Revista Cultura y Ocio

Mari, la diosa suprema de la mitología vasca

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci
Entorno a la hoguera y con la lluvia golpeando los cristales se contaban leyendas de Mari, la diosa de la mitología vasca.Mari, la diosa suprema de la mitología vascaDesde los tiempos más remotos, el ser humano ha tenido la necesidad de explicar todo aquello que le rodeaba y provocaba miedo. Necesitaba dar un sentido a las enfermedades, la muerte, la lluvia, la sequía, el hambre, el frío, el dolor, la tristezaTodo aquello que le causaba una alteración en su ritmo vital fue explicado a través de los seres mitológicos que él mismo creó.Los seres que representaban el bien lo concedían a aquellos humanos que lo solicitaban. Otros eran seres malignos pues provocaban dolor, enfermedad o muerte.A través de los siglos el ser humano fue transmitiendo de forma oral todas sus creencias, tradiciones, rituales y supersticiones que formaron parte de nuestra cultura.Desde la antigüedad, en la mitología vasca, la mujer estuvo relacionada con la figura de la bruja. Muchachas que recogían hierbas del campo y a través de mezclas y cocciones creaban pócimas que servían para curar los males y las enfermedades.Mari, la diosa suprema de la mitología vascaPero como suele ocurrir, siempre hubo alguna que, ávida del poder que otorgaban los beneficios de estas plantas, también las utilizó para el caso contrario, es decir, para provocar dolor e incluso, muerte. Las buenas gentes llamaban a esto encantamiento o hechizoCon la llegada del cristianismo, estas mujeres, las brujas, fueron perseguidas, acusadas y ejecutadas en la hogueraY de esta circunstancia, tanto el pueblo vasco como navarro nos puede aportar muchísimos casos llevados hasta el final por el Tribunal de la Santa Inquisición. Aunque estas brujas pasaron a la clandestinidad, las mujeres seguían reuniéndose en las cuevas de los montes vascos para celebrar los famosos aquelarres (akelarres). 
En estas fiestas consumían brebajes hechos por ellas mismas que inducían a la alucinación. Se celebraban a partir de la medianoche hasta el amanecer.Cada grupo de brujas estaba dirigido por un hombre, el macho cabrío, que representaba al diablo.En Durango, la Inquisición ordenó quemar en la hoguera a catorce mujeres (brujas) y un hombre (macho cabrío).De las numerosas leyendas que tiene el País Vasco, las más hermosas son las que giran alrededor de su diosa suprema, Mari, la Dama de Anboto.Mari es la madre de la Tierra y la naturaleza. Ella es la que dirige el tiempo y la climatología. Si ella lo desea, puede llover intensamente durante días o hacer un calor sofocante que seque los cultivos. Mari, la diosa suprema de la mitología vascaPuede provocar a su antojo veloces vientos huracanados o neblinas densas allá en los montes donde habita.Esta diosa tiene la facultad de poder volar y cuando lo hace se la ve en un carro de fuego que está impulsado por un perro. Este animal, en realidad, es un amante que no se quiso casar con ella.Cuentan que Mari puede aparecer ante el hombre de muy diferentes formas.Todos reconocen que la más hermosa es la que está representada por la figura esbelta y alta de una mujer, de ojos negros y de cabellos rubios y muy largos. Siempre va vestida con una túnica de color verde con detalles de oro y se sujeta el pelo con una cinta dorada que recorre su frente.Mari lleva en su mano derecha un pequeño castillo de oro y a sus pies siempre descansa un dragón.Pero puede aparecerse con otras formas según su estado de ánimo o la comarca que la menciona. Puede estar subida en un carro que está tirado por cuatro caballos; o ser una mujer envuelta en llamas que vuela por el cielo de las tierras vascas; o el tronco de un árbol que por una de sus partes se aprecia una figura femenina o puede estar tumbada en el propio arco iris.La diosa Mari tiene varias viviendas repartidas por los montes vascos. Vive en cuevas que se hallan en lo más alto de las montañas. La gruta que más le gusta es la que se encuentra en el monte Anboto, en el Parque Natural del Urkiola.Es una cueva que se halla en la cara norte de esta montaña y que se halla a más de 1.200 metros de altitud. A sus pies existe un escalofriante acantilado de más de trescientos metros de desnivel. La