Revista En Femenino

Marikana, tan lejos, tan cerca*

Publicado el 02 septiembre 2012 por Daniela @lasdiosas
Sudáfrica para la mayoría de latinoamericanos y latinoamericanas es el país de Nelson Mandela, cuya población durante años y años sufrió el más oprobioso régimen segregacionista del que se tenga memoria, el nefasto apartheid. Sudáfrica es Soweto, emblemática barriada en que fue construida para ubicar allí a los africanos negros. Soweto es la marca del fin del apartheid luego de la muerte de 572 adolescentes y jóvenes, quienes se habían rebelado contra la el Decreto Medio de Afrikáans de 1974, que mandaba a que en las escuelas adonde iba la población negra se enseñe 50% afrikáans y 50% inglés, lo que se enmarcaba en el sistema de educación bantú. Esta propuesta, que tenía como principal objetivo que la población negra aprendiera desde la niñez el lugar que le correspondía en la sociedad, es decir, servir a los blancos o cumplir labores dentro de los bantustanes, territorios creados en el año 1951 para que vivan ahí separados de los blancos los diferentes grupos étnicos bantúes. El primer ministro Hendrik Frensch Verwoerd, al crear en 1953 el sistema de educación separado, declaró al periódico afrikaans Die Burger lo siguiente:
“No hay espacio para el africano dentro de la comunidad de europeos más allá del nivel de cierta clase de labores. No es de ningún uso para el recibir entrenamiento cuya meta final es el ser absorbido por la comunidad europea.” (1)
En 1994, se dieron en Sudáfrica las primeras elecciones en las que tiene el derecho de intervenir toda la población. El Congreso Nacional Africano las ganó, siendo elegido Nelson Mandela como el primer presidente negro del país, iniciándose un nuevo periodo marcado por el profundo esfuerzo de Mandela por lograr la reconciliación nacional.
Han pasado los años y el crecimiento de Sudáfrica, especialmente Johannesburgo, es notable y es de hecho el país más rico de Africa. Ese mineral, descubierto por Antonio de Ulloa en 1746 en el Chocó en Colombia y que viene de las minas de Sudáfrica, es parte sin que lo sepamos de nuestro cotidiano, pues se utiliza principalmente como catalizador para vehículos, en la producción de discos duros y cables de fibra óptica.
Luego de conquistada la democracia de Sudáfrica, volvimos a tener noticias de vez en cuando, por ejemplo por el mundial de futbol y sus estadios y las famosas vuvuzelas. Poco se sabe de lo que ha pasado con la población y sobre cómo se han dado los avances en cuanto al ejercicio de derechos de una población que vivió por tanto tiempo sujeta a la represión y segregación, tiempos que permanecen aún frescos en las memorias.
Hace unos días, Sudáfrica volvió a ocupar las páginas de los principales diarios en el mundo y la ciudadanía mundial pudo ver entre conmovida y horrorizada como la policía disparaba ráfagas contra un grupo de mineros en huelga, matando a 34, además de otros diez muertos en días anteriores, e hiriendo a muchos otros, en lo que se ha definido como la operación más sangrienta desde el fin del apartheid. La violencia desatada por la acción policial se dio en el marco de la huelga de más de tres mil trabajadores en la mina de Lonmin, propiedad de la empresa británica Anglo Platinum, en Marikana, ubicada a sólo 29 kilómetros de la ciudad de Rustenburg, donde existió el bantustán de Bofutatsuana. Los mineros en huelga son los que realizan las actividades más peligrosas, son los taladradores que están expuestos a diario a perder la vida o alguno de sus miembros. Estos trabajadores, puntales del proceso de extracción pues sin su duro trabajo no se puede iniciar otras fases de la explotación, habían paralizado sus labores exigiendo que se le triplique su salario (unos 480 dólares en la actualidad), pues lo que reciben no les permite solventar sus gastos y los de sus familias y los mantiene viviendo en condiciones de vida deplorables en las llamadas chabolas, precarias viviendas donde carecen de agua la mayor parte del tiempo, de servicios de saneamiento y electricidad, reproduciéndose en la práctica, 18 años después del fin el apartheid, el nefasto sistema de segregación racial, económica y política.
De esta mina, la empresa obtiene el 96 % de todo su platino, siendo el tercer productor de este mineral en el mundo. Pese a que los trabajadores habían tratado de negociar un acuerdo salarial, no fueron escuchados. En el 2011, la empresa había despedido a unos 9 mil trabajadores, que también se habían declarado en una huelga no autorizada.
Lo sucedido en Marikana ha puesto en evidencia cómo se mantienen aún muchas de las condiciones discriminatorias y segregacionistas en el país que es el principal productor de platino de mundo. Las ganancias por la producción de este mineral, si bien han descendido este año por la crisis internacional, no han significado una redistribución equitativa, manteniéndose por el contrario los elevados niveles de pobreza en la población negra, que siente rabia y frustración al sentir que lo que tuvieron que sufrir sus padres y abuelos vuelve a repetirse pese a las promesas de la democracia. El economista sudafricano Simple Terreblanche, proporciona datos que explican de alguna forma la frustración y cólera de la población. Dice que “por la mayor parte del siglo pasado, 20 por ciento de la población africana poseía 70 por ciento de la riqueza del país, mientras 70 por ciento de la población sólo poseía el 20 por ciento de la riqueza. Dicho de otra forma: en 1993, el año antes que Nelson Mandela fue elegido presidente, el 10 por ciento más rico de la población sudafricana poseía 53.9 por ciento de la riqueza del país. En 2008, el 10 por ciento más rico poseía el 58.1 por ciento. Durante el mismo período, el 50 por ciento más pobre pasó de 8.4 a 7.8 por ciento. Este creciente desequilibrio hace de Sudáfrica una de las sociedades mas desiguales del mundo – si no la más desigual.” (2)
