantes y una de las plumas más lúcidas del siglo XX…
La nueva aventura para Pau empieza cruzando los quince kilómetros que separan las islas de Fuerteventura y Lanzarote en ferry. Partimos hacia la isla conejera con mucha ilusión. No puedo negarlo, soy conejera de corazón, es la isla que me vio nacer, es un tesoro dentro de las Islas Canarias, un paraíso de tranquilidad, volcanes, mar y un sol maravilloso que brilla durante todo el año.
Una vez a bordo nos dirigimos a la cubierta para ver cómo nos alejamos lentamente. Contemplamos las fascinantes vistas y el espectacular atardecer, la sensación de libertad es infinita, la brisa marina nos envuelve, el viento azota con fuerza… Por un momento pensé que Pau salía volando.
Traslado de Fuerteventura a Lanzarote en ferry. Foto: Mónica Ramírez
En la imagen observamos el momento de cruzar el estrecho de la Bocaina, dejando a un lado la Isla de Lobos. Tras treinta y cinco minutos de travesía atracamos en el puerto de Playa Blanca.
Lanzarote es la isla del archipiélago canario que se encuentra más al noroeste. Está situada frente a las costas del sur de Marruecos. Su nombre proviene de su redescubridor, Lanceloto Malocello, en el siglo XIV. Es conocida popularmente como “la isla de los volcanes”, al identificarse con el manto volcánico que se extiende a lo largo de gran parte de su superficie debido a la gran actividad volcánica de principios del siglo XVIII. Fue declarada Reserva de la Biosfera por UNESCO en 1993, y actualmente es un referente mundial para la arquitectura natural.
Panorámica de la playa del Reducto, en Arrecife. Foto: Mónica Ramírez
Nuestra primera visita comienza en Arrecife, la capital de la isla, una bella ciudad portuaria situada al este. La Playa del Reducto es su principal playa, protegida por arrecifes naturales que la transforman en una zona de aguas muy tranquilas que asemejan una gran piscina. Al fondo, el Arrecife Gran Hotel, emblemático edificio, el más alto de la isla, diseñado por el arquitecto lanzaroteño Enrique Spinola e inaugurado en 1970. Nos dirigimos a su interior y disfrutamos de unas vistas maravillosas a través de su ascensor panorámico, en el que subimos hasta la planta diecisiete, desde donde podemos divisar casi media isla.
El popular puente de las Bolas, en Arrecife. Foto: Mónica Ramírez
El más representativo de los monumentos de Arrecife, el popular y fotogénico Puente de las Bolas, está integrado plenamente en el mar. Su función en la antigüedad era la de servir de defensa ante los ataques de los piratas, de modo que si éstos llegaban la pasarela era levantada. El nombre se lo otorgan las dos bolas, en cada columna, que tiene en lo alto, y que es lo que más llama la atención. Está hecho de piedra mayoritariamente, aunque también de madera.
El Castillo de San José, sede del Museo Internacional de Arte Contemporáneo. Foto: Mónica Ramírez
El Museo Internacional de Arte Contemporáneo se encuentra situado en la antigua fortaleza militar del Castillo de San José. Desde allí se domina la bahía de Naos, y fue mandada construir por Carlos III en el siglo XVIII. Durante su levantamiento el Castillo dio trabajo a muchos de los pobladores de Lanzarote, que en aquellos años atravesaba un periodo de carestía, por lo que durante mucho tiempo se conoció popularmente como la Fortaleza del Hambre.
La isla tiene multitud de lugares dignos de ser visitados. Muchos de ellos llevan la huella del genial pintor, escultor y arquitecto César Manrique, fallecido en accidente de tráfico en septiembre de 1992. Este gran artista conservó toda su vida un inmenso amor por su isla y dedicó parte de su talento a mejorar, crear o acondicionar varios rincones de su tierra para uso y disfrute de sus habitantes y los numerosos turistas que la visitan cada año.
Fundación César Manrique, antigua casa del artista. Foto: Mónica Ramírez
Nos dirigimos a la Fundación César Manrique, el Taro de Tahiche situado en el municipio de Teguise. Es el gran centro cultural de la isla, imprescindible para conocer la obra y la figura del genial artista lanzaroteño. Se trata de la antigua casa del artista, reconvertida en museo. El edificio está construido sobre una colada lávica producto de las erupciones que se produjeron entre 1730 y 1736. Su estilo se inspira en la arquitectura tradicional isleña.
