Para Ela, para Firuzeh
Foto: José Rodrigo Madera, El Nuevo Día. Tomado de Free Oscar López Rivera Now.
Ayer, según me habían anunciado algunos amigos, habría una marcha por la liberación de Oscar López Rivera. Hoy domingo me desperté buscando en el Juventud Rebelde dominical -el mismo Juventud Rebelde que hace un par de meses dedicó una página completa a entrevistar a su hija Clarisa- una nota sobre la marcha y sus repercusiones. Y no encontré nada. Ni una línea. Encontré, eso sí, un reportaje sobre perros que no leí, y algo sobre las elecciones en Honduras, e incluso un generoso trabajo a página doble sobre los cambios que ahora sí se sobrevienen en el Ministerio de Agricultura cubano. Y me sentí mal. Y no entendí como podemos reclamar justicia sin comprometernos con causas justas que nos son tan cercanas.
Llegué acá a la oficina, y busqué en Internet la carta de Oscar López Rivera correspondiente al día de ayer. En ella cuenta la historia de un chico enfermo que habían internado sin ningún tipo de apoyo psicológico en la penintenciaria de Marion, aun cuando era evidente que necesitaba ayuda médica. López Rivera escribió esto:
“Al día siguiente, mientras estábamos en el patio, se formó un gran alboroto y vimos que el muchacho había tratado de brincar una verja. Lo hizo tan rápido que ni nosotros, ni siquiera el guardia de la torre de vigilancia más cercana se dio cuenta. Desde otra torre avisaron que había un hombre que intentaba fugarse, y todos alzamos la vista y pudimos divisarlo arriba, entre los alambres de cuchillas, arrodillado y con las manos juntas, como si estuviera rezando. Lo recuerdo y se me parte el alma. Noté que el uniforme que llevaba puesto poco a poco tomaba otro color, rojo de sangre.”
Estuve unos segundos mirando la pantalla, repitiendo en mi cabeza esa imagen del uniforme que se manchaba de muerte poco a poco, casi oliendo la carne chamuscada. Sintiendo el asco de las prisiones irracionales.
Luego busqué información sobre la marcha, y me enteré que fueron miles los que marcharon en ciudades de Estados Unidos y en Puerto Rico. Por primera en mi vida pensé que si el sábado pasado hubiera podido cumplir ese sueño de irme una temporada a NYC y a San Francisco, a vaganbundear un rato, bien podría haber postergado mis trotamundeos para marchar junto a tanta gente de buen corazón.