Título original: Bear
Idioma original: Inglés
Año: 1980
Editorial: Impedimenta (2015)
Género: Novela
Valoración: Recomendable
Andaba yo bicheando por la librería Burma, en el madrileño barrio de Lavapiés, cuando di con Oso. A pesar de que es una de las obras cumbres de la literatura canadiense, he de confesar que yo nunca había oído hablar de ella. Y aunque está feo eso de juzgar un libro por su portada, fue la preciosa edición de Impedimenta, con la bellísima ilustración de Gabriella Barouch que la adorna, lo que hizo que me decidiera a comprarla. Y cuánto me alegro de que así fuera.
Lou, la protagonista de Oso, es una joven bibliotecaria que lleva una vida bastante solitaria y anodina, dedicada casi por completo a su trabajo. Cuando la isla de Cary es legada al instituto para el que trabaja, ella será la encargada de ir a pasar allí una temporada, para ordenar y catalogar todo cuanto se halle en la mansión de Pennarth, la única propiedad en la isla. Lo que en principio se presenta como un verano de trabajo en soledad, dará un vuelco cuando Lou averigüe que no es la única habitante de la isla, y que tendrá que hacerse cargo del oso que también vive en ella.
Aunque este planteamiento inicial pueda recordar a La vida de Pi, lo cierto es que hay muy poco en común entre ambas historias. En la que nos ocupa, surge una relación de lo más inusual entre Lou y el oso, una relación tan peculiar y apabullante que llevará a Lou a redescubrirse a sí misma y replantearse su vida entera. No quiero entrar en detalles, pues se trata de una novela tan corta que supondría un spoiler en toda regla, y en cualquier caso creo que es mejor que el lector descubra los secretos que esconde esta obra por sí mismo. Me limitaré a señalar algunas de las características del extraordinario viaje que supone Oso.
Se trata, ante todo, de una lectura extraña. La historia tiene un carácter cuasi-onírico, ilustrado por el hilo de pensamiento de Lou y sus impulsivas decisiones, que parecen seguir más la lógica de quien está soñando que la de alguien despierto y lúcido. Esta tendencia al caos se ve acentuada por la forma que toma la narración, con párrafos cortos que cambian casi constantemente de tema. El lenguaje es poético a ratos, y calculadamente obsceno en ocasiones. Pocas veces me he topado con un texto tan rehúso a dejarse atrapar por una clasificación.
Al mismo tiempo, Oso es capaz de despertar en el lector emociones muy reales, que oscilan del asco a la tristeza, de la sorpresa a la ternura, de la inquietud al estremecimiento. Es una historia profundamente conmovedora, en el sentido amplio de la palabra, a cuyas garras (osunas) no podrá escapar ningún lector.
La traducción me ha chirriado ligeramente a ratos, lo cual me ocurre de manera casi inevitable al leer un libro traducido del inglés (¿cuándo se enterarán los traductores de que el “oh” inglés no es equivalente al “oh” español?). Este sentimiento se ha visto reducido casi exclusivamente a los diálogos, que me han resultado bastante poco naturales. El hecho de que la traductora haya sido capaz de captar tan bien la belleza de la narración en el resto de pasajes, me hace pensar que quizá esta característica de los diálogos se hallaba ya en el texto original. En cualquier caso, este libro escapa de nuestra lista de traducciones calamitosas.
Para concluir, queridos lectores, les recomiendo este librito si les apetece una lectura transgresora y enteramente distinta a aquello a lo que puedan estar acostumbrados, sea lo que sea. Oso no gustará a todo el mundo, pero en ningún caso les dejará indiferentes. Se lo aseguro.
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