entrada a la cueva de Anboto no se ver porque se halla en un lateral de la roca.Mari, la diosa suprema de la mitología vascaCerca de esta cueva hay un pequeño manantial. Los hombres que llegan hasta Mari deben beber su agua si quieren que el deseo pedido se cumpla. Mari cambia de cueva cada siete años. Los fenómenos atmosféricos están relacionados con la ubicación de la diosa. Suelen contar los vascos que cuando Mari se halla dentro de su cueva de Anboto, llueve por los alrededores.Cuando se halla en Aloña hace calor y si se encuentra en el monte Gorbea, llueve y hace sol.Mari suele colocarse en la entrada de la cuevacuando peina su largo cabello con un peine de oro. Los viernes por la tarde acude su pareja, Maju, y es él quien se entretiene peinándola durante largo tiempo.Cuando Mari se encuentra dentro de la cueva es porque está hilando ovillos de oro. Cuando esto ocurre el cielo se ensombrece de nubes que presagian una fuerte tormenta.El miércoles es el día que dedica a realizar la colada y el viernes a cocer el pan. Por cierto, dicen que cuando la cima del Anboto se cubre de una espesa niebla es porque ya ha encendido el horno dentro de su cueva.Mari, la diosa suprema de la mitología vascaA Mari no le gusta que la molesten cuando se está peinando. Claro…hace una excepción con su amante Maju.La desagradan los hombres inoportunos, morbosos y los curiosos que intentan acceder a su cueva sin su consentimiento. Y como a Mari no le gustan las visitas todos los hombres que quieren llegar a su cueva para conocerla deben saber que siempre hay que tutearla; que no se deben sentar nunca en su presencia aunque ella invite a hacerlo y que deben salir de la cueva igual que entraron, es decir, andando hacia atrás…A Mari nunca se le debe dar la espalda.La Dama de Anboto tiene dos hijos que siempre están enfrentados entre ellos. Atarrabi simboliza el bien y Mikelats representa el mal. En algunas zonas del País Vasco también cuentan que tiene una hija.Algunas de las leyendas dicen que Mari se puede casar con seres humanos. Pero que nunca deja que bauticen a sus hijos bajo la amenaza de llevárselos con ella a su cueva. Como diosa madre, Mari puede ser muy buena o muy mala. La Dama de Anboto agradece con bienes y felicidad a todos aquellos que creen en ella. Siempre acude en ayuda de aquél que la llama tres veces. Mari no soporta la mentira, el robo, el orgullo ni la falta de la palabra dada. Todo el que comete un delito es privado de lo que ha sido objeto de esa mentira.No soporta a aquellos que afirman lo que no es y niegan lo que es. Si un pastor dice que tiene 80 ovejas, cuando su rebaño tiene 100 animales, Mari le arrebatará como castigo esas veinte ovejas que el pastor negaba.Pero los hombres también actúan a favor o en contra de Mari. Cuando quieren agradecerla un bien realizan ofrendas en su honor. Cuando quieren contrarrestar su mal humor hacen conjuros para que el mal enviado por ella sea menor.Para intentar que Mari no destroce las cosechas, un cura debe alcanzar su cueva. Si tiene suerte y la mujer está dentro, podrá realizar una misa para que ese año no caiga granizo destructor.Pero si la misa no ha conseguido que las tormentas sigan destrozando los cultivos, entonces los campesinos suelen realizar otros rituales para intentar alejarlas o por lo menos, que sean más débiles.Pueden echar granos de sal al aire; quemar en la puerta de entrada al hogar un manojo de hierbas recogidas durante la noche de San Juan o colocar un hacha con el filo hacia arriba apoyada en la puerta.La diosa Mari tiene muchas leyendas que giran en torno a su presencia. La que más me ha gustado de todas en una en la que los protagonistas son personajes históricos. De nuevo tenemos a seres humanos reales, con poderes sobrenaturales gracias a la mezcla entre la historia y la leyenda o la mitología.Al calor de una hoguera durante las noches de invierno, cuando la tormenta y el viento golpeaban con furia los cristales de los caseríos, los más viejos del lugar contaban…Dicen que Don Diego López de Ayala era señor de Vizcaya. Como personaje de la nobleza, además de participar en las guerras tan frecuentes en aquellos tiempos, gustaba perderse por los montes vascos acudiendo de cacería con otros compañeros. Un día se encontraba persiguiendo un gran ejemplar de jabalí. No quería dejar que escapara. Lo siguió hasta lo más denso del bosque y allí, perdió su presa y se perdió él. Buscando el sendero de regreso escuchó una melodía muy extraña que parecía ser transportada por el viento. Extraña pero muy dulce.