El valle de las mil palmeras, desde la Fundación César Manrique. Foto: Mónica RamírezJuguete del viento en la Fundación César Manrique. Foto: Mónica RamírezJuguete del viento en la Fundación César Manrique. Foto: Mónica RamírezUna parte importante de la escultura de César Manrique la constituyen los móviles, lo que él llamaba Juguete del viento, estructuras sólidas, pesadas, de hierro, compuestas de esferas, círculos, pirámides… en la que podemos observar a Pau posando. Alzamos la vista y nos encontramos con el Valle de las mil palmeras, en cuyo interior está el pueblo de Haría, residencia habitual de César Manrique antes de fallecer, actualmente casa museo.
Continuamos nuestra excursión visitando algunos de los centros turísticos de la isla, marcados en buena parte por la influencia creativa de Manrique.
Escultura de César Manrique en el Jardín de Cactus. Foto: Mónica RamírezEl Jardín de Cactus conserva más de 7.200 ejemplares. Foto: Mónica RamírezJardín de Cactus. Ubicado en la población de Guatiza, en la zona Noreste, en el centro de un entorno agrícola caracterizado por las extensas plantaciones de tuneras dedicadas al cultivo de cochinilla. Es un magnífico ejemplo de la integración de edificios en el paisaje. Este “jardín” acoge más de 1.000 especies de cactus con más de 7.200 ejemplares de estas plantas tan adaptadas a los climas desérticos. Es fácilmente reconocible gracias a la escultura diseñada por el propio César, que mide unos ocho metros de altura y simula ser un gigantesco cactus.
“Homenaje” de César Manrique a los cangrejos blancos. Foto: Mónica RamírezJameos del Agua, uno de los tesoros creados por César Manrique. Foto: Mónica RamírezEntrada a los Jameos del Agua. Foto: Mónica RamírezJameos del Agua. Esta cueva, situada al norte de la isla, en el municipio de Haría, forma parte de un conjunto de tubos subterráneos denominados “jameos” de unos 6 kilómetros de longitud, lo que los convierte en unos de los tubos volcánicos más grandes del mundo. Merece la pena visitarla y ver la vegetación existente y su gran atracción, además de la propia belleza natural de la cueva: los pequeños cangrejos blancos, ciegos, sensibles al ruido y a la luz, que se han convertido en símbolo de este lugar; viven en las charcas interiores.
Curioso visitante al Mirador del Río. Foto: Mónica RamírezEscultura del pez y el pájaro en el Mirador del Río. Foto: Mónica RamírezMirador del Río. Lo primero que vemos es la representativa escultura del centro, que simboliza un pez y un pájaro, los dos elementos claves del lugar: el agua y el aire.
Espectacular vista del Archipiélago Chinijo desde el Mirador del Río. Foto: Mónica Ramírez
Representa una de las creaciones arquitectónicas más características de César Manrique. Se encuentra situado en lo alto del Risco de Famara, a casi 500 metros de altura sobre el nivel del mar y orientado hacia el noroeste. Desde aquí podemos contemplar una de las vistas panorámicas más espectaculares de Lanzarote: el Parque Natural del Archipiélago Chinijo (islas de la Graciosa, Montaña Clara, Alegranza, Roque del Este y Roque del Oeste). Pau queda suspendido en las alturas, se siente minúsculo y abrumado ante tal panorama.
El Monumento al Campesino tiene 15 metros de altura. Foto: Monica RamírezMonumento al Campesino, otro tesoro de César Manrique. Foto: Mónica RamírezMonumento al Campesino. Ubicado en el centro geográfico de la isla, llamado también Monumento a la Fecundidad, fue construido por César Manrique en homenaje al trabajo laborioso de los campesinos canarios. Tiene una altura de quince metros, color blanco y líneas redondeadas. Está levantado sobre una base de roca aprovechando los depósitos de agua que transportaban los antiguos barcos de pesca.
Contiene una extraordinaria colección de útiles e instrumentos utilizados por los campesinos a través de los tiempos que permiten al visitante recuperar gran parte de la historia de la isla y de sus tradiciones.
En la Casa Museo también se puede degustar la cocina típica de las Canarias, preparada con productos naturales. Las “papas” con mojo acompañadas de un buen vino fresco de la Geria son una delicia…
El día estaba completamente desapacible, nuestros queridos alisios soplaban sin cesar y el sol no salía…
Así que Mónica, Pau y compañía decidieron tomar un nuevo rumbo en su recorrido por este paraíso isleño… que conoceremos muy pronto.