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María Soliña, brujería e inquisición

Publicado el 20 marzo 2012 por Moradadelbuho @moradadelbuho

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María Soliña

Una de las más bellas historias que guarda en su memoria popular Cangas do Morrazo (Pontevedra, Galicia) es la de María Soliño, quien fue condenada allá por el siglo XVII por la Santa Inquisición, acusada de brujería.

En realidad esta pobre mujer pudo ser, sin más, una víctima de un maquiavélico plan orquestado por el Santo Oficio y los nobles de la época, quienes no pretendían otra cosa que despojarla de todos sus bienes.

No queda ninguna huella física de María Soliña, pero a pesar de esto, la supuesta bruja de Cangas permanece en la memoria popular por su triste historia.

Su padre y su marido, ambos marineros, murieron víctimas de la piratería turca. Sola y desamparada, ya de anciana mendigó por los caminos y se llegó a decir que ella era bruja hasta caer en las garras del terrible tribunal del Santo Oficio.

Se llegó a afirmar que tenía tratos carnales con el demonio, por lo que fue torturada hasta que confesó ser todo de lo que era acusada. Falleció poco después y sus restos fueron enterrados lejos del ámbito sagrado, por lo que no se sabe nada de donde yace su cuerpo.

Entre 1.619 y 1628 numerosas mujeres de Cangas fueron juzgadas por el Tribunal del Santo Oficio (Inquisición) por supuesta “bruxería” (brujería). Hoy en día sabemos que aquellas desgraciadas, que acabaron confesando atrocidades a la fuerza de espantosos tormentos, fueron en realidad víctimas de una invención de los Inquisidores. La “caza de bruxas” (caza de brujas) estuvo directamente provocada por el empobrecimiento general que siguió la invasión turca de 1.617. La pequeña nobleza vio descender sus rentas de hecho alarmante, por lo que buscó por todos los medios los recursos necesarios para mantener su nivel de vida.

La Inquisición, integrada casi exclusivamente por miembros de este grupo social, fue un eficaz medio para lograr su propósito.

El objetivo primordial era arrebatar a ciertas personas sus “derechos de presentación” en capillas y feligresías. Consistía este derecho en que los sucesores del fundador de una iglesia podían proponer su titular cuando quedase vacante, y a su vez participar de los beneficios que aquélla generase. Para disimular su reprobable propósito, mezclaron algunas que si los poseían con otras que eran “pobres de solemnidad”. Muchas de ellas se encontraban totalmente desamparadas, por haber quedado viudas tras los tristes sucesos de 1.617.

Este fue el caso de la más famosa de las supuestas “meigas” de Cangas, o por lo menos la que más trascendió de su tiempo, inmortalizada en cantares como el que dice: “Ay que soliña quedaches, María, María Soliña”. Esta cantiga parece indicarnos que las gentes la recordaron, mas que como maléfica y perniciosa bruja, como una pobre y desgraciadísima mujer, reflejo de todos los sufrimientos del pueblo.

María Soliña, poseedora de derechos de presentación en Aldán y Moaña, entró en las cárceles secretas de la Inquisición en 1.621. Todo el proceso fue dirigido a demostrar que esta inofensiva mujer gozaba de poderes demoníacos, capaces de provocar incontables males, y que entregara su alma al diablo. Pero fueron las propias confesiones de María Soliña, provocadas por el demonio durante largo tiempo, el cual se le aparecía en forma de hombre.

Y mientras esto declaraba, María Soliña suplicaba clemencia al Tribunal y proclamaba su arrepentimiento, pues aseguraba que jamás renegara de corazón de Nuestro Señor, sino sólo de palabra. Todo esto revela la desesperación anímica de esta mujer, como consecuencia de una terrible tortura física y psicológica.

El 23 de enero de 1.622 llegó por fin la sentencia. Fue condenada con una confiscación de bienes, debiendo llevar el hábito penitencial durante medio año. No sabemos si llegó a cumplir toda la pena, pues probablemente su vida no duró mucho más. Las secuelas físicas del tormento no podían dejar de notarse en una mujer de 70 años de edad. Su acta de defunción aún no ha sido encontrada. Tal vez algún día descubramos donde reposan sus castigados restos.

Esta meiga ha sido y es tan popular, que el poeta Celso Emilio Ferreiro le dedicó una poesía:

Maria Soliña. Polos camiños de Cangas a voz do vento xemía: ai, que soliña quedaches, María Soliña. As ondas do mar de Cangas acebos ecos traían; ai, que soliña quedaches, María Soliña. As gaivotas sobre Cangas soños de medo tecían; ai, que soliña quedaches, María Soliña. Baixo os tellados de Cangas anda un terror de auga fría; ai, que soliña quedaches, María Soliña.

Fuente | delmorrazo
Imagen | Rincón del Navegante Solitario


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