-¿Qué tipo de mujer puede tener una voz tan delicada?-pensó Diego.Comenzó a buscarla. Y allí, en lo más alto del monte Anboto vio a una hermosa muchacha que se peinaba su largo cabello rubio con un peine que parecía de oro.Mari, la diosa suprema de la mitología vascaEra tal encanto el que irradiaba Mari que Diego se enamoró rápidamente de ella.Al monte Anboto acudía todas las tardes para ver a Mari, admirarla y escucharla cantar. Un buen día, Diego pidió a Mari que se casara con ella. La diosa aceptó. Sin embargo, antes que se produjera el matrimonio, la Dama de Anboto hizo prometer a Diego que jamás se santiguaría en su presencia. Diego dio su palabra.Se casaron. Tuvieron un hijo llamado Íñigo y una hija llamada, Urraca.Una tarde llegó muy orgulloso de su cacería. Mostró a toda la familia un gran ejemplar de jabalí que había matado él solo.Lo descuartizaron y lo cocinaron para la cena de aquella misma noche.Cuando los padres y los dos hijos se hallaban en el salón disfrutando de la cena entraron los dos perros de la familia. Uno era muy grande y pesado. El otro era pequeño pero muy nervioso.Ladraron junto a Diego hasta que éste les tiró una pata de jabalí al otro lado del salón.Allí fueron los dos perros corriendo y peleándose por llegar antes que el otro.Pero el más pequeño que era puro nervio y muy ágil no necesitó mucha fuerza para derribar al grande. Con varias dentelladas en el cuello logró desangrarlo y matarlo.Ante la mirada atónita de toda la familia, cogió la gran pata de jabalí que era casi más grande que él y, arrastrándola, la sacó fuera del salón.Diego no se dio cuenta y no pudo evitar realizar la señal de la cruz dirigiéndose al perro que había muerto.Inmediatamente, Mari, cogió a su hija en volandas, la arrastró hacia la ventana y por ella salieron las dos volando y perdiéndose en el horizonte nocturno.Dicen que nunca regresaron al castillo.Mari, la diosa suprema de la mitología vascaDurante una batalla contra el rey de Castilla, Diego López de Haro fue apresado y llevado al calabozo del castillo de Toledo.Su hijo, Íñigo, comenzó a pedir ayuda para intentar sacar a su padre de la prisión y devolverle a su hogar. -Si quieres salvar a tu padre no tendrás más remedio que acudir a pedir ayuda a tu madre. Deberás ir a la cueva y dejar que ella te aconseje- le dijo un sabio.Era la primera vez que Íñigo acudía al monte Anboto. Pero por ayudar a su padre era capaz de cualquier cosa.-¡Íñigo!- dijo Mari desde lo alto de la montaña- sé que vienes a pedir ayuda para tu padre que se halla prisionero en Toledo. -Así es, ¿nos puedes ayudar?- preguntó su hijo.Mari se puso de pie. Lanzó un grito tan fuerte que pareció que el eco se lo llevaba a otros montes lejanos. Y así fue. Ese grito llamó a un caballo que vino surcando el cielo. Llevaba una bonita silla de montar de color dorado.-Este caballo se llama Pardal. Con él podrás llegar rápidamente a Toledo, sacar a tu padre de la prisión y regresar a casa. Llévatelo. Te lo regalo. Pero nunca olvides que no tienes que quitarle la silla ni darle de comer o beberY así pasó. Íñigo subió sobre Pardal y en unos minutos se encontró dentro de la prisión ayudando a su padre a escapar de allí. Montaron los dos en el caballo y regresaron a su castillo.Nadie los detuvo porque nadie los vio. El caballo los hizo invisibles.Como señal de agradecimiento a Mari, Diego e Íñigo ofrecían las entrañas de las vacas cada vez que había matanza en sus granjas. Las dejaban al pie del Anboto como ofrenda a su diosa mitológica.Y así ocurrió durante generaciones hasta que uno de los tataranietos de Diego se negó a realizar ofrendas a la diosa…Sin nadie saber cómo, este joven perdió su ojo derecho.Mari, la diosa suprema de la mitología vascaNunca había que contradecir a Mari pues su furia podía ser fatal…Mi agradecimiento a Miguel Loitxate propietario del interesante blog de viajes El Txoko de Lonifasiko por la cesión de sus fotografías para ilustrar esta leyenda vasca.votar

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