Marcos para fotos los hay de muchos tipos, pero si mezclas un marco y el corcho, conseguirás gran originalidad. Aquí tienes un ejemplo.
Uno de los beneficios que tiene colgar cuadros en la pared es que son piezas fácilmente transformables. Es decir, que si te cansas de la fotografía que hay en su interior, la cambias por otra con colores radicalmente opuestos y el cuadro revive de nuevo. Así, cada cierto tiempo (cada día, si te lo propones), puedes estrenar decoración nueva. Pues bien, hoy planteamos un paso más allá de este concepto de cambio de decoración cada cierto tiempo a través de los marcos de la pared.
El quid de la cuestión radica, sencillamente, en colocar corcho en lugar del típico cristal transparente con la tapa de cartón en la parte trasera como tope. Lógicamente, las imágenes que coloquemos no se sostendrán mediante la presión del cristal y la tapa, sino mediante chinchetas o tachuelas. A algunas les parecerá cure, pero yo creo que tiene encanto.
El resultado visual, con la pieza desnuda, podría ser muy similar al corcho que cualquier adolescente puede colgar en la pared de su habitación, pero eso dependerá sólo del marco que seleccionemos. Si el marco es fino y simple, nos quedaremos a medio camino de la teoría expuesta; ahora bien, si colocamos un moldura con presencia y encanto, nos dejará una pieza irreconocible que podremos usar tanto para crear un collage como para colocar una sola fotografía.
Con una fotografía me refiero a una pieza, porque bien podríamos colocar el primer dibujo del pequeño de la casa, como se hace en la nevera. Si pienso en collage, me vienen a la cabeza los diez primeros dibujos del peque o un moodboard, que viene a ser la composición de fotografías que utilizan los diseñadores de moda para hacerse una idea de con qué material cuentan: imágenes, textos, dibujos... También tienen como objetivo motivar la inspiración. Quién sabe, quizá nos proporcione la idea de nuestra vida.