En Sudáfrica como en América Latina, estos sucesos ponen en cuestión el rol de la industria minera en el desarrollo de los países, luego de la apertura de los mercados y la dación de leyes que favorecen a las industrias extractivas. Encontramos que en ambos continentes se repiten muchas de las demandas y las mismas situaciones. Por un lado, tenemos que se reproducen las asimetrías y se acrecientan las brechas entre los más ricos y los más pobres, que no se generan empleos suficientes para la población local – más bien debido a la tecnificación la mano de obra no calificada no es muy necesaria –, que se contamina el medio ambiente, se cambian los patrones de vida, se producen desplazamientos y, al contrario de lo esperado. se mantienen los niveles de pobreza e inseguridad, creciendo los mercados de violencia alrededor de los proyectos mineros. Jo Seoka, presidente de la fundación sudafricana Bench Marks, que realizó un estudio en seis comunidades mineras para determinar lo que había cambiado y lo que había que mejorar dijo que “La preocupación es que las empresas privadas, muchas veces con el apoyo de los dirigentes del gobierno, obtienen ganancias muy importantes mientras las comunidades sufren altos niveles de desigualdad y pobreza. La situación en Marikana lo demuestra.” (3) Basta señalar, por ejemplo, que la directora general de Anglo American, catalogada entre las mujeres más poderosas del mundo, tiene un sueldo neto anual de casi un millón y medio de euros, lo que equivaldría más o menos al salario anual de los 3 mil huelguistas.
En el caso de Marikana, a diferencia del Perú, cuando mueren campesinos o pobladores en las protestas, la muerte de los trabajadores mineros ha provocado airadas reacciones de autoridades estatales, incluido el presidente Jacob Zuma, quien ha nombrado una comisión para investigar a profundidad los sucesos y a todos los actores involucrados, el gobierno mismo, la policía y los sindicatos, para establecer la cadena de responsabilidad, en todos los aspectos, no sólo en cuanto a la seguridad, sino en cuanto a las políticas laborales. Por su parte, la ministra de defensa, Nosiviwe Mapisa-Nqakula, ha pedido perdón a los mineros que molestos mostraban bolsas de plástico llenas de casquillos de balas dejados por la policía en su violenta represión. “Les estoy rogando, ruego y pido disculpas. Ojalá puedan encontrar perdón en sus corazones,” les dijo. (4) Si bien las manifestaciones de las autoridades han sido calificadas de oportunistas por diferentes líderes y actores políticos, algunos de los cuales acusan al gobierno de ser cómplice de la matanza, no deja de ser significativo.
En estos días, otros trabajadores mineros han iniciado movilizaciones, entre ellos unos 500 trabajadores de las minas de la Real Nación de Bafokeng, (5) la tribu más rica de África, y el descontento amenaza con extenderse a otros campamentos mineros.
Lo sucedido en Marikana, que aparentemente puede parecernos lejano, pone sobre el tapete la necesidad de seguir reflexionando sobre el impacto de las industrias extractivas, las legislaciones que las protegen, el rol del Estado en la garantía de los derechos de su ciudadanía, las ganancias de las empresas y las brechas, y las demandas de las poblaciones donde se ejecutan proyectos mineros. ¿Será posible que se logre conjugar una actividad que genere los beneficios económicos de la industria extractiva con las visiones, los deseos y las demandas de las comunidades locales, los derechos de la población y garantizar una vida digna para las nuevas generaciones?

Por Rosa Montalvo Reinoso Fuente: Noticas Ser Perú Notas:
* Agradezco a Madeleine Pérusse por su apoyo en la investigación para la elaboración de este artículo 1) “Legislación del apartheid”, Golden Map. http://es.goldenmap.com/Legislaci%C3%B3n_del_apartheid 2) Richard Dowden, « Lonmin-Marikana : The end of South Africa’s Post-Apartheid Settlement ? », African Arguments, 20 de agosto del 2012.http://africanarguments.org/2012/08/20/marikana-the-end-of-south-africa%... 3) “Lonmin, an example of exploitation”, Business Report, 17 de agosto del 2012. http://www.iol.co.za/business/companies/lonmin-an-example-of-exploitatio... 4) “South African defense minister first official to apologize for police killings of miners”, The Washington Post, 21 de agosto de 2012 5) La familia real de Bafokeng ha fomentado históricamente el uso de las tierras para la minería y se ha beneficiado muy bien de las ganancias provenientes de su accionariado en las empresas mineras y de alquileres de tierras. También mantiene una disputa con grupos étnicos que no se reconocen como Bafokeng y están exigiendo que les devuelvan sus tierras.

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