El delantero del Manchester City se hizo un nombre a base de escándalos. Peleas con compañeros, entrenadores y declaraciones poco afortunadas llevaron al oriundo de Palermo a ser reconocido por todo lo que realizaba fuera de los campos de juego. En esta Eurocopa, su talento surgió para guiar a Italia hacia la final del certamen y para que las miradas se centren en sus condiciones, difíciles de encontrar en otro delantero.
La altura no siempre inhibe la ductilidad, y la precisión no tiene por qué llevarse mal con la dinámica. Mario Balotelli lo tiene todo: regate, pegada, habilidad y potencia. También posee una rebeldía única, actitud que todavía incide en la frecuencia con la cual desequilibra los partidos.
Por momentos parco y deslucido, ‘Super Mario’ encontró en el esquema de Prandelli una base sólida que tolera sus lagunas. Al mismo tiempo, los apellidos que elige Prandelli para rodearlo resaltan su calidad. Balotelli es desequilibrante por donde se lo mire: puede jugar de espaldas o recostarse como segundo punta, maneja de forma inmejorable su imponente físico (1.89) y no tiene problemas para resolver con ambos perfiles.
Ante Alemania, el delantero del último campeón inglés no necesitó siempre de Cassano para poner en aprietos al fondo rival. Su presencia intimidó a Mats Hummels, central fiable que se destacó como una de las revelaciones del torneo. El extraño fallo del defensor alemán en el segundo gol italiano evidenció el nerviosismo que genera el rebelde de la Azzurra.
Pensando en España, Balotelli ya cumplió con su cuota para los micrófonos, expresando que desea meterle cuatro goles a los campeones del mundo. La zaga conformada por Piqué y Ramos sabe que enfrente estará uno de los delanteros más delicados para marcar. A Italia le va a costar detener el engranaje del mediocampo español tanto como al fondo de ‘La Roja’ contener a la principal referencia de su ofensiva.
Prandelli confía en la figura de Balotelli para que sus dirigidos aprovechen al máximo sus oportunidades, sabiendo que su personalidad le da forma a un estilo de juego indescifrable: desconectado es capaz de aprovechar cualquier descuido, y concentrado sabe provocar huecos sin importar el número de compañeros que tenga para asociarse ni la cantidad de rivales que lo enfrenten. Un jugador distinto. Loco, sí. Temible, siempre.