Antes de que Leteo se lleve por delante toda nuestra vida, nos queda una última posibilidad de intentar vencer al olvido: una de ellas es la de dejar un testimonio escrito de ese adiós. Como nos dice Marguerite Duras en Nada más: «Escribir es hablar y callar». Y ella lo hizo. Primero habló mediante el último y amargo poema de la vida que representa este libro de la soledad, la vejez, la decadencia y el amor. Un último grito de una máscara que se despega de su cuerpo. Y, después, calló. Calló para siempre cuando escribió: «Lo amo. Hasta pronto». El amor hacia su pareja ya está implícito desde el inicio, en las dedicatorias: «Para Yann. Nunca sabemos de antemano lo que escribimos. Date prisa: piensa mí». «Para Yann, mi amante de la noche». «Firmado: Marguerite Duras, la amante de ese dorado amante». El amor. El desamor. La necesidad del otro. El odio. Todo está condensado en esta recopilación de frases que se estructuran como un poema deshilachado, confuso, repetitivo y elíptico, que el propio Yann fue recopilando en un cuaderno. Días, horas y fechas que se trasponen unas a otras bajo el signo del que se sabe cerca del final, y cuyo máximo valor reside ahí, en la batalla que la mente inicia frente al cuerpo. Batalla que también es la del deseo contra la adversidad. De la añoranza del amor. De la vida que todavía huye de la muerte. Frases que recopilan y homenajean a una buena parte de su obra, tanto literaria como fílmica, y que nos sirven de huellas a la hora de seguir este último camino hacia el abismo. Un abismo ante el que Duras no se rinde y ante el que pelea aunque sea contra sí misma y su biografía. Su padre muerto cuando ella era una niña. Su madre, primero repudiada y luego añorada. Su hermano mayor, el preferido. Indochina. Sus amantes. El amor. Y Yann. Siempre Yann, su último gran vínculo con la vida: «Ven. Vente al sol, por tenue que sea».
Nada más es un testamento que fusiona la literatura y la vida, por más que su autora diga: «Pasarte la vida escribiendo te enseña a vivir: no te salva de nada.» De ese aprendizaje Duras sabe mucho, pues su obra, como muy bien nos recuerda Valentín Roma en uno de los dos epílogos que contiene el libro: «Todas las historias de Marguerite Duras se desarrollan alrededor de una pérdida». Pérdidas que se transforman en una expedición al epicentro oscuro y demoniaco de la vida. Viaje de ausencias, descreimientos, pérdidas y amores. Singladura de una sinfonía que representa el último grito de una máscara que se desprende de su cuerpo.
Ángel Silvelo Gabriel.