Revista Religión

María es la Madre Admirable del Hijo…

Por Perfumedecristo R. Elisabet

La misión de María en en el pueblo de Dios es entre otras de colaboradora. Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo llamó MARÍA…

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El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísmo en el que ha guardado lo más hermoso y refulgente, raro y precioso que posee, incluido su propio Hijo. Este inmenso tesoro es MARÍA… A quién los santos llaman el tesoro del Señor, de cuya plenitud se enriquece la humanidad.

Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos  infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de cuanto el Padre le dio en herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros y les comunica sus virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye el canal misterioso el acueducto por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias.

Dios Espíritu Santo comunicó sus dones inefables a María, su fiel Esposa y la escogió por dispensadora de cuanto posee. De manera que Ella distribuye a quien quiere, como quiere, cuanto quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias. Y no se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios que quiere que lo recibamos todo por María… Y porque así sera enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos son los sentimientos d ela Iglesia y de los Santos Padres.

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María es la Madre admirable del Hijo. Quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, la llamó mujer, como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres.

María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella.

María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo sin exceptuar los querubines y serafines: a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial.

Entreguémonos al Corazón de María, diciéndole: “¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos Reina y Madre, hasta las profundidades de Su Corazón Adorable! ¡Oh María, sin pecado concebida ruega por nosotros, que recurrimos a ti.! Amén.

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