Revista Cine
En días como los que vivimos, fríos, húmedos, lluviosos, invernales al fin y al cabo, uno gusta de ver un tipo de cine reconfortante, que le haga sentir bien, vivo, sentado en su sofá, tapado con una manta compartida y con una humeante taza de té con la que avivar el calor interior, ajeno a lo que suceda en el exterior de su particular mundo en el que el tiempo se ha detenido por unas horas.
Es así cómo, esta pasada semana, he visto nuevamente toda la filmografía de Marc Recha.
A lo largo de mis años vividos, como aficionado al cine, el hecho de que Marc Recha sacara una nueva película, siempre ha sido motivo de alegría para mí.
Que Cameo saque un pack con toda su filmografía, debería ser motivo de alegría para todos los aficionados al buen cine, ávidos de nuevos y sugerentes platos con los que alimentar su hambre cinéfila.
El cine de Marc Recha, en el que la ficción y las referencias autobiográficas se entrecruzan y borran sus fronteras, es deudor de la forma de entender el cine que tenía Bresson (con esa perfecta manera de emplear el fuera de campo), al igual que es deudor del mundo de la pintura de Paul Klee y la Bauhaus entre otros. Una película suya es como una isla cuasi solitaria que emerge del amplio y agitado mar cinematográfico para, con voz propia y personal, hacer un tipo de cine cuya esencia son los espacios y los personajes que se mueven en ellos. Esta forma de hacer cine, estos largometrajes que nos da Recha, bien podríamos delimitarlos dentro del movimiento neonaturalista (también y tan bien visitado por directores patrios como José Luis Guerín o Cesc Gay).
Su cine, sensible, frágil, aparentemente hierático, introvertido, dramático, pseudodocumental, delicado pero enérgico, posée una clara y particular visión paisajística (tanto natural, como industrial) ya sea tanto en sentido literal, como metafórico y mutable, adentrándose en terrenos de la memoria como si fuesen caminos con posibilidad de ser transitados. Ese camino, casi siempre, se recorre para que el protagonista "sufra" un cambio en su personalidad y en su manera de ver el mundo, ya sea con el tránsito a la madurez, o bien la superación de la pérdida de alguien cercano.
Otra de los factores que hacen del cine de Recha algo especial, es esa facilidad que tiene, ese don que le permite hacer de lo cotidiano algo diferente, algo maravilloso y ciértamente mágico, como una fábula (a este respecto, al de hacer de la cotidianidad algo especial, cabría destacar también el trabajo de Rebollo en la imprescindible "La mujer sin piano").
El Pack de Marc Recha al que hacía alusión al comienzo de este texto, contiene sus films El cielo sube; El arbol de las cerezas;Pau y su hermano; La manos vacías; Días de Agosto y Petit Indi, a cual más exquisito y sugerente.
Una vez visto todo en conjunto, uno no puede sino comprender que Recha ha sabido desde el principio de su carrera lo que quería hacer. Uno no puede sino rendirse ante su maestría y admirar su trabajo, donde no falla ninguna pieza y todo encaja a la perfección en una rueda que ni empieza ni termina, tan sólo gira en el mágico sentido de la vida.
Giren con Recha en ella. Sentirán muchas cosas y, además, no se marearán.